El Síndrome de Inmunodeficiencia Adquirida  – SIDA – surgido y diagnosticado a nivel internacional en los años ochenta del pasado siglo, es un padecimiento viral que en sus inicios tenía una alta letalidad, y por pertenecer sus primeras víctimas al colectivo LGBT consideraron los creyentes monoteístas que se trataba de un castigo divino a quienes transgredían la norma sexual.

Las investigaciones médicas llevadas a cabo desde su aparición han revelado que dicha pandemia era de vocación democrática pues sus portadores no sólo eran aquellos que preferían la naturalidad a la normalidad, sino cualquiera cuyo erotismo estuviera excitado por la promiscuidad y además, que su transmisión únicamente se hacía a través de dos vías: el contacto sexual y la transferencia sanguínea.

Uno de los logros más significativos en el combate contra esta plaga ha sido sin lugar a dudas la formulación de un Tratamiento Antirretroviral (TAR) consistente en un coctail de medicamentos capaces de suprimir o mantener la carga viral baja con respecto al Virus de Inmunodeficiencia Humana (VIH).  Debemos advertir que el TAR no cura el Sida pero ayuda a los infectados  llevar una vida más larga y sana.

Hace más de tres décadas que al ex – baloncelista estrella de los LaKers Magic Johnson se le diagnosticó esta enfermedad y sin embargo su actual apariencia física es la de un atleta robusto y saludable, inspirando su proximidad más confianza y menos peligro de contagio que el despertado por muchos enfermeros, paramédicos y médicos que hoy repudian a los pacientes de SIDA en centros hospitalarios del país.

Es verdad que todos los enfermos con males infecciosos – gripe, tuberculosis, lepra, hepatitis, sida, sífilis etc – suscitan un cierto recelo a nivel de la población y en particular en los trabajadores de la salud que deben ofrecerles asistencia médica directa, ya que existe el riesgo de contraer la afección si no se toman las medidas cautelares para prevenir el contagio.  Cierta reserva sí, repulsa jamás.

Recuerdo que a finales de la pasada centuria cuando se afirmaba que únicamente los réprobos de la sexualidad normal, los exiliados de la  respetabilidad – como se les llamaba – eran los vectores del VIH, los bancos de las plazas públicas donde solían sentarse para alternar no eran usados por aquellos que conocían sus preferencias eróticas y además, jamás se les prestaban los cortauñas por la probabilidad de adquirir la enfermedad.

Pensábamos que a estas alturas y debido por un lado al Tratamiento Antirretroviral disponible y por otra parte a la existencia de un protocolo, un procedimiento de manejo específico para estos enfermos, los mismos no eran evitados, segregados por los médicos y el personal sanitario que laboran en los centros asistenciales donde acudían solicitando atención a su padecimiento.

Lamentablemente la verdad es otra ya que de acuerdo a declaraciones del Director del Consejo Nacional para el VIH y el SIDA – CONAVIHSIDA – Doctor Víctor Terrero, y a pesar de las campañas de concientización orquestadas por las autoridades y la sociedad civil en contra del rechazo a estos pacientes, un 28% de los médicos consultados no quieren verles y mucho menos tratarles.

Según la prensa muchos facultativos nacionales se oponen tajantemente  a practicarles a estos enfermos estudios invasivos como lo serían una endoscopía, una colonoscopía, una diálisis, una extracción dental, una histerectomía o una sencilla operación quirúrgica.  Tampoco hay para estos desdichados camas en los hospitales y el maltrato y la descalificación caracterizan la manera en que son tratados.

Desde luego este manejo  anti – ético de los pacientes con SIDA revela la desinformación, insensibilidad y falta de instrucción aun prevaleciente en muchos profesionales de la medicina aquí en la República Dominicana, comportamiento diametralmente opuesto al observado dentro del personal que brinda sus servicios sanitarios en clínicas, hospitales y centros asistenciales de  otras latitudes.

