En las últimas horas se ha ido tejiendo en algunos sectores de la sociedad dominicana el temor a que el país se conduce hacia una dictadura.
Se trata de declaraciones altisonantes de sectores que si vemos bien la situación no están acostumbrados en su derredor a entender qué es la democracia.
Algunos han hablado de una interferencia del Poder Ejecutivo en los asuntos de los otros dos poderes del Estado, tal vez haciendo referencia a unas supuestas presiones de ministros, por supuesto, no identificados, hacia el Tribunal Superior Electoral para influir sobre una sentencia contra la XXXIV Convención Nacional Extraordinaria Pedro Franco Badía el 3 de diciembre del 2017 del Partido Revolucionario Dominicano.
Quienes han tomado ese báculo para airearlo, no ignoran que intentar vulnerar la estabilidad, en víspera y plena Semana Santa, no constituye una embestida inocente por antecedentes históricos que recuerdan épocas luctuosas promovidas por estallidos sociopolíticos y una crisis económica tan fuerte que en nada se parece al país actual en que vivimos.
Hay intereses fácticos que comulgan en contra del sistema gobernante. Son movidos por una suerte de titiritero cuya búsqueda concurre con el objetivo de dañar la imagen del país a través de su Gobierno.
Manejar el tema de un temor a la dictadura es una jugarreta que en lo que atañe a República Dominicana está dirigida por intereses muy fuertes anti gobierno y sobre todo anti continuidad del presidente Danilo Medina.
Más arriba escribí que se trata de declaraciones altisonantes de sectores que si vemos bien la situación no están acostumbrados en su derredor a entender qué es la democracia.
Todas esas razones que hablan de una posible dictadura constituyen voces que se encarrilan primero, en un año preelectoral donde hay que utilizar toda la artillería pesada en contra de quien atenta contra los intereses de quienes abjuran del Gobierno y dos, en base a ese argumento se busca influir, de manera desacertada en la población que ha visto en el actual régimen, una apuesta por la transparencia, la verdadera justicia social y la igualdad entre ricos y pobres.
Esa igualdad entre ricos y pobres ha permitido que hoy la escuela dominicana sea garantía de bienestar para los estudiantes y los padres de esos estudiantes, sobre todo aquellos bajo el régimen de la Jornada Escolar Extendida.
Esa igualdad entre ricos y pobres también se refiere a democratización de accesos. Hoy hay familias que viven gracias que desde el Gobierno fueron empoderadas de un negocio propio propiciado bajo el tamiz de las pymes.
No recuerdo un país donde la gente hable, escriba, emita sus opiniones, discrepe de decisiones del Ejecutivo y haga públicas esas discrepancias y su vida transcurra tan campante, porque hay un estado de derecho donde la democracia es tolerancia, es absorción sin problemas de una pluralidad a veces excesiva.
Hay que reflexionar. Quienes alientan la falsedad de que nos aproximamos a una sociedad dictatorial creen que el pueblo llano es estúpido o no tiene capacidad de reflexión.
¿Cuándo ha habido en República Dominicana un Presidente que se siente debajo de una enramada a escuchar a campesinos curtidos por el tiempo, en los parajes más remotos del país, escuchar la problemática de sus comunidades y hacerlos partícipes de la construcción de sus soluciones colectivas que son las que benefician individualmente?
¿Es eso propio de un dictador y de una dictadura?
Dejo esa pregunta. Quien quiera ver que vea y quien quiera oír que oiga.