Los pobres resultados obtenidos por la República Dominicana en las pruebas PISA, administradas por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo (OCDE), son el reflejo de varios factores multicausales. Sin embargo, el mayor predictor de dicho desastre es la baja formación académica de los maestros.

A partir de la década de 1880, la República Dominicana empezó a aplicar el modelo de enseñanza del gran maestro puertorriqueño, Eugenio María De Hostos, dicho modelo iba más ajustado a la realidad educativa que vivía el país en esos momentos. Debido al bajo nivel educativo en el que se encontraba sumergida la República Dominicana en ese momento, el maestro Eugenio María De Hostos, colocó a la escuela dominicana como el eje transversal de la sociedad, para de esta forma moldear la actuación social del individuo.

El modelo educativo de Hostos tenía como punto principal, la verdadera formación docente, es por ello, que, crea la Escuela Normal para poder lograr dicho propósito. Bajo este esquema se le dotó de independencia al sistema educativo nacional, a través de una formación docente con una visión holística independiente, que daba prioridad a las ciencias y a la ética, en detrimento de la filosofía escolástica que daba mayor prioridad a lo religioso en el sistema educativo nacional.

Esta visión holística de Hostos de llevar la educación a todos los confines del territorio nacional, sin importar condiciones socioeconómicas, les permitió a los primeros normalistas formados, expandir los conocimientos obtenidos, y con ello, logró aumentar la curiosidad intelectual de los dominicanos. En las dos décadas subsiguientes, antes de finalizar el siglo XIX, la producción intelectual vivió una de sus épocas de mayor esplendor, al igual que la valoración del maestro como ente social. Sin embargo, esta visión progresista de Hostos chocó con los intereses de la educación católica que enarbolaban los intelectuales dominicanos de mayor influencia de la época como: Fernando Arturo de Meriño, Francisco Gregorio Billini y Pedro Francisco Bonó, entre otros. Por tal razón, la visión educativa progresista de Hostos no tuvo cabida entre las élites eclesiales y conservadoras, porque en esa nueva escuela dominicana sólo había cabida para las ciencias y la moral. 

Con la llegada del siglo XX, el modelo educativo hostosiano a pesar de su influencia en las aulas dominicanas se fue desvaneciendo con el tiempo, fruto de las luchas políticas caudillistas, la presión del clero católico y la intervención estadounidense de 1916, le dieron el puntillazo final a un sistema educativo que buscaba transformar a la sociedad dominicana de sus cimientos, que ayudaría así, a construir una sociedad con verdaderas instituciones democráticas y dotarla de una clase política capaz de regirse por esos cánones.

Esta mirada retrospectiva a la historia del sistema educativo nacional es la clave para entender las raíces causales del problema de fondo que atraviesa la educación dominicana en la actualidad. Sino se trata de hacer un diagnóstico sincero de los verdaderos síntomas que padece nuestra educación, no obtendríamos los resultados esperados aún importando un modelo exitoso en otras latitudes, de no ajustarse a nuestra realidad. Por ejemplo, la educación hostosiana trajo consigo una visión educativa que iba de la mano con la realidad histórica del país, basado en una educación científica que impuso el uso de la razón sobre el de la memorización e idealización.

La memorización de eventos históricos y conceptos ha sido la norma que ha regido al sistema educativo nacional por décadas, en detrimento del incentivo a la curiosidad, al uso del pensamiento crítico, que se obtiene a través de la racionalidad. En la escuela dominicana de hoy, se repite como papagayos los mismos conceptos desde hace 40 años. Por tal razón, el estudiante dominicano carece de las habilidades cognitivas y de lectura comprensiva que le inhiben de entender nuevos conceptos, y la resolución de problemas que son de las habilidades cimeras en el siglo XXI. Según las palabras externadas por Ivelisse Prats De Pérez, exministra de Educación del país dijo lo siguiente: “El 80% de los estudiantes dominicanos no entienden lo que lo leen.”

Las pruebas estandarizadas como las PISA no miden de manera granular la calidad del sistema educativo, pero si ponen en evidencia las falencias que este experimenta. Antes de abocarse a un cambio curricular, y de la aplicación de las nuevas tecnologías en el proceso de aprendizaje, debemos dejar lado esas medidas cosméticas que sólo le ponen barniz al problema. Si un estudiante no comprende lo que lee, no surtiría ningún efecto en su aprendizaje por el simple hecho de dotarlo de una computadora o una Tablet.

El primer paso para lograr una verdadera transformación del sistema educativo nacional pasa por un programa riguroso de formación docente, luego valorar en su justa dimensión a la figura del maestro, a través de la remuneración y bonificación por desempeño. La reforma curricular debe ser la cereza en el pastel, donde se aborde la independencia académica para que los estudiantes tomen clases en el área de la tecnología, robótica e inteligencia artificial, cursos profesionales/técnicos en base a las aptitudes y perfil académico del estudiante. Si el país se aboca con seriedad a realizar estas reformas, en definitiva, el país estará dando pasos agigantados en tener educación acorde a las necesidades del siglo XXI.