El Banco Interamericano de Desarrollo ha patrocinado la publicación del libro de Felipe Buitrago Restrepo e Iván Duque Márquez, colombianos, que ellos definen como un no-libro, “La Economía Naranja: una oportunidad infinita”, que es relevante para el desarrollo económico dominicano. Es un no-libro porque su texto no es un continuo, es decir, son sobresaltos en la argumentación de cómo la cultura tiene un peso económico en la actividad del desarrollo y un sitial de esperanza para la América Latina. Por ello, las casi trescientas páginas nominales se convertirían en un folletín o en un folletón de cincuenta en un formato tradicional. Para leerlo de un tirón, y vale la pena hacerlo.

“Economía Naranja” es la economía de la creatividad y los autores argumentan que América Latina está en la encrucijada de aprovecharse de las industrias culturales como para basamentar su desarrollo futuro, su acumulación de riqueza y el bienestar de todos los pobladores. Y, agregaría, República Dominicana se encuentra en la envidiable oportunidad de ser reconocida como una “grande” entre las naciones por una potente industria cultural.

Sony, la reconocidísima innovadora tecnológica, es hoy una empresa clave en la industria del entretenimiento. Sony Music y Sony Pictures son las sucesoras de Columbia Records y de Columbia Pictures, que para completar su predominio en la industria del entretenimiento al producir los “gadgets” innovadores en su momento     -los betamax y los walkmans- buscaron producir los contenidos y ahora tienen el predominio en esta área aunque hayan perdido el mercado de la portabilidad frente a los iphones, ipads y ipods.

República Dominicana tiene un predominio importante en la industria del entretenimiento con su aporte de estrellas al baseball, con el MVP de la Serie Mundial, David Ortíz, por lo que podríamos construir una industria de exportación alrededor de esta fama. Algo así como España ha hecho de “la  roja” –su selección campeona del mundial de fútbol- su “marca-país”.

Pero nuestro potencial se encuentra en nuestros ritmos. Juan Luis Guerra y Michael Camilo son nuestros máximos representantes musicales. ¿Podríamos hacer como Corea del Sur que tiene un programa de desarrollo nacional de la industria del entretenimiento (con el interés de hacer una Sony Music y Sony Pictures predominante en Asia) al pretender producir un ritmo y un estilo que represente toda la región asiática, por lo que se explica la explosión de Psi y su viral “Oppa gangnam style”. Hemos visto como Rumai el haitiano ha pegado de forma viral a Palito de Coco y podría ser un “producto cultural” para el mundo. ¿Dónde está el soporte empresarial de medios que pueda potenciar su internacionalización?

Es lo que Buitrago argumenta en su libro. Tal vez, si podemos aprovechar los ejemplos del Carnaval de Rio para hacer de nuestro Festival del Merengue una institución cultural, seríamos un ejemplo al igual que la Feria Internacional de Libro de Guadalajara, el Festival de Teatro de Bogotá y muchos de los ejemplos latinoamericanos.

Estando en Japón estudiando, me sorprendía como se ilustraban los festivales religiosos en todos los rincones como productos culturales para el consumo turístico. Asistí a uno de ellos en uno de los barrios de Tokio. La explicación me llegó cuando me dijeron que el Gobierno Japonés en su política cultural subsidia a las sociedades patrocinadoras de dichos festivales y promueve el calendario de todos con el doble propósito de sostener las tradiciones culturales y de ofrecer el espectáculo “gratuito” para los ciudadanos y los foráneos. Insisto, se trata de mantener tradiciones, no de financiar representaciones artísticas callejeras.

El ejemplo que tengo más a mano es el fenómeno de “Retro Jazz” –el enésimo experimento musical de mi hermano Peng Bian- cuando se inscribe en una tendencia en que a partir de los éxitos de antaño, para jazzearlos de acuerdo a los gustos modernos. Ya Luis Miguel rescató al centenario bolero, recantándolos con arreglos más modernos.

Pues si la música romántica dominicana puede ser parte del patrimonio universal y reconocerlos como un producto cultural producido y exportado desde República Dominicana, el Estado Dominicano puede recuperar el tiempo perdido y auspiciar la construcción de las instalaciones de una industria cultural dominicana a todo largo y ancho del país.

Reconozco un inicio con la Ley de Cine que ha inspirado para que fluyan capitales a una industria que puede depararnos una producción “oscarizada” cuando se destape el talento dominicano, como lo ha hecho en otras artes y en las letras (siguiendo el destape del cine colombiano con su “Virgen de los sicarios”). Mientras tanto, recomiendo la lectura del reportaje de El País sobre el libro de Buitrago disponible en el siguiente enlace:

http://cultura.elpais.com/cultura/2013/10/31/actualidad/1383258220_807481.html

Para conseguir el texto de “La Economía Naranja: una oportunidad infinita” el enlace de INTERNET es:  http://idbdocs.iadb.org/wsdocs/getdocument.aspx?docnum=38143978