La reciente Encuesta Gallup que publica el diario HOY trata el tema de la opinión de la población respecto a la inmigración haitiana y la ya famosa Sentencia 168-13 del Tribunal Constitucional (TC).
Lejos de la generalizada percepción en los medios de comunicación de que existe una compacta opinión pública de rechazo a la inmigración y apoyo a la desnacionalización de los hijos de inmigrantes indocumentados, los resultados del estudio indican una opinión contraria, con mayor equilibrio y mesura entre los entrevistados.
Marchas de migrantes en Estados Unidos y Santo Domingo. Cuando a las personas se les pone frente a una disyuntiva de apoyar las marchas y protestas de los inmigrantes en Estados Unidos y en República Dominicana la respuesta es aparentemente paradójica: en general apoyan las protestas en los Estados Unidos (81.3%) y rechazan las protestas en República Dominicana (40.8%). Esa actitud, a mi juicio, se corresponde bastante bien con la ideología nacionalista y la cultura política consecuente: tiende a ‘cerrarse” cuando se trata del Estado/nación y su territorio, tiende a apoyar la acción de los nacionales en otros territorios. Por ello, lo importante no es tanto las actitudes contrapuestas, sino más bien su heterogeneidad, cuando se introduce una variable que como “la región” pase a controlar las diferencias. Así, se aprecia que en cuanto al apoyo a las marchas en los Estados Unidos, la población es casi unánime y homogénea en su apoyo. Pero cuando se procede a pensar el apoyo a las marchas y protestas en el territorio dominicano surge la heterogeneidad: si bien hay un rechazo a las marchas y protestas en suelo nacional, esa opinión es más fuerte en el Este (65.2%) y en el Norte (62.3%). En cambio, en la zona metropolitana hay un relativo equilibrio a favor del apoyo a las marchas y protestas (49.4%) y su rechazo (48.3%). Vale decir: en las regiones de mayor concentración de inmigrantes en tareas agropecuarias (el Este y el Norte) el rechazo a las protestas es mayor, en las regiones de mayor desarrollo urbano el apoyo a las protestas crece.
A mi parecer resulta claro que lo discutido tiene mucho que ver con el desarrollo político y con el desempeño de la vida urbana: en las regiones más tradicionales y de menor nivel de vida y desarrollo económico, no sólo hay menor desarrollo político, y menor conciencia democrática en materia de derechos, sino también una mayor rigidez autoritaria en la toma de decisiones y en consecuencia, en la formación de opiniones. No hay, pues, inconsistencia en ambos tipos de respuestas. Lo que esas respuestas afirman, por el contrario, es una cultura política donde en la medida en que el autoritarismo y el tradicionalismo se afirman crece el rechazo a la protesta en “suelo nacional”, pero en tanto se afirma la vida democrática crece la conciencia de que las marchas y protestas de los inmigrantes, sean dominicanos en New York o haitianos en Santo Domingo, operan en el marco de los derechos.
Prohibición de la inmigración haitiana. La mayoría de la población entiende que hay que prohibir la importación o ingreso masivo de inmigrantes haitianos al país. En ese aspecto hay bastante homogeneidad en términos regionales. Sin embargo, el que la gente opine de ese modo no quiere decir que hay una visión segregacionista en cuanto al inmigrante haitiano, aunque la gente está clara en que en general la tendencia es a un peor trato a los inmigrantes haitianos que a los nacionales. De esta forma, si bien un 45.3% de los entrevistados entienden que a los haitianos se les trata con menos corrección y respeto que a los nacionales, un 43.4% piensa que ese trato es igual. Ese patrón se repite en la zona metropolitana, pero hay un cambio significativo en las demás regiones. En ese sentido podemos apreciar dos tendencias regionales contrapuestas: a) en el Norte se tiende a pensar que, en efecto, hay un trato significativamente peor a los haitianos (51.4%); en cambio, en el Sur y en el Este se piensa lo contrario: 53.7% y 47.8% respectivamente piensa que el trato es igual. Vale decir: a) la tendencia es a pensar que hay un trato de menor respeto y corrección al inmigrante haitiano, pero esa opinión no es generalizada en toda la geografía nacional, b) es en la zona Metropolitana y en la región Norte que la visión negativa del trato a los inmigrantes predomina, pero en el Sur y en el Este se tiene la opinión de que el trato es igualitario.
El trato a los inmigrantes haitianos. Podría pensarse así que en las regiones de más antigüedad inmigratoria y de mayor asentamiento tradicional de inmigrantes – en este caso la economía azucarera – se piensa en un trato de mayor o igual respeto al inmigrante. Posiblemente eso se debe a que allí (esencialmente en el Este del país) los asentamientos de inmigrantes son antiguos, habiendo un trato más cercano entre inmigrantes y nacionales, a lo que se agrega una cultura de convivencia en torno a la economía azucarera. En el caso del Sur, que es una región de menor concentración de inmigrantes, posiblemente opera la situación inversa con el mismo resultado: dado que la presencia inmigrante es menor, menor es el espacio social de potencial conflicto y menor el contacto cotidiano con el inmigrante, lo que podría fundamentar la hipótesis igualitaria por razones distintas a las del Este del país. En cambio, allí donde más dinámica es la vida económica, mayor presencia moderna de nuevos inmigrantes se produce (agricultura de exportación no tradicional y construcciones urbanas), más dinámica y conflictiva es la vida urbana y hay mayor contacto del mundo rural con el urbano, se verifica que la tendencia al choque con el inmigrante se acentúe, aunque también se produzca una mayor aceptación de los derechos que estos inmigrantes tienen frente al Estado, como se vio arriba.
