Entramos en un nuevo ciclo de semestre universitario que con pasión extasiado de la vacaciones esperábamos con ansiedad. Otros disfrutan su descanso por necesidad de hacer una parada en el camino de su apostolado, suele suceder en cualquier campo profesional o laboral.

Cuando nos zambullimos en el mundo de la educación, desde luego con vocación, preferencia y amor a esa noble tarea, es como si renaciéramos en una vida de placeres por ponernos en esa dialéctica enseñanza-aprendizaje en la interrelación biunívoca educador y estudiante, de donde brota el conocimiento.

Dado a que el conocimiento constituye una búsqueda para la vida personal o de la sociedad en que convivimos; y es el producto en principio intangible, que al paso del tiempo se vuelve aplicable, de esa relación del sujeto con el objeto. Tanto Joham Hessen como Pavel Kopnin en sus teorías del conocimiento, bajo título Teoría del Conocimiento, y el último autor su Lógica Dialéctica, nos inculcan las ideas de cómo se lleva a cabo ese proceso cognitivo, que debemos trabajar los educadores o facilitadores con los educandos.

La sociedad suele incorpora al sistema de educación a profesores con verdadera vocación e inclinación por este trabajo tan comprometedor con las nuevas generaciones que guiaran a la sociedad  y ocuparán los puestos de la nación en cualquier lugar del mundo, similar a tiempos idos; sin dejar de reconocer que esta actual sociedad también atrae al sistema a personas que no sienten auténtico aprecio y entrega ética por dicho sublime oficio. Resultando las carencias y males que acarrea la falta de entrega, talento y creatividad de dicho personal, que asumió estar frente al estudiante solo por obtener un apropiado trabajo que le depare una regular remuneración, a falta de otras oportunidades de su entorno social. Ese tipo de trabajador, entiéndase trabajador, se desespera porque no llegue la fecha de cobro del salario: actúa como un obrero en su brega con la roca, ignora la presencia de un ser humano con toda su complejidad. Reconoce que no brega con una cosa, sino con un ser humano.

Cuando se les solicita contribuir con carrera de educación y humanidades se niegan a desarrollar esos programas, pero una vez aprobado el 4 por ciento para la educación, ni cortos ni perezosos, sus funcionarios abren esas carreras para disfrutar  la nueva oportunidad presupuestaria en ese prometedor capítulo que atesora buenos dividendos

Veamos. En las universidades privadas hay una inclinación de los dueños y sus funcionarios por verlas como una auténtica empresa educativa: matrícula muy altas para sacar una profesión que puede elevarse a unos cuantos millones por estudiante las más exigentes y las menos exigentes o populares compensan con aulas repletas de alumnos, conocidas de todos los dominicanos. Las que exhiben mejor calidad son costosas y aceptan estudiantes con los mejores índices egresados del bachillerato (generalmente entre 85 a 90 por ciento) que facilitan su trabajo al egresar de los mejores colegios del país, pertenecientes a las clases mejor poseídas. Aún así, el Estado les ofrece subsidios y construye edificios e instala bibliotecas con los recursos del pueblo.

Cuando se les solicita contribuir con carrera de educación y humanidades se niegan a desarrollar esos programas, pero una vez aprobado el 4 por ciento para la educación, ni cortos ni perezosos, sus funcionarios abren esas carreras para disfrutar  la nueva oportunidad presupuestaria en ese prometedor capítulo que atesora buenos dividendos. Se comportan como mercaderes de la educación, tardaron más de 20 años en impartir esos programas.

Sin embargo, la Universidad Autónoma de Santo Domingo ofrece las carreras de Humanidades, Filosofía y Educación desde tiempos inmemoriales cuando eran soportables y emprendidas por apóstoles de la talla intelectual de doña Zoraida Heredia Viuda Suncar, Andrés Avelino, Ivelisse Prats de Pérez, Patín Veloz, Víctor Villegas, Enerio Rodríguez, Ligia Amada Melo, Fabio Mota, Ciriaco Landolfi, Alberto Malagón, Chito Henríquez, Tirso Mejía Ricart, Don Pedro Mir, Juan Isidro Jimenes G., entre otros. Verdaderas luminarias que enaltecían el pensamiento crítico, la reflexión profundamente analítica y el derroche de cultura. Ese proyecto humanístico cuajó unas generaciones democráticas y creadoras de paradigmas políticos y éticos que todavía ofrecen sus frutos a las generaciones presentes, sirviendo de equilibrio frente a las profesiones técnicas y pragmáticas que abundan en los programas universitarios a solicitud de la modalidad del mercado.

En el correr de esta filosofía se plantea convertir la Universidad en una entidad fusionada con el mercado, con la empresa, apegada al crecimiento, al PIB, sin orientarse a una justa redistribución de las riquezas.  Crear un profesional acrítico, privilegiando la informática y otras técnicas, que ya saturan el mercado y no encuentran oportunidades de colocación.

En discurso al recibir el doctorado Honoris causa en la Universidad de Antioquia la filosofía norteamericana Martha Nussbaum, el 10 de diciembre del 2015, al referirse a la educación superior enfocada al mercado, hizo la más dura crítica:  " ….Las humanidades y las artes en la educación primaria/ secundaria como en la técnica/universitaria…vistas por los responsables políticos como adornos inútiles…".

En la misma disertación analiza el carácter rentista de la educación orientada al crecimiento económico y al mercado, descartando la humanidades que contribuyen a la mentalidad crítica, reflexiva que hacen al estudiante ente capaz de reconocer en el otro su humanidad; facilitan la democracia social para un mundo más justo y equilibrado, cuestión que no alcanzan las técnicas ni informáticas en los programas que aplican. Esa es la matriz que desarrolla en su largo discurso Nussbaum, tema que está muy vigente desafortunadamente en el sistema neoliberal dominicano, que ofrece ventajas a los centros educativos y profesiones que se inclinan por carreras no humanísticas.