¿Y qué es la dignidad? Pudiéramos definirla desde diferentes perspectivas.
Probablemente desde el sentido humano, la dignidad significa que todos/as debemos recibir un trato igualitario, que somos respetados/as y valorados/as en justa medida. Pero esta última palabra es clave, la medida, ¿nos valoran y respetan igual a hombres y mujeres? Dejo la pregunta abierta, respóndase usted.
La dignidad es una necesidad, indistinta del género, de la raza, de las preferencias en cualquier aspecto, sean de sexo, política o religión, y tampoco excluye por características socioeconómicas. Tal como reza el artículo 1 de la Declaración de los Derechos Humanos: Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos, (…).
La palabra dignidad etimológicamente deriva del latín dignus, y su sentido es ¨que merece¨, ¨que conviene¨, ¨que es aceptado ¨, ¨que es valioso¨. Dicho esto, la dignidad se podría traducir en que merecemos reconocimiento, garantías y reitero, respeto. Asocio todo esto a la existencia, a la individualidad, al derecho de ser y de decidir, y eso es lo que aún en varios aspectos no tenemos las mujeres la potestad, la decisión. Sectores se enfrentan frente a un tema que para muchos/as es espinoso o nebuloso, hay quienes no se atreven a asumir ninguna postura pública y otros/as que lo hacen fervientemente en contra, escudados/as en la religión, y este tema difícil es el aborto en las tres causales.
Sigue corriendo tinta, manifestaciones, pronunciamientos en medios y en redes sociales, y aun en nuestro país seguimos prácticamente parados/as en lo mismo: la no aceptación. Al menos hemos avanzado un poco en el nivel de consciencia porque se sigue poniendo sobre la mesa y se discute. El derecho que tenemos las mujeres al aborto en las tres causales nada tiene que ver con discutir sobre religión, ya dos de las causales están más que justificadas por un diagnóstico médico, y la tercera debe ser un respeto a la dignidad.
Las mujeres debemos ser capaces de poder decidir si proceder o no con un embarazo causado por una violación sexual, debe ser un derecho fundamental. Un derecho a escoger la salud mental, a no pasar por un mayor trauma además del físico. Un derecho a no traer al mundo a una criatura no sólo no deseada por demás por ser producto de un episodio violento que nos lacera el cuerpo y el alma, sino agregar el sufrimiento de dar a luz de manera obligada a una criatura que si no deseas criarla, nadie le garantiza tampoco sus derechos. Y esas no garantías derivan en muchos otros problemas sociales que se magnificarán mientras pase el tiempo.
Agreguémosle a este tema, los embarazos en niñas y adolescentes, generalmente de condiciones muy vulnerables que se ven expuestas a uniones tempranas o a violaciones en su entorno. ¿Es acaso digno que además de perder la inocencia y vivir un trauma físico-psicológico, se deba perder el derecho a retomar el camino de una vida normal? Perder el derecho probablemente de estudiar, de recrearse, de llegar a la mayoría de edad sin acarrear con responsabilidades para las que no se está preparada y que marcan de por vida. Marcas que se enraízan en la niña, en la criatura, en la familia, en la sociedad.
La no legalidad de las 3 causales impulsa a algunas mujeres y familiares de niñas embarazadas a buscar opciones de aborto inseguras, que ponen en riesgo la salud y la vida de la mujer/niña que desea abortar. La penalización de las tres causales, sobre todo de esta en particular, destruye la vida, destruye planes, destruye el futuro, destruye la dignidad.
Se nos sigue irrespetando sutilmente en tantos escenarios, al menos que nos den la oportunidad de decidir si seguimos o no adelante con un producto del incesto o violación; que no nos obliguen al sí, cuando tenemos derecho de decir no, a no ser degradadas y revictimizadas de por vida.
*Destaco que soy fiel creyente de Dios, católica y soy madre, esto no me exime de tener compasión y respetar y reconocer el derecho de una niña o mujer a abortar si así lo quiere.