Esa señora tiene una boca bien dura. Cuando reclama algo, lo cual es bastante a menudo, lo hace de la forma más lastimosa posible. Su mente elabora frases hirientes y su boca las expresa magistralmente. Para cuando vienes a razonar o a entender lo que te dice, ya estás sangrando por las múltiples heridas emocionales que te ha hecho. Bueno, claro está, si te dejas. Si al igual que ella, te conviertes en una víctima, que quiere dar duro y recibir a cambio roces de plumas.
Lastimosamente, existen muchas personas enfermas de este mal, que se resume a “ofensa crónica". Lo más mínimo los ofende, porque toman a mal todas y cada una de tus acciones. Tener por jefe una persona así es un verdadero martirio. Garantiza que no avances y que siempre se te esté catalogando de incapaz.
De ahí se hace tan necesario el tener una autoestima templada, bien definida. Porque ciertamente cualquier seguridad que expreses será vista como soberbia. Por eso es que hay que conocer la diferencia entre obstinamiento y certeza. Cuando perseguimos una meta, ya sea de estudio o superación de cualquier tipo, no debemos soltarla por las críticas que recibimos. Si entendemos que esa fuerza interna que nos hace más incómodos el rendirnos que la lucha, es la voz de Dios diciéndote “Creo en ti”, alcanzaremos éxito.
Y es que una persona agresiva, por lo general es un ser hondamente lastimado. No que sus hechos sean entonces justificables, pues todos tenemos el libre albedrío de decidir entre el bien y el mal. Pero sí es inteligente y sabio reconocer el mal y decidir no contagiarnos con ello. Cuando las ofensas que nos generan los demás se convierten en un block que no podemos cargar, nos volvemos títeres de los que tienen una boca grande. Eso les da entonces un arma efectiva para desmoralizarnos y en consecuencia, muchos terminan rindiéndose.
27 Y ella dijo: Sí, Señor; pero aun los perrillos comen de las migajas que caen de la mesa de sus amos.28 Entonces respondiendo Jesús, dijo: Oh mujer, grande es tu fe; hágase contigo como quieres. Y su hija fue sanada desde aquella hora
Jesús probó a una mujer en su determinación. Ella era de un pueblo opuesto al de Israel. Y siendo El Mesías enviado primero a ministrar a su pueblo que a los gentiles, así se lo expresó cuando ella le rogó que salvara a su hija. Mateo 15: 22 Y he aquí una mujer cananea que había salido de aquella región clamaba, diciéndole: !!Señor, Hijo de David, ten misericordia de mí! Mi hija es gravemente atormentada por un demonio.23 Pero Jesús no le respondió palabra. Entonces acercándose sus discípulos, le rogaron, diciendo: Despídela, pues da voces tras nosotros.24 El respondiendo, dijo: No soy enviado sino a las ovejas perdidas de la casa de Israel.
25 Entonces ella vino y se postró ante él, diciendo: !!Señor, socórreme!26 Respondiendo él, dijo: No está bien tomar el pan de los hijos, y echarlo a los perrillos.
27 Y ella dijo: Sí, Señor; pero aun los perrillos comen de las migajas que caen de la mesa de sus amos.28 Entonces respondiendo Jesús, dijo: Oh mujer, grande es tu fe; hágase contigo como quieres. Y su hija fue sanada desde aquella hora.
Este pasaje Bíblico es controversial, pues siempre hemos conocido a Jesús como Dios Compasivo, El Salvador, dispuesto a redimir y perdonar aun al más vil de los pecadores. Más aquí a primera vista parecería que despreció a la mujer y fue ofensivo. Pero no es así. Era costumbre para los Israelitas de la Época el entender que los paganos (adoradores de dioses falsos) parecían perros al rechazar a Dios y no recibir sus bendiciones. Por tanto, ante la realidad de que los israelitas estaban rechazándolo a Él como El Mesías, ellos mismos estaban haciendo lo que criticaban. Aun sus discípulos, lejos de sentir compasión por la situación de la mujer, fueron capaces de decirle al mismo Jesús que mandara a callar a la mujer. Sin embargo, ella, con los ojos puestos en Jesús y en el deseo de que su hija fuera liberada, no discutió o aceptó aquello como una ofensa. Más bien lo usó para decirle a Jesús, que aún los clasificados como “inadecuados, los incapaces” también reciben de Él favor y misericordia.
Imagino la satisfacción que sintió Jesús al poder dar ejemplo de fe ante los presentes, pues al igual que el Centurión, esta mujer no tenía duda alguna de que Él era quien decía ser: El Hijo de Dios. Esa fe inquebrantable, más grande que cualquier ofensa conmovió a Dios y le fue concedido lo que pedía.
Ante las derrotas de la vida, encuentro fortaleza en esta porción, porque a Dios se le conmueve con la fe, a pesar de lo que esté ocurriéndonos. Por eso, por más ofensiva que sean nuestras circunstancias, usemos la ofensa para dar a Jesús un mayor voto de confianza, mediante la fe, y se cumplirá lo que Él mismo dijo:Juan 14:13 Y todo lo que pidiereis al Padre en mi nombre, lo haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo.
Si el ofenderte fácilmente está robándote oportunidades en tu vida, quítate esas cadenas, abriendo el candado con la llave de la Fe en Jesús, sin rendirte ante las circunstancias.
¡Bendiciones!
Mateo 8:10 Al oírlo Jesús, se maravilló, y dijo a los que le seguían: De cierto os digo, que ni aun en Israel he hallado tanta fe.