Uno de los acontecimientos intelectuales más sazonado y escuchado de los últimos días es la llegada triunfal a nuestra tierra de Agustín Laje, un discutidor contumaz de tema de género en el modo ideológico. Todas las mujeres reconocidas como polemistas o diestras por sus lenguas que asomaron la cabeza en los temas que Agustín es diestro con la navaja que funciona en su paladar al parecer fueron vencidas. Según opinaban los twitteros, que como los espectadores de coliseo de Roma en los tiempos del imperio ponían sus pulgares hacia abajo para terminar viendo los destrozos esparcidos de damas reconocidas en la arena del debate. Hasta el punto de que una de las más diestras desertó de la discusión con las lágrimas a fondo, diciendo en tono chauvinista que había que defender lo nuestro o las nuestras. Sin importa si Agustín decía la verdad o no, había que rechazar de él que no era dominicano.

Ese momento de la historia, hito de las discusiones inútiles, no fue más sangriento porque a diferencia de la su llegada clandestina, casi apagada, en abril de 2018, no vino con Nicolas Márquez, un defensor y racionalizador, igual que Agustín, de los horrores de las dictaduras militares de los 70 en el sur de América. Alegando que los crímenes castrenses eran culpa de los tiempos en que vivieron personajes como Pinochet y Videla. Tal criterio tiene Nicolas Márquez, que debe orar para que antes del fin de los días Pinochet será venerado como un santo. Después que lo veamos ascender hacia el cielo liberal desde su sala en el infierno. Perdonados los pecados de Pinochet, que incluyen crímenes, razonaremos que la culpa estuvo en los otros. Todo sucederá el día en que el mundo se arrope con el manto liberal, exorcizando al fantasma de comunismo que visto en el mundo desde 1848, se dice hoy que no sale, pero ellos, Agustín y Nicolas, dicen que lo ven.

Agustín y Nicolas no observan el construccionismo y el género como un mal en sí o per se, sólo lo consideran un mal cuando todas sus teorías se derivan de la izquierda y lo consideran parte de la subversión cultura, que ha sustituido la subversión armada y todo lo arcaico que tiene el marxismo decimonónico y el de los años 60 del siglo pasado. Dicen ambos autores que la izquierda silenciosamente cambio de piel para apropiarse de los espacios democráticos, cambiando el fúsil por la boleta de votación y asumiendo una soflama distinta del discurso estalinista. Al mismo tiempo descartando el terrorismo subversivo para asumir el tema de la inclusión y la igualdad entre los hombres con todos sus ismos hasta llegar a la ideología de género, que se subdivide en feminismo, abortismo y homosexualismo cultura. Los dos argentinos dicen que esto parte de las concepciones de una izquierda que hegemonizó las aulas, las cátedras, las letras, las artes, la comunicación y el periodismo, secuestrando la cultura modificando la opinión pública, hasta querer apropiarse la manera de pensar de las personas.

César Vidal, que igual que los dos héroes argentinos del catolicismo y de la derecha, ofrece charlas sobre los pecados de la ideología de género, y en tiempos libres revisa la historia de España para hablar de las virtudes del franquismo y los males de la república, rebate o contradice Agustín y a Nicolas, diciendo que se equivocan. Dice Vidal, el género no es sólo un tema de la izquierda, que el asunto viene de algo más grandes y siniestro, que nos viene impuesto igual por gobiernos del centro capitalistas. Poniendo como ejemplo a España, país del que es oriundo, dice que el construccionismo de género y la tesis más acabada del feminismo igualitario han sido temas de los conservadores y de los marxistas por igual.

