Hace unos días, leí un editorial de ACENTO en el que se constataba que en el debate que sobre el Código Penal fue sostenido por nuestros diputados hicieron gala de su falta de educación. Esta lectura hizo que recordara mi intención de escribir un artículo sobre el tema.
Existe unanimidad sobre la necesidad de mejorar nuestra educación. Sobre la necesidad de destinar escrupulosamente el 4 por ciento del presupuesto a la formación de los maestros, a la construcción o remodelación de escuelas, a la alfabetización de todos los dominicanos. Esta posición es correcta. La educación académica es necesaria. Es necesario aprender a leer y a escribir y a calcular. Es necesario – o conveniente – obtener un diploma universitario.
La educación académica es necesaria pero dista mucho de ser suficiente.
La educación esencial es la educación cívica. Pero, ¿En qué consiste? En aprender a respetar las leyes. A cumplir con sus deberes. A exigir sus derechos. A anteponer el bien común al bien propio o al de su propio partido. A desplazar el debate político de las personas a las ideas.
¿Qué relación tiene la educación cívica con nuestros diputados (y senadores y demás políticos del gobierno o de la oposición? Mucha.
Hay un consenso en que nada tiene que ver la política con la cívica ni los políticos con la sociedad civil. Esto no es cierto. La relación entre la política, la cívica – e incluso la urbanidad – es muy estrecha. Tanto, que los orígenes de las tres palabras apuntan al mismo concepto: Civil y cívico vienen del latín civitas, ciudad; política viene del griego polis, ciudad; incluso urbanidad viene del latín urbs, ciudad, sobre todo refiriéndose a Roma.
La cívica, la política y la urbanidad son sencillamente las reglas para vivir en armonía en la ciudad, es decir, con los demás.
Quien todavía no crea que la educación cívica es la esencial, que piense en esto: Entre nuestros senadores hay bachilleres, ingenieros civiles, mercadólogos, agrónomos, abogados, administradores de empresa, sociólogos, licenciados en filosofía y letras, contables, médicos y odontólogos. Ironías de la vida, hay incluso educadores.
Es decir, que en nuestro senado no falta la educación académica. No debo mencionar las exoneraciones, los salarios elevadísimos, el cofrecito, el barrilito, la dependencia del poder ejecutivo y muchas otras chapuzas, para demostrar que en cívica y urbanidad, nuestros senadores se han quemado.
Les dejo pensar en esto como tarea.
Les dejo además, realizar el mismo ejercicio con los diputados: El resultado será el mismo.
Por cierto, la educación cívica es, además, no dejarnos coger de pendejos.