El sábado pasado me referí a dos temas, jerarquía y democracia; y concluí expresando en mi consideración que la construcción de la humanidad no debería estar marcada por una jerarquía que propicia subordinación y discriminación, sino por un sistema de organización funcional para la convivencia social, desde el Ser libres e iguales en dignidad y derechos, como afirma nuestra Constitución. Prometí que en el día de hoy hablaría de la discriminación específica que sufren las mujeres por su condición de mujeres y otros grupos discriminados por su condición.
El reconocimiento de la dignidad de la persona se concreta desde el Derecho, enmarcado en un Estado, cuya principal función es garantizarlos, basados en los pilares de justicia, libertad e igualdad. En consecuencia, el derecho se convierte en un fin en sí mismo, y existe la obligación de garantizar el bien colectivo o sea de todos los habitantes de la sociedad. Planteado de esta manera, por lo regular nadie tiene ninguna objeción, todo el mundo suele estar de acuerdo. A pesar de esto, siguen existiendo leyes discriminatorias, porque el “inconveniente” radica en que las situaciones de conflicto, las situaciones de violación de derechos, por lo regular a grupos discriminados, suelen presentarse cuando se particulariza. Veamos dos ejemplos.
Hay un Meme Argentino, que dice:
Querés ser un imbécil
y no sabés cómo?
¡ES MUY SIMPLE!!
AGREGA UN PERO AL FINAL DE CUALQUIERA DE ESTAS FRASES:
- NO SOY HOMOFÓBICO
- NO SOY TRANSFÓBICO
- NO SOY FACHO* (fascista)
- NO SOY MACHISTA
- NO SOY RACISTA
No quiero decir que sea tan simple la cuestión, pero tiene tanto de verdad este meme. Por lo regular estas expresiones, seguidas de un pero, van a dar cuentas de pensamientos prejuiciados, discriminatorios o de invalidación de algún derecho. La construcción imaginaria del mundo está hecha para que naturalicemos la negación de derechos, por eso resulta tan simple violarlos; En ocasiones, exigir su cumplimiento se convierte en “una exageración”. Un ejemplo: El acoso callejero, parece tan normal, que aun lo converses en espacios de un nivel en el que supondrías que habría comprensión inmediata sobre lo que sufren nuestras niñas y las mujeres por la agresión cotidiana de este tipo de acción, eufemísticamente caracterizado como “piropo”, te encuentras con respuestas, tan absurdas, como que “ese es un ¡termómetro! para saber que están bonitas”. Y como algunas consideran que está bien, de inmediato, la que te colocas en la posición de –fuera de lugar– eres tú, porque ¿Cómo es posible que eso sea violencia? Se les olvida que hasta hace muy poco, estaba tan normalizado que los maridos pegaran a sus esposas, que cuando pasaba, si la mujer se quejaba, el consejo era: “aguanta, que esa es tu cruz, por los hijos, todo se soporta”. El respeto va de lo grande, a lo que no nos parece tan grande, y hay que ejercerlo en todas las circunstancias. Nada que atente mi dignidad, nada que invada mi voluntad, ninguna agresión es válida. Este año la Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra, organizó una Campaña contra el Acoso Callejero, que debería ser imitada por toda la Sociedad. En uno de sus carteles tenía la imagen de una niña y decía lo siguiente: “No quiere sentirse valiente cuando sale a la calle, quiere sentirse libre”.
Se ha escrito tanto sobre la discriminación de las mujeres que, en ocasiones, siento cierta desesperanza, pero cuando observas las cifras te das cuenta, que falta tanto por lograr, y que quiero vivir en un mundo libre, igual y seguro, entonces otra vez me animo. Porque si el machismo se recicla y el patriarcado se las ingenia para conseguir la forma de seguir dominando el mundo, a pesar de que se constata día a día, que no vamos por el mejor de los senderos, hay que continuar evidenciándolo.