Todo el tema de la homosexualidad con pretensiones hegemónicas y de la homosexualidad cultural surgió en los Estados Unidos, no en la Unión Soviética. El tugurio de la mafia llamado Stonewall no quedaba en Stalingrado ni en Leningrado, sino en un barrio de la ciudad de New York. Los comunistas con respecto a los homosexuales tenían, o tienen algunos todavía, una verdadera fobia, que Agustín y Nicolas usan sólo para explicar la criminalidad de los gobiernos soviéticos. Pero todo se inició como un asunto de maricones y bebedores de tragos hartos de redadas policiales en un bar de Greenwich Village, de la ciudad de New York.

Todo el aparato teórico de esa cultura gay, queer o cualquier sea afín a estas surgió de las universidades estadounidenses y personas como Simone de Beauvoir sólo eran ancestros o antecedentes. Judith Butler, Shulamith Firestone y Kate Miller etc. no fueron ni han sido teóricas nacidas en el en lar soviético y el tema de la deconstrucción de la relación binaria se origina en teóricos transexuales, antropólogos y sociólogos norteamericanos, porque según su planteamiento el asunto del género se diseña en lo social no en lo biológico.

El feminismo y los homosexuales han adoptado un sincrético modo de lucha que asume los métodos de los negros por los derechos civiles y los modos de argumentación de los franceses y otros europeos, asumiendo conceptos elaborados por teóricos como Michel Foucault y sus ataques a lo entendido como normal o la deconstrucción de Jacques Derrida, hasta llegar un desorden conceptual plagado de imposturas intelectuales que se aceptan más por no discutirlas que por entenderlas. Así el tema se aprenden como un credo al margen de lo científico. En tal caso de que se rebata se dice que es ciencias los que desde el género se argumenta.

Eso ha abierto un campo de batalla en la que se ha establecido la primera línea de defensa del capitalismo, dejando al margen el tema de la desigualdad material. Mientras se enciende el debate sobre la ideología de género, los homosexuales, abortos y el feminismo se ha creado un abismo económico en el que de un lado la riqueza se concentra y del otro la pobreza se esparce. Para defender eso Agustín y Nicolas asumen conceptos falaces marcando la idea de que sólo desde la izquierda se destruye la familia y que sólo los beodos soviéticos golpeaban a sus mujeres. Únicamente le interesa la discusión en la medida que puedan presentarla en forma maniquea en contra de la izquierda, asumiendo por apropiación el lado bueno del mundo dejando para la izquierda el malo. Mientras hay una diferencia material que termina destruyendo familias y todas las formas de sensibilidad humana.

El gran problema es que mucho de los interlocutores de personas como Agustín y Nicolas carecen de imaginación y asumen ideas que no pueden defender cuando carecen de fundamentos teóricos y en gran medida se llevan del absurdo, asumiendo dogmas que no le son propios. Sin darse cuenta que la sociedad va cambiando y que deben asumir ideas que la derecha sea robado sin que le sean propias. Hay que reconocer que hombre de derecha no siempre es un tarado o alguien del todo equivocado. La diversidad y la tolerancia está reproduciendo un individualismo acérrimo que desdeña la vida de carencias de los otros, para defender las aberraciones de un desfile de gente que hace trampa para hacer sus preferencias sexuales fundamento de la cultura dominante y el leitmotiv de la vida de los otros.

El hombre de derecha ha entendido que en la democracia el debate define un fundamental campo de batalla y que los instrumentos para esa contienda son las ideas, no los dogmas y la razón congénita sin contradicciones. La gente cansada, como dice Mark Lilla, no responde a cualquier mensaje y se vuelven hostiles a la manera de hablar, de escribir y argumentar de los que se entienden liberales en el sentido político. Si la llamada izquierda o los progresistas, por más sentido peyorativo que gente como Agustín Y Nicolas le den a esta palabra, no prestan atención a las necesidades sociales de la gente y recurren a la defensa del individualismo en el campo sexual, haciendo de esto la única bandera de lucha, la gente se irá detrás de cualquier alternativa, perseguirá cualquier quimera material e ignorara cualquier cosa que digan, por su falta de sintonía con sus necesidades, que no son la de acostarse con su mismo sexo ni la igualdad de género.