Haití tiene una superficie de 27.750 Km2. Su población alcanza 10.847.334 personas y se encuentra en la posición 82, de 195 países. O sea, tiene una alta densidad poblacional con 391 habitantes por Km2.

Por el tamaño de su economía (PIB nominal/US$8,429 millones), Haití ocupa la posición 139. Su deuda pública externa en el 2016 fue de US$2,129 millones, representando el 27% del PIB. La deuda per cápita es de US$210 por habitante.

El déficit del gobierno central fue de -4% del PIB y el de la cuenta corriente -3.2% del PIB.

La balanza comercial arroja un resultado negativo de US$2,879 millones.

El PIB per cápita en el 2016 fue de US$823, por lo que se encuentra en el puesto 173 de 195 países del ranking de PIB per cápita. La inflación fue de 12.4% y sus reservas netas US$1,936 millones.

En el 2017 la economía creció 1.3%, lo que obviamente agudiza la pobreza ya que su población creció en el mismo año un 1.38%.

Las cifras hay que tomarlas con muchas reservas ya que las estadísticas en Haití no son confiables.

El 60% del presupuesto de Haití viene de la ayuda extranjera (recibió US$9,000 millones desde el terremoto del 2010).

A pesar de ello, el crecimiento económico es decepcionante debido a la corrupción y la ausencia de institucionalidad. 

Según el PNUD, Haití ocupa el puesto 108 en el índice de desarrollo humano, donde el 65% de la población vive por debajo de la línea de la pobreza y en cuanto a la esperanza de vida no supera los 50 años.

Un número significativo de personas no tiene trabajo (77%). ni acceso a la salud (casi 80 por ciento).

Los recursos naturales han sido prácticamente esquilmados, observándose desde las alturas un territorio casi desértico.

La pregunta del millón ¿qué se puede hacer en Haití?

Nada se hace sin dinero y eso es lo que hace falta. Pero antes de que eso ocurra hay que institucionalizar Haití. Hay que convertirlo en un país gobernable y viable económica, social y políticamente, con un sistema judicial y legislativo sólido y transparente. De lo contrario, la corrupción seguirá tragándoselo todo.

Con poco dinero también se puede reducir el crecimiento de la población. Haití no debe crecer más del 0.5% anual y su PIB debe mantenerse sobre el 2.5% para que la pobreza disminuye gradualmente.

Además, la alta densidad poblacional presiona demasiado el medio ambiente, lo que nunca se hará sostenible.

El turismo, la minería y las zonas francas, en lo que Haití tiene ciertas ventajas comparativas, deben ser impulsados a toda capacidad para darle aliento a su economía y mejorar el PIB per cápita, la recaudación fiscal y las exportaciones. 

Después continuar con la salud, la educación y la reforestación donde cualquier mejora tendría un impacto grande por sus precarios indicadores.

Solo así, los haitianos refugiados en el exterior se animarían algún día a retornar a su país. Mientras tanto, seguirán viniendo en manada.