En el discurso del presidente Danilo Medina el pasado 17 de mayo, sobre la reactivación gradual de las actividades económicas, anunció que el Ministerio de Educación Superior, Ciencia y Tecnología (MESCyT) informaría “las disposiciones futuras para las Instituciones de Educación Superior (IES)”, en el marco de la crisis causada por el COVID-19. Días después, el 22 de mayo, para cumplir con el mandato presidencial, el MESCYT emitió una circular con nueve puntos dirigida a los rectores de las IES. En resumen, la circular instruye y en algunos casos sugiere, continuar los procesos de admisión, inscripción y el desarrollo de la docencia utilizando la modalidad virtual.
Sin embargo, la circular del Ministerio ha tomado la situación por las ramas y ha dejado más preguntas que respuestas. En la circular de cuatro páginas, el MESCyT presenta un resumen de un “autoinforme” que enviaron 41 de las 50 casas de estudios registradas en el país, sobre el desarrollo de la docencia virtual. Según las IES, de los casi 700,000 estudiantes del sistema, solamente 201,150 estaban, en ese momento, tomando clases en 37,633 aulas o secciones virtuales, impartidas por 17,744 docentes “en el período de cuarentena”.
¿Qué ha pasado con los otros miles de estudiantes? ¿Qué hará el Estado para apoyar a los estudiantes que han perdido sus empleos y no podrán continuar con sus estudios? ¿Cómo se garantizará la calidad de la enseñanza? ¿Dónde está el protocolo prometido para la reintegración al campus? ¿Qué propone el MESCyT para el apoyo a la formación docente ante el cambio de modalidad? ¿Qué pasa con la brecha digital, la falta de recursos y equipos para los docentes y estudiantes? ¿Cuál será la cantidad de estudiantes permitida dentro de un salón de clases? ¿Cuáles son las disposiciones futuras? Estas interrogantes surgen, porque la circular está limitada a lo que actualmente, la mayoría de las IES está haciendo.
Surgen muchas preguntas, de carácter académico, financiero, económico, social y práctico con respecto al futuro inmediato de la educación superior en el país. Me consta que, las IES, de manera individual y a través de sus asociaciones, han venido dando respuesta a la crisis, actuando como un organismo vivo, que de forma intuitiva actúa para sobrevivir. Pero las IES son una parte del sistema, hay otros actores como los docentes y los estudiantes que no están organizados para hacer frente a los embates que naturalmente trae consigo la crisis. El paso a la educación virtual y todo lo que esto implica, ha dejado a muchos en las nubes.
El MESCyT ha relegado de su rol, dejando en cada una de las IES el papel que debe asumir como ente regulador y administrador del sistema nacional de educación superior. Para lidiar con la crisis, y que los esfuerzos puedan servir de algo, el Ministerio debe pasar de un modelo de gestión donde prima la ambigüedad, a un modelo más formal y sistémico, con un liderazgo político y transformador. Hay que tomar las acciones para que el sistema salga fortalecido: crear una fuerza que responda a la encomiable tarea de garantizar el acceso a una educación superior de calidad durante y post la pandemia; realizar las coaliciones y las negociaciones que sean necesarias; y hacer uso del poder que, como autoridad tiene en sus manos, para ser guía y veedor del sistema.
La ambigüedad, como modelo de gestión, tiende a estar presente en las organizaciones complejas, agudizándose durante los períodos de cambios abruptos (Bush, 2013). Sin embargo, si en esta urgencia dejamos que los involucrados busquen sus propias soluciones, cada uno por su lado, no lograremos nada (Kotter, 2014).
El sistema de educación superior dominicano es complejo, y el COVID-19 nos ha atraído, como fuerza inesperada, a otro nivel de desconcierto. Sin embargo, según los expertos de la teoría del caos, aquí es cuando se nos presenta la “Gran Oportunidad”. Esta crisis, podemos usarla como apalancamiento para impulsar los cambios que necesitamos en el sistema educativo dominicano. Lamentablemente, en la medida que el sistema se mantenga encerrado en el contexto anterior, ningún cambio significativo es posible (Morgan, 2006).