El debate presidencial estadounidense del martes 29 de septiembre pudo haber sido la oportunidad para conocer elementos de las agendas de ambos candidatos y, dentro de ellas, el acápite de la salud y la atención a la discapacidad, algo que de hecho ha estado presente en la esfera presidencial en los EEUU desde los tiempos de George Washington, de quien retrospectivamente se piensa que vivió con dislexia.  Este pudo haber sido el caso también de Thomas Jefferson, Woodrow Wilson y Dwight Eisenhower.  Y, como es de todos sabido, los presidentes Franklin Delano Roosevelt y John F. Kennedy tuvieron grandes problemas motores, aunque Kennedy los ocultaba mejor.

Debido a que cuestiones de forma e irrespeto al protocolo no permitieron avanzar mucho en el plano de presentación de las ideas, desde El Arca, asociación que trabaja por la inclusión de personas con discapacidad intelectual, se hizo acopio y revisión de las trayectorias y planes de cada uno de los candidatos con respecto a estas temáticas.

El año 2015 fue revelador en este sentido. El entonces vicepresidente de los EEUU, Joe Biden, quien no se había destacado por una gran atención a la discapacidad en todos sus años en la esfera pública, señaló que una de las razones por las cuales no se refería a menudo a esta dimensión de su experiencia era porque, a su entender, esta era una de las discapacidades sobre la cual todavía existían burlas.

Y de que existían, existían.  En noviembre de ese mismo año, la caracterización de las dificultades de coordinación motora de un periodista por el entonces precandidato Donald Trump, fue criticada ampliamente.  Al punto que, según encuestas, en un momento esta fue considerada una de los momentos más rechazados de su campaña.

Quizás alertado porque en el año 2019 su tartamudez volvió a ser motivo de burla, en este 2020, Joe Biden presentó una propuesta sobre inclusión de las personas con discapacidad que es calificada como “bastante buena” por los profesionales dedicados a esta tarea, aunque todavía la ejecución de la campaña no revela el mismo nivel de compromiso que el plan esbozado.

En cuanto a la ejecutoria del presidente Trump, en ocasión del trigésimo aniversario de la promulgación de la “Americans with Dissabilites Act” (ADA), en julio de este año, el Ministerio de Salud de ese país destacó los principales logros de la administración en años recientes.  Así, nos enteramos de que dentro de los fondos asignados para la atención a los problemas de la covid-19 (CARES), casi cien millones de dólares fueron dedicados específicamente a las personas con discapacidad intelectual: tres millones especialmente para desarrollar instrumentos de atención a personas con serios problemas de aprendizaje,  diez millones de para la anticipación, mitigación y recuperación de problemas asociados a esta enfermedad entre personas con discapacidad mental y, lo más espléndido, la asignación de ochenta y cinco millones de dólares a varias centenas de centros que atienden a estas poblaciones.  El problema es que para un total de casi cincuenta millones de personas con discapacidad mental que hay en este país, esa ayuda especial representa 2 dólares por individuo ¡en el 2020 entero!, un monto claramente insuficiente, sobre todo cuando se piensa que esta población es más vulnerable y que su atención es más demandante.

La atención a la discapacidad estuvo ausente en el debate. Lo importante es que esté presente en los programas de cualquiera de los dos candidatos que resulte electo.