Duermen en los duros escalones de una iglesia católica, en pleno centro de Washington DC.  El grupo es tan diverso como diversas son las razones por las que viven así.  A unos les falló el trabajo y terminaron perdiéndolo todo.  A otros les faltó un núcleo familiar o en su defecto, resultaba mejor vivir indigente que con esa gente que era “su familia”.  Uno de los más jóvenes es amanerado, te saluda con un abrazo justificado con la frase “dame algo de amor”.  Una tímida y muy delgada mujer es también parte del grupo, pero no supe su historia.  Empezaron a llegar más y más alargando la fila.  En el vehículo, nos alistamos lo antes posible, para proceder a servirles los alimentos.  La pastora que organiza la actividad ya les conoce, pues lleva un tiempo alimentándoles el estómago, así como el alma.  Fue un privilegio el haber sido invitada como voluntaria.  Existe un gozo indescriptible cuando logras extender la mano al necesitado, al tiempo en que te impregna de humildad y agradecimiento, el que tu vida sea de alguna manera mejor, a pesar de tus propios estragos.

Me gustó la dignidad con que la pastora les trató, la comida era de primera calidad, muy bien presentada.  Cocinada por ella misma, impregnaba el lugar con el olor a exóticos sazones.  Esta mujer, originaria de Sierra Leona, África; y que lleva varias décadas en los Estados Unidos, posee una influencia de culturas las cuales muestra en su forma de cocinar.  En fin, aquellas personas se deleitaron al punto de pedir tímidamente si podían repetir.  Se les dijo que sí, pero mejor aún, se les servía en un plato nuevo, limpio invitándoles a deshacerse del usado, ya sucio.  Uno de ellos expresó que de todos los que se les acercan a “ayudar”, no les muestran el mismo respeto, aunque a lo mejor traigan más cosas.

Con la ayuda de un Smartphone y una bocina, alabanzas amenizaban la actividad.  El postre fue un bizcocho que se repartió tras cantarle cumpleaños feliz a la Pastora.  El dulce llamó la atención de transeúntes que se auto-invitaron, lo cual agrandó el grupo de los que fueron predicados aquella noche.  ¿Cuál es la Palabra para hoy?  Había preguntado Charlie, el líder del grupo.  La pastora les predicó, les abrazó uno por uno, les exhortó a entender cuán importantes y amados son ante los ojos de Dios, por tanto, les recordaba lo valiosos que son y que todos en la vida afrontamos situaciones difíciles, pero no tienen que definirnos.  El resultado de aquella verdad se mostró de inmediato. Charlie fue hasta su mochila y sacó de ella una hoja de papel, en la que aparecía impreso su nombre, teléfono, ofreciendo los servicios de jardinería.  Voy a empezar mi propio negocio, le dijo a la pastora.  Y yo te voy a regalar los hierros, le dijo ella.  La noche se extendió en gozo, el grupo entusiasmado, cada uno hablando de qué harían y cómo lo lograrían.

Al final, unimos las manos en oración.  La pastora declaraba restauración en todos los órdenes de sus vidas, y oraba para que tuvieran ya un hogar donde vivir antes de que llegue el crudo invierno.  Pues los duros escalones de la iglesia se llenan de hielo y nieve, restándoles más aun espacio en sus duras vidas.

Cuando íbamos de regreso, la pastora me extiende la mano para agradecerme la ayuda, yo le agradecí a ella la invitación, pues la verdad es que se crece como ser humano en momentos así.

 

Zacarías 3:3-10Josué, que estaba cubierto de vestiduras viles, permanecía en pie delante del ángel.  Habló el ángel y ordenó a los que estaban delante de él: «Quitadle esas vestiduras viles.» Y a él dijo: «Mira que he quitado de ti tu pecado y te he hecho vestir de ropas de gala.»  Después dijo: «Pongan un turbante limpio sobre su cabeza.» Pusieron un turbante limpio sobre su cabeza y lo vistieron de gala. Y el ángel de Jehová seguía en pie.

Después el ángel de Jehová amonestó a Josué diciéndole: 

«Así dice Jehová de los ejércitos:

»Si andas por mis caminos y si guardas mi ordenanza,
entonces tú gobernarás mi Casa y guardarás mis atrios,
y entre estos que aquí están te daré lugar.
Escucha pues, ahora, Josué, sumo sacerdote,
tú y tus amigos que se sientan delante de ti,
pues sois como una señal profética:
Yo traigo a mi siervo, el Renuevo.
Mirad la piedra que puse delante de Josué:
es única y tiene siete ojos.
Yo mismo grabaré su inscripción,
dice Jehová de los ejércitos,
y quitaré en un solo día el pecado de la tierra.
En aquel día, dice Jehová de los ejércitos,
cada uno de vosotros convidará a su compañero,
debajo de su vid y debajo de su higuera.»

 

¡Bendiciones!