El Partido de la Liberación Dominicana (PLD) ha aplicado en todas sus campañas el principio de orquestación, que es uno de los once principios establecidos para la propaganda por Joseph Goebbels, ministro de Educación Popular y Propaganda del gobierno nacionalsocialista que encabezó Adolfo Hitler en Alemania, del cual surgió la conocida frase: “Miente, miente, miente que algo quedará, cuanto más grande sea una mentira más gente la creerá”.

La desesperación que se apoderó del PLD en las semanas finales de la campaña del año 2012, provocada por la alta simpatía del electorado por la candidatura de Hipólito Mejía, entonces candidato del Partido Revolucionario Dominicano (PRD), llevó a sus líderes a utilizar al osado senador de la provincia Peravia, Winston Guerrero, para acusarlo de haberse reunido, en Sinaloa, con el legendario narcotraficante mexicano, Joaquín Archivaldo Guzmán Loera (El Chapo), con el propósito de disminuir su elevada popularidad.

Vincular a un político con el narcotráfico es, en este tiempo, la más grave de las acusaciones. En este caso, con que la calumnia aparezca en un medio escrito es más que suficiente para provocar un daño contundente en la imagen del candidato difamado. De lo demás se encargan las redes sociales, en las cuales, tal y como sugería Goebbels, se repite la mentira miles de veces.

Este tipo de difamación, además de afectar electoral y privadamente al candidato atacado en su honra, también daña la integridad de las elecciones, debido a que provoca una perjudicial desinformación en los electores para beneficiar al candidato contrario al difamado. 

Por lo tanto, la difamación con fines electorales debería juzgarse, de inmediato, en la misma campaña en que se produce, debiendo el órgano electoral procurar que las campañas electorales no se vean afectadas por este tipo de mecanismo de manipulación de los electores.

¿Cuántos votos perdió el expresidente Hipólito Mejía a causa de esta mendaz acusación del senador Guerrero? No lo sabemos, aunque es probable que las encuestas de entonces lo hayan reflejado. Lo que es innegable es que Danilo Medina, candidato del senador que tuvo a cargo la divulgación de la calumnia, se benefició de la difamación.

Esta podría ser la razón por la que el expresidente, Hipólito Mejía, en vez de un año, tuvo que esperar con estoicismo, durante cinco años, siete meses y dos días, por un juicio que la Suprema Corte de Justicia le negó, en perjuicio de su derecho fundamental a la tutela judicial efectiva y el debido proceso, consagrado en el artículo 69 de la Constitución Política.

No fueron suficientes las más de diez peticiones de pronto despacho formuladas por el ingeniero Mejía, por intermedio de sus abogados, Julio Cury y Jesús Féliz, para que la Suprema Corte le diera curso al proceso. Se jugó a la extinción de la querella, que era la única manera de salvar al senador danilista de una condena.

Sin embargo, a pesar de que el expresidente Hipólito Mejía, con sobrada razón, cuestionó, ante los jueces, el manejo incorrecto del proceso, aceptó la retractación del senador Winston Guerrero, para facilitar una salida que evitara la profundización del deterioro de la imagen institucional de la Suprema Corte de Justicia.

Mientras tanto, solo queda recordar la frase de Charles Caleb Colton, que dice: “La calumnia deja siempre en peor lugar al calumniador; nunca al calumniado”.