Confieso que el giro del catolicismo sobre materia  sexual-procreación-educación de género me ha sorprendido porque en verdad considero que el Vaticano II y el posterior Catecismo “holandés” fueron un parteaguas en la moral sexual y en la moral social. Para no responder con esquemas ramplones y estribillos que reflejan ignorancia, por lo menos, de la Historia de la Patrística y los dogmas de Fe de la Iglesia Católica, Apostólica y Romana, me he visto impulsado a buscar textos y experiencias en otros países que han tratado el tema y nos pueden dar luces sobre el mismo. Me parece una coyuntura  contraria a “Natura”, ya que coincidiendo el catolicismo con las sectas evangélicas en las campañas contra la “educación sexual integral”  que me parecen más efectista por ser de “mera“ opinión que de acompañamiento de la evolución de las costumbres y del conocimiento científico relevantes. Como señaló El Concilio Vaticano II.

Por la magia de las “redes” he podido encontrar varios trabajos que tratan con bastante agudeza académica la “sexualidad, desde la teología y la antropología. El punto de partida es  un artículo del teólogo chileno Waldo Romo, Académico de las Pontificia Universidad Católica de Chile y Universidad Católica Cardenal Raúl Silva Henríquez. Está disponible en el enlace siguiente: http://catedra-laicidad.unam.mx/sites/default/files/244.pdf

Aparte de su especialización en Teología Moral, Romo tiene una obra  muy profunda sobre antropología de la sexualidad, en la que se basa su labor de divulgación de la Moral Sexual desde el punto de vista de la biología, evitando caer en una «moral dogmática especulativa» o, en el otro extremo, en un «supra naturalismo sin contenido moral».

Desde el principio, debemos distinguir entre “genitalidad” (el conjunto de características anatómicas, glandulares, fisiológicas y hormonales que distinguen a los seres vivos en función de la reproducción) y “sexualidad” (el conjunto de características genitales, afectivas, psicológicas,  sociales y ético-espirituales que distinguen y complementan a la mujer y al varón), como los distingue Romo. La diferencia con los animales es que solo tienen genitalidad, mientras que la especie homo sapiens sapiens, posee ambas. Dice Romo: “… la sexualidad en nuestra especie  es una existencial de darse la esencia humana”.

En un segundo apartado, Romo presenta una Sinopsis Histórica de la Enseñanza de la Iglesia sobre la Sexualidad. Aquí muestra la multiplicidad de puntos de vista de los Padres de la Iglesia: desde el Viejo Testamento hasta las últimas Encíclicas Pontificias. Algo digno de estudiar para que comprobemos que en la tradición eclesial las interpretaciones están guiadas por el Espíritu. Arribamos con Romo a los Desafíos contemporáneos acerca de la credibilidad de la Enseñanza de la Iglesia sobre la Sexualidad.

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Los “desafíos contemporáneos” que el autor Waldo Romo presenta en su artículo reseñado en la parte anterior son: El primer desafío es “tomar en serio el contexto cultural” que está presente en los receptores de una enseñanza para que ésta pueda ser creíble, enfatizando que: “Esos contextos culturales se descubren, no desde el depositum fidei sino desde los aportes que nos pueden entregar disciplinas como la antropología cultural, la sociología, la psicología, las ciencias biomédicas, la sexología, etc.” Es decir, las disciplinas científicas seculares sin pretensión de servir el ideal religioso son valiosas: como los aportes del psiquiatra Wilhelm Reich y otros precursores de la “revolución sexual”. ¿Qué está pasando hoy, según algunos datos culturales, con la significación de la sexualidad?

Citando a Marciano Vidal, contesta esta pregunta con el siguiente diagnóstico:

  • “se ha pasado de una comprensión de la sexualidad como ‘genitalidad’ a la sexualidad como ‘dimensión integral’ de la existencia humana;
  • de la sexualidad como ‘función procreativa’ a la sexualidad como ‘expresión o lenguaje’ de la persona;
  • de la sexualidad como ‘placer’ a la sexualidad como ‘comunicación interpersonal’;
  • de la sexualidad como ‘bien referido al matrimonio’ a la sexualidad como ‘valor autónomo’.

Estas variaciones en la comprensión de la sexualidad han tenido y seguirán teniendo grandes repercusiones en los comportamientos previos al matrimonio.

Estamos, ante otro desafío: asumir positivamente el amor, como realidad fundante del matrimonio pero depurarlo, a su vez, de equívocos reduccionistas. Me parece que ante los movimientos católico-protestantes en contra de la Educación Sexual Integral se basan en reduccionismos. Y no en el desarrollo de las Ciencias Humanas y Psicológicas que se han centrado en el mundo interior y la resignificación del amor como lazo efectivo entre los humanos. Los dos reduccionismos son:

  • reducir el amor a la “genitalidad”, a “hacer el amor”, y
  • creer que el “enamoramiento” es la plenitud del Amor.

Superar la “erotización de la civilización contemporánea en tiempos de las redes sociales, es la tarea y que concluiremos con el texto siguiente.