En las décadas de los 70s y 80s, cuando transcurrió mi vida deportiva activa, simultáneamente, desarrollé mi disciplina deportiva y mi educación universitaria.  Reconocí, desde el principio, que practicaba un deporte (Judo) con una motivación personal única, sin que una actividad interfiriera con la otra.  Obteníamos un triunfo nacional o internacional y en el desempeño académico, también salíamos airosos.

Debo decir que diferenciamos desde el inicio, que nuestro  deporte era amateur.  Existe  una gran diferencia entre lo amateur y lo profesional.  La primera categoría, no produce dinero pero la segunda sí.  Quien   práctica una disciplina profesional, como el beisbol, boxeo, futbol, etc., normalmente, debe dedicar mucho tiempo, por lo que resulta más difícil realizar programas de educación formales.

Se reconoce la complementariedad e integridad de la educación y el deporte, siendo su vinculación positiva de naturaleza axiomática.  Ambos son ciencia y arte. Y para ser exitoso en la alta competición, como veremos, se requieren condiciones especiales, a saber:

Adecuada selección de la disciplina –aunque hay talentos que pueden sobresalir en varias-; motivación; pasión-emoción; dedicación; perseverancia; constancia; esfuerzo y trabajo muy duro; alto espíritu de superación; actitud positiva; sacrificio; inversión en tiempo y recursos; inteligencia; honestidad; repetición; perfección; experimental dolor y sufrimiento; sentir alegría por lo que se hace; apoyo; orgullo interior para obtener el triunfo y humildad para exhibirlo; habilidad de comunicación; capacidad de observación; estímulo; obediencia a las reglas; respeto con los compañeros, dirigentes, entrenadores y el público; integridad; capacidad para formar y trabajar en equipo aún sea un deporte individual; valentía; coraje; determinación; capacidad-habilidad para enseñar y aprender; capacidad de reflexión; capacidad crítica y autocrítica; resignación; dominio de la técnica; adecuado manejo; auxilio tecnológico; patriotismo; suerte y entendimiento para reconocer cuando ya nuestros músculos no pueden.

Entonces, tomando en consideración lo que antecede, podemos decir que el que reúna los atributos, respete los principios, y desarrolle el talento deportivo, no es necesariamente quien obtiene un diploma académico.  Aunque como señalamos antes, ambos se benefician mutuamente.  Ello así porque el deporte y la educación conforman un camino de doble vía, muy extendido en el mundo, que por demás contribuye al engrandecimiento de la especie humana.

Finalmente, el deporte desarrolla, potencializa y alarga la parte biofísica del ser humano al tiempo que la educación desarrolla y potencializa el intelecto.  La maximización e intensidad en la hibridación de ambos, producen mejores resultados en el largo plazo.