La idiosincrasia o manera de ser del promedio de la población nacional se distingue entre otros desmerecimientos por la dificultad de aceptar y mucho menos proclamar el éxito del prójimo, y esta contrariedad genera un doloroso reconcomio causante de una ceguera que nos impide reconocer las virtudes y abnegaciones de los demás.

Se podrá argumentar que esta tendencia es más bien propia de la naturaleza humana al intentar así defender su profundo egocentrismo, pero es bien sabido que ocultar la calificación de los demás es característico de las comunidades con niveles formativos y educativos insuficientes como lo es precisamente la nuestra desde hace mucho tiempo.

Hago esta observación por lo que está ocurriendo actualmente con la gestión del ingeniero agrónomo Osmar Benítez al frente del Ministerio de Agricultura – desde mayo 2018 – cuyas iniciativas, no obstante su carácter reinvindicativo para el rescate de la institución, la productividad agropecuaria y la profesión, no han tenido a mi juicio la resonancia adecuada.

En la prensa escrita hay muy buenos analistas así como comentaristas televisivos que han ponderado con justicia las providencias más relevantes tomadas desde su designación, pero nos parece impostergable destacar algunos hechos que por su repercusión en el mundo de la agropecuaria criolla tienen una connotación verdaderamente histórica.

Sólo aquellos aquejados de una  aguda ceguera o poseídos de una envidia impenitente no admitirían los innegables aciertos de Benítez en el Ministerio, y por ello resultó sorprendente la absurda crítica de los dirigentes de CONFENAGRO de que él carece de propuestas perdurables en el tiempo ya que solo trabaja a base de emergencias.

Mas adelante intentaremos ofrecer respuesta tanto a esta fantasiosa y peregrina infamia como a otras de interesada procedencia, ocupándome de momento de una recurrente censura que dentro de la llamada “élite” agropecuaria del país se le hace al Ministro como un testimonio de su supuesta impaciencia  por ocupar la posición que ostenta.

Pregonan en ocasiones los que desde hace años cultivan su cercanía, que Benítez estuvo siempre dominado por el presunto empeño de ser Secretario de Agricultura, y quienes a la hora actual  aun lo afirman, no lo hacen con el sano propósito de atestiguar una vieja “amistad” sino con el insano designio de atribuírle una inconfesable ambición.

Es posible que por su constante frecuentación con los Secretarios de entonces tomara pronta conciencia de lo que éstos debían hacer pero no hacían, y que naturalmente pensara o comunicara a su entorno las pretensiones que se le atribuían pero con la única finalidad de que la institución asumiera el papel que le correspondía.

Osmar era testigo de excepción de las maniobras de los técnicos para sobrevivir con un salario de hambre; de la angustía de jubilarse sin seguro médico; de extensionistas a pie; de carecer la institución de crédito, equipos pesados y estar endeudada; del caos departamental en fin, del reino del desorden imperante.  Un desastre así imspira deseos de ordenamiento.

Luego de esta necesaria aclaración expresada con el interés de salirle al frente a quienes con el pretexto de conocerlo dizque muy bien lo que hacen  es  externar una antigua malquerencia, me permitiré indicar que en lo adelante publicaré  con frecuencia trabajos sobre los programas, proyectos  y normativas que por su originalidad e importancia deben conocerse.

Hace poco y con la finalidad de ofrecer un testimonio escrito del mérito ajeno, llevé  a la prensa un artículo titulado “Una acertada previsión del Ministro de Agricultura” donde comentaba su Programa nacional para enfrentar en el futuro los perjudiciales efectos que para la producción animal tienen en nuestro país los largos y severos períodos de sequía.

Con perseverante aparición resaltaré entre otros el impacto de la categorización de los agrónomos en las Universidades; el remozamiento fisico de todos los locales del Ministerio; sobre Toño David y el Día del Agricultor; lo que no se cacareó en el análisis de la UCAMAIMA sobre las visitas sorpresa;  Benítez: el peripatético Henry Wallace dominicano etc.  Contrario a mi costumbre,  consistiran en trabajos breves de apenas 12 párrafos como el que ahora tienen en sus manos.