La dominicanidad es condición de cultura. La dominicanidad es lo que nos identifica como dominicanos: nuestro carácter, manera de ser y de comportarnos en grupo y en sociedad. La dominicanidad es condición distintiva que se nos sale por los poros, por la gestualidad, por el pensar, habla, actuar, por los movimientos al bailar… Es lo que nos caracteriza como pueblo, cuando el ritmo de la tambora, del güiro y del acordeón, nos hace vibrar la emoción de sentirnos dominicanos.

La dominicanidad, es nuestra individuación dentro de lo caribeño y de lo universal. Decir “soy dominicano”, tiene toda una connotación simbólica, llevar adentro la dominicanidad, una manera de existencia. República Dominicana, significa más que el pedazo de tierra bendecida que acoge el cuerpo o el alma; es la cultura a la que pertenecemos, es la patria a la que amamos. Su historia que es la nuestra,  nos vivifica los sentimientos y reafirma la conciencia de ser dominicanos.

Lo dominicano es lo propio de este pueblo y de su gente, y la dominicanidad es un complejo de condición o calidad, es lo que cualifica a lo dominicano. Es, también,  una categoría cultural, dinámica y de diversos significados.

Analicemos: Se es dominicano por nacimiento o por naturalización, en un sentido estricto y legal del término. Pero…, no son pocos los que nacidos en esta tierra, se han dispersado por el mundo y adquirido otras costumbres, y de dominicano solo les queda, el haber tenido el primer lloro aquí. Por otro lado, hay quienes a pesar de haber nacido en otros lares, viven dentro de este pueblo, y han forjado su personalidad acorde a él y a su cultura, se han integrado –aplatanado- de tal manera que son indistinguibles de los nativos. Otra dimensión de análisis, es que dentro de los propios nativos, hay gran variedad de maneras, caracteres, temperamentos que se hace difícil  hablar de uniformidad en lo dominicano.

La dominicanidad es más que aquella condición de haber nacido en esta tierra prometedora y de ensoñación. Hay quienes nacidos aquí, sin embargo, reniegan de ella, la rechazan, y más aún, le hacen daño, la ultrajan, la humillan y la hacen sufrir con sus acciones depredadoras. Hay otros nativos que emigran, y ni sienten ni padecen  -con su indiferencia maldita-  los sufrimientos y gozos del devenir social, del complejo entramado de vivencias disímiles, riesgosas y encantadoras de vivir aquí,  soportar, luchar  y aportar.

La dominicanidad no puede depender, simplemente, de la tierra dominicana donde se nació ni de la ciudadanía política de que se goza…, y a veces, se sufre. La dominicanidad es más que un acta de nacimiento y/o de naturalización que llena de sellos, no llena la plenitud del corazón. La dominicanidad, es complejo de sentimientos, de ideas, de actitudes. Es la condición de sentirse dominicano y la voluntad de querer serlo. Trasciende los límites del nacimiento o la ciudadanía adquirida, es aún más profunda, es todo un especial  sentido de pertenencia que nos envuelve con su fulgor misterioso y nos identifica. Ser dominicano es plenitud de entrega, pasión, amor por la patria amada, a la que se le debe humilde servicio.

Padecemos, muchos de nosotros, un complejo de nacionalismo extremo y cercenador que limita la inclusión real y verdadera de quienes, sin haber nacido en esta tierra, le dan su vida instante por instante, y contribuyen a la construcción de lo nacional, de la dominicanidad.  El dominicano puro, no existe.

La dominicanidad es la pertenencia a la cultura dominicana. Una cultura creadora, dinámica y social. Podríamos hacer una analogía, siguiendo la metáfora: La dominicanidad ha surgido como el delicioso sancocho y nos tipifica, como aquel. Nuestro sancocho cultural, se ha ido cociendo en el devenir histórico, con el aporte de las más diversas étnicas, de los más dolorosos y enriquecedores procesos sociopolíticos. Con el tiempo, siempre entran elementos nuevos y crudos a la cazuela para cocerse que en esta metáfora, es la nación dominicana; y las manos del cocinero: el pueblo dominicano transformador.

En el bullir social se cuecen juntos, uniéndose  unos con otros, salpicados por el salero del mar Caribe y por los aportes de diversas culturas inmigrantes, con los sazones heredados que le imponen un sabor muy nuestro. Y en la gran cazuela cultural se entremezcla ese conglomerado heterogéneo de diversas razas y culturas, de donde vienen muchas carnes y cultivos, técnicas cocineras y otros secretos que hacen de nuestra culinaria tradicional, una exquisitez para el paladar.

Así mismo, llegaron gestos, ideas y actitudes, costumbres, creaciones artísticas y culturales que nos han enriquecido. Todo se agita, disgrega y se funde, en un mismo fuego social. Y desde el  fondo de la cazuela cultural, va surgiendo una masa nueva, diversa pero compacta, única; producida por los elementos que al desintegrarse en el hervor histórico, han ido sedimentando sus más auténticas esencias, con un sabor propio de creación. Así ha ido creándose nuestro sancocho nacional, por la mezcla de cocinas, mezcla de sabores, mezcla de ritmos, mezcla de culturas. El nuevo caldo denso, es nuestra cultura nacional, con los más auténticos y originales rasgos que distinguen nuestra identidad cultural. Esta identidad taaan nuestra que nace y sigue renaciendo, en renovación constante y modela la dominicanidad que llevamos dentro, la que gozamos y de la nos sentimos orgullosos.

¡Cada día deberemos celebrar una fiesta a la dominicanidad!