Un libro de José María Aznar titulado "Retratos y perfiles: de Fraga a Bush", se ha convertido en éxito de librería en España y América Latina. Aznar dedica todo un capítulo a sus difíciles relaciones con el dictador cubano Fidel Castro, que muestra al tirano cubano, viejo y achacoso, en una dimensión distinta a la que la propaganda nos ha mostrado siempre.
Según el líder español, Castro le habría admitido en una reunión en La Moncloa su doble postura moral en relación con el embargo norteamericano. Mientras lo usaba para fustigar a Estados Unidos la necesitaba para mantener su control interno. Aznar confiesa en su libro su poco entusiasmo por Castro. "No le tengo ni le he tenido la menor simpatía al régimen de Castro", dice. "Es cierto que Castro se ha ganado su puesto en la historia, pero no es un puesto envidiable. Será recordado como un dictador cruel e inhumano".
Se trata de un libro polémico que desata muchas controversias, especialmente en esta parte del mundo hispano. Pero es una verdad fuera de todo cuestionamiento que Castro se ha convertido en el más viejo dictador, a pesar de haber delegado protocolarmente el mando en su hermano Raúl, con cinco décadas y media de control absoluto sobre la vida de su país y su terca resistencia a permitir siquiera tímidas disposiciones democráticas como lo ha estado exigiendo desde hace años la comunidad internacional.
"No logro comprender la fascinación que ejerce Castro", escribe Aznar, "ni consigo comprender que todavía haya personas que crean de buena fe que la revolución castrista ha tenido algún efecto positivo para Cuba". También destaca el tedio que produce hablar con Castro, al mostrar asombro por aquellos que sienten placer de pasar siete u ocho horas seguidas de conversación con él, idea esta que a él le produce " desazón y una sensación anticipada de profundo aburrimiento".