La dinastía de juristas Castillo-Selman no podrá restaurar en República Domicana la imagen pública de su amigo, el oftalmólogo dominicano, Salomón Melgen; y por supuesto, jamás evitaría ni prolongaría la inminente renuncia del senador Roberto Meléndez, a su escaño en el Congreso Federal de Estados Unidos. Y lo que es más grave: el político cubano-americano aún no ha aprendido de sus propios errores a lo largo de su exitosa carrera política. No hay que ir muy lejos para considerar al senador Meléndez como un político que además de ser un excelente recaudador de fondos para las arcas del Partido Demócrata, ha sido un hábil negociador en varios frentes con la bancada republicana, sin que estos logros jamás le hayan evitado ser arrogante y vengativo. Otro ingrediente que contradice en toda su magnitud con los preceptos de la política norteamericana: Meléndez jamás ha podido despojarse de ser un político que ha resaltado por su notable intolerancia. He aquí una lastimosa cualidad que cualquier comunicador que haya incursionado en medios de prensa norteamericanos; así como yo, conoce bien a fondo sobre ese comportamiento del senador Meléndez.
Demos pincelas por Nueva Jersey:
Con un sólido apoyo de los Republicanos del Congreso, el presidente Obama dio por hecho que ganaría la nominación de la prominente Jueza Patty Shwartz a la Corte de Apelación, un importante circuito de la justicia norteamericana. Y con ello, la honorable jurista estuvo a un paso de ser miembro de la Suprema Corte de Justicia (SCJ) Pero, ni el presidente Obama y, por supuesto; ni la jueza Shwartz contaban con las maniobras del influyente senador Meléndez; éste hizo sus arreglos con sus colegas demócratas y literalmente puso en ridículo al presidente Obama y al mismo tiempo logró el rechazo definitivo de la nominada del presidente. Los expertos en tales temas afirmaron que ella jamás podría lograr ser miembro de la SCJ; y todos los medios de prensa consideraron que indiscutiblemente el senador Meléndez cometió un gravísimo error al lograr que una magistrada de su propio estado de Nueva Jersey, y con excelentes recomendaciones de la Asociación de Abogados, fuese bloqueada. ¿Por qué? En el 2006, el reconocido magistrado, James Nobile, novio por más dos décadas de la magistrada Shwartz , fue jefe de la investigación que por supuesta corrupción se le siguió a Meléndez. Los motivos que salieron a la luz pública refería un supuesto edificio propiedad del congresista, alquilado a una ONG. Y algo más grave: se investigó por qué supuestamente él directamente le habría gestionado fondos del Congreso. De ahí que Meléndez, como dicen en el argot popular dominicano: “le pasó su serrucho a la Jueza”.
Otro lío de faldas:
En 2007, Meléndez se vio envuelto en un potencial conflicto de intereses que estuvo salpicado por otro sonado escándalo de cabildeo a favor de Kay LiCausi, antigua jefe de personal de su oficina, desde 1998 hasta 2002. En este nuevo lío salió a relucir que además del clientelismo a través del cabildeo del entonces congresista Meléndez, éste sostuvo un tórrido romance con su antigua empleada.
Un brochazo de intolerancia:
Durante el 2001, Meléndez era jefe del Comité Demócrata de Estaciones de Radio Hispana. Y para entonces, el periodista boricua, Gerson Borrero, ex director del antiguo matutino El Diario-La Prensa, conducía su programa radial Bajo Fuego en la Estación WADO 1280. Uno de los programas de más audiencia en toda la historia de la radio hispana de Nueva York. Y allí, el controversial presentador criticaba duramente a los políticos electos, a tal grado que dicho espacio hizo honra al vivo espíritu del fuego y al mismo tiempo dio cabida a que Gorrero jamás se enterara que la libertad de expresión en la sociedad norteamericana, es literalmente, un mito.
Borrero no tuvo reparos en convertir en blanco perfecto a los congresistas boricuas José Serrano y Nidia Velásquez. Para proteger su imagen y la de los suyos, Serrano usó las armas que tuvo a mano. Solicitó a su compatriota y colega Nidia Velásquez que la acompañara a una reunión con el congresista cubano-americano de Nueva Jersey. Supongo que Menéndez hizo honra a su estirpe cubana de buen negociador y fue lo más certero y efectivo que pudo. En efecto, Menéndez, quien no se anda con medias tintas, no perdió tiempo y pidió una reunión con Stephanie McNamara, Gerente General de WADO. A los pocos días, Bajo Fuego estaba cerrado y su presentador sin trabajo. Por medio a mi amigo cubano ya fallecido, José Cayón, antiguo fundador y director del diario El Tiempo, supe que Meléndez fue directo al grano. Advirtió a McNamara que de continuar ese programa en el aire, él mismo en su calidad de jefe del Comité Demócrata de Estaciones de Radio Hispana, no le renovaría su próxima su licencia.
Esas travesuras de Meléndez quedaran sumergidas en el caudaloso río Hudson, mientras que las rabietas de la dinastía Castillo-Selman apresuran su indiscutible naufragio en el apestoso río Ozama. Y por ahí el Buró Federal de Investigación (FBI) escarba en los entuertos impositivos del oftalmólogo Melgen, con el mayor deseo; quizás, de enviarlo a que juegue una partida de póker con el fantasma de Al Capone en la famosa isla de Alcatraz.
He tratado de hacerle saber a los lectores de acento.com.do, hasta donde podrían llegar los tentáculos del senador cubano-americano, amparado localmente en esa dinastía de juristas que por décadas ha ejercido la misma intolerancia en la sociedad dominicana. Sin embargo, en EE. UU, una cosa es con violín y otra con guitarra. Pero, allá en dominicana, todo se ventila al ritmo de la güira como para bailar al compás de la dinastía Castillo-Selman.