La estabilidad cambiaria ha sido uno de los principales logros del presente modelo económico según las autoridades gubernamentales. Por otra parte, algunos economistas respaldan la invariabilidad relativa del tipo de cambio ya que impide que empeore la distribución del ingreso. Otros opinan que el tipo de cambio, como el precio de las divisas, debería responder a los desequilibrios entre la oferta y demanda de divisas.
Queda fuera de toda duda la preferencia por la estabilidad del tipo de cambio. Innegablemente que la misma elimina, hasta cierto punto, la incertidumbre en los negocios vinculados a las importaciones de materias primas y de bienes de capital o directamente a las importaciones de bienes terminados.
Obedece pues a una racionalidad limitada favorecer políticas devaluatorias para estimular las exportaciones, ya que las mismas tendrían efectos restringidos si el aumento permanente de la productividad no es el eje central de una política comercial orientada a derribar las barreras tecnológicas que actualmente impiden el acceso ventajoso de nuestros productos a muchos de los mercados internacionales.
¿Cuándo una política cambiaria es razonable? Existe una variedad de posiciones alrededor de la política de tipo de cambio que más favorece a una nación, pero discutirlas aquí excede al objetivo de este artículo. Baste con señalar que en el país existen posiciones extremas al respecto; algunos defienden la estabilidad cambiaria lograda mientras que otros señalan sus costos, su eficiencia y los efectos negativos que tienen sobre otras variables, imprescindibles para el crecimiento sostenido.
Quienes argumentan en favor de mantener ligeras variaciones en el tipo de cambio (2% anual) al margen del resultado de la balanza corriente, indican que los mayores costos empresariales están relacionados con las importaciones de materias primas y bienes de capital; por tanto una devaluación implicaría aumentos de costos ya que estos no pueden reemplazarse (en el corto plazo) en la matriz tecnológica actual. Entonces, debería reducirse el costo de la mano de obra, el cual no ha sido afectado por la devaluación y que oscila alrededor del 3% del costo total según esos economistas.
De manera que una devaluación ajustaría a la baja el costo del factor productivo de menor incidencia en el costo total, empeorando la participación del ingreso de los trabajadores en el producto; en otras palabras se empeoraría la distribución del ingreso de los grupos menos favorecidos.
Este argumento puede refutarse porque, en primer lugar, obvia el hecho de que la ganancia (así como los costos) forma parte del precio final de ventas, por lo que no solamente el costo salarial sino también los beneficios podrían ser objeto de cambios si ocurre una devaluación en un mercado competitivo.
También, el subsidio cambiario que se otorga a las firmas mediante un tipo de cambio subvaluado, estimula las importaciones y crea un comportamiento despreocupado de los empresarios en su búsqueda de mayor eficiencia. Por el contrario, los induce al uso ineficiente de sus escasos recursos: las divisas.
Adicionalmente, el mantenimiento de prolongadas subvaluaciones cambiarias favorece correcciones violentas del tipo de cambio y el endeudamiento externo, sobre todo en presencia de fuertes desequilibrios externos.
La estabilidad macroeconómica del período 2008-2010 se caracteriza por un elevado déficit de la cuenta corriente de 7.8% del PIB promedio (demandamos más divisas de las que producimos) y exhibe además un déficit del sector público que supera el 4% del PIB. ¿Cómo puede mantenerse la estabilidad cambiaria en este escenario? Sencillamente porque una proporción importante de las divisas provenientes de préstamos otorgados al país por el Fondo Monetario Internacional (FMI), el Banco Mundial (BM) y el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) son empleados por el banco central para mantener la supuesta estabilidad cambiaria.
Además, el BC se endeuda con el público colocando certificados de inversión indexados al tipo de cambio y a la inflación, destinados a inversionistas que desean correr el riesgo de entregar sus divisas para fortalecer las reservas internacionales.
La acumulación de divisas tiene por objeto la intervención en el mercado de cambios para evitar la devaluación. En este sentido, el BC ha gastado alrededor de US$2,500 millones en los últimos veintiséis meses para mantener subvaluado el tipo de cambio. Este mecanismo resulta ineficiente y caro y al mismo tiempo estimula la ejecución de políticas monetarias y fiscales incoherentes.