La clase médica dominicana no debe olvidar que después del África subsahariana los países de la cuenca del Caribe tienen la mayor prevalencia de VIH en el mundo, y que nuestro país con una incidencia general de VIH  de 1% – 69,000 personas infectadas hasta el año 2014 – tiene la tasa más alta de cualquier  país de habla castellana en ALC – América Latina Caribe–.

Ante este dramático panorama sería oportuno y deseable que los custodios de la salud ciudadana depusieran su conducta discriminatoria ante los pacientes de SIDA asumiendo una actitud más solidaria y de avenencia hacia esta patética colectividad, tal y como desde hace poco tiempo están adoptando los técnicos de extensión y capacitación agropecuarias del Ministerio de Agricultura.

En qué consiste este audaz posicionamiento?  En lo siguiente: las investigaciones sobre esta enfermedad han revelado que el TAR – Tratamiento Antirretroviral – es más eficaz en aquellos pacientes que tienen una nutrición equilibrada, que no padezcan de inseguridad alimentaria, pues en estos casos están en mejores condiciones orgánicas para absorber, metabolizar y resistir los medicamentos del TAR.

De acuerdo a estudios recientes en los países ALC la cobertura del TAR se ha incrementado notablemente – en la RD se estima que es de 80% – pero la incierta disponibilidad de alimentos nutricionalmente adecuados y sanos,  o la incapacidad de adquisición en nuestro país, ha convertido en un obstáculo su acceso al tratamiento y así garantizar la cobertura entre los enfermos de escasos recursos económicos.

En atención a ello desde hace un poco más de dos años el Consejo Nacional para el VIH y el SIDA (CONAVIHSIDA); el Ministerio de Agricultura (MA) como socio estratégico; el Programa Mundial de Alimentos (PMA) de las Naciones Unidas; investigadores de la RAND de los Estados Unidos; la Universidad de California en San Francisco (UCSF) y la UASD, firmaron un acuerdo de trabajo para mejorar el acceso y la pertenencia al TAR.

Como resultado del mismo, el programa de huertos urbanos del MA ha extendido sus proyecciones aperturando espacios de este tipo en la Romana – Villa Hermosa, Guaymate -; en San Pedro de Macorís – Consuelo –; en Santo Domingo Norte – Sabana Perdida – y próximamente lo hará en La Vega y Valverde.  Estos huertos tienen la particularidad de ser atendidos, cultivados casi en su totalidad por personas afectadas por el SIDA.

El consumo de las hortalizas cosechadas les reportaría las vitaminas, minerales y principios esenciales requeridos para una nutrición balanceada, equilibrada, requisito fundamental no solo para tolerar y asimilar los componentes del TAR sino también para asegurar el acceso a la cobertura del mismo, garantizándose de esta forma la disposición en todo momento de los beneficios de su consumo.

La dedicación al cultivo de estas verduras también  mejorará la calidad de vida de estos pacientes, cuyos excedentes podrían ser eventualmente vendidos disponiendo entonces de un ingreso monetario inicialmente no contemplado.  Con esta actividad productiva la interiorización de la estigmatización social que padecen estas personas será menos angustiante, se sobrellevaría con una mayor resignación.

La implementación de estos huertos con asesoramiento nutricional, la evaluación de esta novedosa intervención se hará a través de un estudio piloto de ensayo clínico controlado que comparará los resultados obtenidos con la atención clínica habitual.  Todo parece indicar que como lo observado en otras zonas geográficas,  una alimentación balanceada, más sana,  beneficiará la eficacia del TAR.

Si establecemos un simple parangón entre la actitud de repudio de la clase médica dominicana hacia los pacientes con VIH y la acción inclusiva, de reinserción adoptada por el Ministerio de Agricultura notamos que las autoridades del campo dominicano son mas consecuentes con el dolor ajeno que los galenos y enfermeros que deberían emular en su ejercicio a Salvador B. Gautier, Heriberto Pieter, Luis E. Aybar  y al Doctor Defilló.