La economía dominicana comienza a destilar impurezas porque el fruto que la alimentaba se ha exprimido demasiado.
Y ese fruto se llama endeudamiento, cuyo hedor está llegando a todos los hogares dominicanos. No hay forma de que las autoridades entiendan que no pueden seguir exprimiendo algo que está contaminando los cimientos de la economía.
Mientras la política fiscal está agotada, cansada y explotada al máximo, porque la evasión no se elimina con ITBIs subsidiados ni con exenciones absurdas, la política monetaria ha querido por si sola mantener a flote el crecimiento. Y eso, es técnicamente imposible.
Nuestra economía no ha tomado en cuenta ni las reformas institucionales que frenan un sano desarrollo y no un crecimiento cabalgando en deudas, ni la importancia de mejorar la calidad del gasto público, especialmente en lo que se refiere a toda esa francachela proselitistas que representan unos RD$45 mil millones al año.
El problema eléctrico sigue empeorando y el comercio exterior, en lo que a exportaciones se refiere, sigue su rumbo hacia el abismo. Nada que hacer con la tasa de cambio prevaleciente, que no sea importarlo todo porque resulta mas barato que producirlo internamente.
Pero las cosas están cambiando. Todo tienen un final y no siempre feliz. Nos encontramos en una situación donde todo parece moverse en contra de lo que se pensaba era la panacea para mantener un alto crecimiento con baja inflación, tasa de cambio anclada, poca luz y un quehacer institucional a todas luces desastroso.
El mensaje era sigamos endeudándonos y todo se mantendrá igual que siempre. No hay de qué preocuparse porque tenemos muchas reservas, y el crecimiento volverá a renacer sin necesidad de reformas ni sacrificios fiscales.
En recientes artículos de prensa se habla de que la deuda consolidada del sector público ya supera el 50% del PIB, más específicamente en 51.3%. Pero eso es irreal. Esa deuda supera el 56% del PIB si se suman a las que publica la Dirección General de Crédito Publico muchas que no se cuantifican.
El gobierno tiene demasiados pasivos no registrados que van desde la seguridad social incluyendo el IDSS, hasta los organismos descentralizados cuyas deudas reales no están debidamente cuantificadas. Otras deudas con contratistas y suplidores, también entran en esta categoría ¿Cuánta de esa deuda está flotando en el ambiente en espera de ser pagada con emisiones de bonos?
Cada año, el déficit fiscal cierra entre un 2.3 y 2.6% del PIB y eso se convierte en deuda al año siguiente. ¿Qué pasaría si el crecimiento cae por debajo del 4.5%, con un déficit de 2.5%? La deuda podría dispararse a cerca de un 58% del PIB y eso podría ocurrir este año.
A pesar de esta realidad, el problema no es solo la relación deuda/PIB, que para muchos funcionarios del gobierno aún es baja, sino lo que representa en el presupuesto. Un 43% de los ingresos fiscales entre capital e intereses.
Ni Grecia dedica tanto dinero en su presupuesto para pagar su deuda como tampoco una docena de países que tienen una deuda pública sobre el 100% del PIB. Ninguno de ellos llega ni al 25%.
El porcentaje que tiene Republica Dominicana es insostenible.