Conocimiento de la sentencia 168-13 del TC. Pese a que se entiende que la sentencia 168-13 del TC ha dividido la nación, la verdad es que no hay un gran conocimiento de la misma por parte de la población. Un 55% de los entrevistados, ciertamente, ha oído hablar de la sentencia pero un importante 35% la desconoce. El desconocimiento de la sentencia en la población es más fuerte en el Norte del país (50.4%) y donde mayor conocimiento de la misma hay (63.3%) es en la región Este (63.9%), seguida de la región Metropolitana (59.9%), como era de esperarse. De todos modos, pienso que hay importantes diferencias que deben reconocerse. Mi hipótesis es que mientras en el Este del país ese relativo elevado conocimiento de la sentencia tiene que ver con la situación existencial de los descendientes de inmigrantes y con la mayor concentración de viejos inmigrantes en torno a los bateyes azucareros, en el región Metropolitana tiene simplemente que ver con el acceso a medios de comunicación en términos cotidianos. Debe tenerse presente que la modernidad va acompañada de un acceso más rápido y mayor información, no sólo de la intensificación de la vida social. Sin embargo, una vida de mayor restricción en el acceso a los recursos del mundo moderno no forzosamente bloquea el acceso a cierto tipo de información. Este es el caso de la sentencia, donde posiblemente la organización comunitaria, la vinculación con la vida del batey y el mundo del azúcar, resultan sustitutos funcionales de igual o mayor eficacia para el conocimiento de asuntos vitales como es el de la sentencia, aún sin el disfrute de los medios tecnológicos y comunicacionales que proveen rápida información.
Anti haitianismo y derecho a la nacionalidad. La gente entiende que la sentencia no es anti haitiana (62.3%). De todos modos, hay que destacar que un 30.4% de los entrevistados entienden que la sentencia es anti haitiana, siendo en la zona Metropolitana (33.3%) y la región Este (30.7%) del país donde es más generalizada esa opinión. En esa misma línea de discusión vale la pena apreciar cómo los entrevistados asumen una visión respecto al tema de la xenofobia o el rechazo del otro, o del extranjero, y sobre todo del haitiano. Resulta sintomática la opinión de la gente respecto al derecho a la nacionalidad de los hijos de inmigrantes indocumentados. Lejos de lo que se predica en los medios de comunicación, los entrevistados opinaron en su mayoría que los hijos de inmigrantes indocumentados son dominicanos (58.2%). Esa opinión es más generalizada en la zona metropolitana, donde hay mayor desarrollo político y se concentra gran parte de la nueva inmigración en torno a las construcciones y la economía informal. En la única región donde es mayoritaria la opinión contraria, vale decir, que los hijos de inmigrantes indocumentados no son dominicanos, es en el Sur (52.8%), lo que podría explicarse por el menor desarrollo económico y político de la región y su proximidad al mundo de la frontera.
La idea de la fusión de las naciones. Finalmente, veamos lo que piensa la gente respecto al supuesto plan de fusión de Haití y República Dominicana como objetivos geopolíticos de los Estados Unidos, Canadá y Francia. La gente en general no lo cree así (34.7%), aunque en el Este del país un 40.5% así lo piensa. Es en la zona Metropolitana (36.3%) y el Norte del país (31.5%) donde menos se cree en esta supuesta intensión de fusión. Es natural que tanto lo que se piensa en el Este como lo que asumen los entrevistados de la zona Metropolitana y Norte se presente: en el Este es donde mayor desarrollo del turismo hay, pero también un mayor y más extendido asentamiento de inmigrantes con fuerte presencia cultural; esa confluencia entre modernidad y tradicionalismo puede que estimule la idea de una posible visión de las grandes potencias para la unión de ambos países (Haití y República Dominicana), pero en la medida en que la inmigración se hace diferente al mundo azucarero en su orientación de destino, y se fortalece la vida urbana y la vida democrática, la gente le reconoce menos posibilidad al propósito fusionista aludido.
Como se aprecia, la información que proporciona Gallup, lejos de afirmar un anacrónico neo nacionalismo radicalizado, lejos de reconocer un acentuado anti haitianismo y negación del derecho de los hijos de inmigrantes indocumentados nacidos en el país a ser dominicanos, lo que la encuesta Gallup afirma es, ciertamente, una acentuada tendencia a la tolerancia democrática, un enfoque realista de los problemas de la inmigración y una visión serena del lugar que ocupa el país en sus relaciones con las grandes potencias occidentales como Estados Unidos, Francia y Canadá. Nada más alejado del fanatismo xenófobo y del radicalismo neo nacionalista. Por lo demás, como me parece que se ha demostrado, la encuesta tiene bastante coherencia en la calidad de los hallazgos estadísticos, lo que no deja de revelar tensiones y paradojas, por lo demás propia de las opiniones que se vierten en asuntos delicados como es el de la inmigración haitiana y la controversial Sentencia 138-13 del TC.