Desde hace largo tiempo soy un convencido creyente de que la educación es la única vía para progresar y desarrollarse; para eso es imprescindible que el país cuente con una educación de calidad, pero eso parece ser la eterna asignatura pendiente en la República Dominicana.
Lo que era una realidad de pobres resultados, provocados por profesores mal preparados y un sistema educativo deficiente, en donde las víctimas eran los estudiantes, se complicó con el surgimiento de una pandemia que obligó a suspender las clases más allá de lo razonable.
En un artículo anterior dije que esa paralización afectaría a toda una generación, por la gran deserción que estaba provocando y las lagunas que dejaría en los estudiantes. Ya pasado un año de ese proceso, en medio del cual se decidió realizar una inmensa inversión en equipos para educación virtual y en arrendamiento de espacios en radio y televisión para difundir las clases, podemos decir que a los únicos que les fue bien en este experimento fue a los que vendieron equipos y a los que arrendaron espacios.
El ministro de Educación, Dr. Roberto Fulcar, nos sorprendió con unas declaraciones en las cuales dijo, entre otras cosas, que "el año escolar que estaba finalizando fue innovador y exitoso, que la educación impartida fue de calidad, en un ambiente muy difícil y complicado". Creo que el entusiasta ministro no dijo lo que realmente ocurrió en ese accidentado proceso de reapertura, en donde se gastó una enorme cantidad de dinero público, con resultados negativos; pues quienes tenían que aprender no lo hicieron y ésto por más de una razón, entre las cuales están: problemas de conectividad, falta de energía eléctrica, carencia de equipos apropiados, incapacidad para poner atención frente a un radio o una televisión, falta de preparación adecuada para entender los contenidos de las clases, etc. Probablemente la intención fue buena, pero los resultados no justifican lo gastado.
No sé lo que tiene planificado el Ministerio para recuperar el tiempo perdido y los conocimientos no trasmitidos, pero sería una insensatez promover estudiantes a cursos superiores con más deficiencias que las que tenían antes de la aparición de la COVID.
Si las fallas educativas que ya tenía nuestro sistema eran motivo de preocupación, lo que ocurre ahora es doblemente preocupante pues una nación con la realidad de tener estudiantes con peor preparación no le espera un futuro prometedor.
Opino que las autoridades deben analizar el caso con realismo, aceptando lo que realmente ocurrió y no pregonando lo que querían que hubiese pasado; sólo así se podrán tomar las medidas necesarias para tratar de resolver ese complejo asunto. Debe dejarse el exceso de optimismo y poner los pies en la tierra.
No existen secretos ni fórmulas mágicas para lograr una educación de calidad, lo que se necesita es un compromiso colectivo que sume esfuerzos y mejores profesores.
Recordemos que sin educación no hay futuro, ni desarrollo, ni país.