Ivette de Jacobis, empresaria mexicana, informa en su blog el pasado marzo, que según Grant Thornton y de acuerdo con la última investigación del International Business Review aplicada a 5,520 empresas, en 36 economías del mundo, la proporción de empresas sin mujeres en puestos de alta dirección aumentó en América Latina al pasar de 34% en 2012 a 52% en la actualidad. Esta disminución se da a pesar del reconocimiento que hacen las empresas de que les ha ido bien con las mujeres dirigiendo, lo que evidencia que esto puede ser clave para un progreso más amplio del mundo. Las recomendaciones del estudio van encaminadas a que las mujeres salgan de su “zona de confort”, que asistan a mas cenas de trabajo, a cocteles, aprendan a jugar al golf o al baloncesto. O sea, que parecería que lo que ha marcado el retroceso, es su no inclusión en los espacios sociales que siguieron siendo masculinos, posiblemente porque la responsabilidad doméstica principal, aun las mujeres escalaran a puestos de alta dirección, siguió siendo femenina; o quizás por la resistencia a incluirlas en esos espacios masculinizados. En las recomendaciones hay poco cuestionamiento al rol de la empresa, y al modelo que propicia que las decisiones se sigan tomando en espacios no institucionales. Tampoco incluye reflexión en torno a cómo crear los vínculos entre la vida familiar y la vida laboral que involucre a ambos sexos; sino, esa visión de la maternidad como responsabilidad cuasi exclusiva de las mujeres, “si deciden parir” y no como responsabilidad compartida, de la pareja y de la sociedad, que, si no se reproduce, no existirá. Las mujeres tenemos derecho a ser madres, si así lo decidiéramos, y a la vez, ser profesionales, en un contexto social, donde la obligación de cuidado sea compartida y solidaria.
Pasemos a otra discriminación, nuestro sistema como la mayoría de los sistemas, nos impone la heteronormatividad; lo que implica que todo lo demás es “anormal”. A pesar de que nuestra Constitución expresa en su artículo 39 (lo digo tanto que parezco disco rayado), que “todas las personas nacen libres e iguales ante la ley, reciben la misma protección y trato de las instituciones, autoridades y demás personas y gozan de los mismos derechos, libertades y oportunidades, sin ninguna discriminación por razones de género, color, edad, discapacidad, nacionalidad, vínculos familiares, lengua, religión, opinión política o filosófica, condición social o personal…”
Este es un pronunciamiento categórico y formal, en el documento que nos constituye como Estado, a pesar del cual las personas Lesbianas, Gay, Bisexuales y Transexuales (LGBT), son discriminadas por su condición. Es cierto que en el país no tenemos leyes que criminalicen estas orientaciones, pero no es menos cierto, que tenemos una práctica de opresión y estigmatización.
Estas prácticas de opresión se acompañan de disposiciones normativas excluyentes, que les impiden realizar actos del derecho civil. Hay que reconocer, que el gobierno central, sobre todo a través del Consejo Nacional para el VIH y el SIDA, ha tenido un trabajo de apoyo para este grupo poblacional, que aplaudimos, felicitamos y valoramos, pero no es suficiente. La orientación sexual, no debería ser óbice que medie tus derechos.
Si tus derechos te corresponden por tu condición de persona, si eres persona, te pertenecen. Es cierto que hay limitantes, pero estas están referidas a circunstancias y condiciones específicas. Por ejemplo, cometer un acto ilícito, debidamente juzgado, por el cual hayas sido condenado; eso es parte del juego de la democracia, el sometimiento a un régimen de consecuencia por ilícitos debidamente juzgados. La condena puede contener limitación de derechos por el periodo de la misma, no los pierdes, pero no puedes ejercerlos, hasta que cumplas la pena. Con este ejemplo, lo que quiero significar es que cualquier limitación o denegación de derechos a una persona, que no esté sustentado en ese control público para la buena convivencia, deviene en un acto discriminatorio.
Si usted mediante un acto civil quiere regularizar su libre convivencia con otra persona mediante el contrato de matrimonio (que es el nombre establecido en la norma para este acto contractual), el Estado, alegando que la Constitución establece que ese acto solamente está permitido para parejas heterosexuales, le niega la posibilidad de realizarlo, le está discriminando, porque no hay un sustento de ilicitud. Ese mismo Estado ha afirmado que las personas LGBT son libres e iguales en dignidad y derechos. Si eso es cierto, ¿Cuál es el fundamento para prohibir que dos personas adultas realicen un contrato civil?
Si se quiere alegar que el Matrimonio es una institución religiosa, entonces el acto contractual del Estado debería tener otro nombre. Los actos del Estado Civil, no son religiosos y deberían poder ser realizados por toda la ciudadanía con la edad suficiente para realizarlo.
No necesariamente son temas fáciles. Si lo fueran, no provocaran tanto dolor, no hubiese tantas personas que les resulta difícil aceptar su orientación. No habría personas que quieren aceptarlo, pero para las familias se convierte en un problema. Soy de las que pienso, que nos podríamos ahorrar todo este drama humano, con aceptación y respeto. Mi experiencia familiar me permite hablar categóricamente de que la educación basada en la comprensión de que existen diferentes tipos de modelos de lo humano, ahorra sufrimientos, traumas, secretos, abusos, en fin, una gran cantidad de dolor que se produce por el apego a una construcción imaginaria irreal, que nos quisieron vender como cierta y que a pesar de toda la evidencia que la desmiente nos empeñamos en mantener.
Empatía, tolerancia, vivir y dejar vivir.
De facismo y racismo, hablaremos luego.