Pero bueno! ¿ Y que pasa? Nos estamos retrotrayendo al medioevo; la Edad Media fue el imperio de la Creencia como una cultura de la Religión( desde luego la Católica) con los rituales que envolvían de misterios a los feligreses o seguidores en el firme propósito de asegurar con su ortodoxia las "verdades divinas".

Para esa meta se erigieron las obras arquitectónicas, los libros sagrados( en particular la Biblia) y se produjo una alianza única de la Iglesia Católica con los Reyes y Emperadores que recibían la bendición sagrada de su poder político, considerados los mismos venidos de un mundo por emanación divina.

Hubo Estados bajo la gobernanza de los Medicis en Italia y Borgia hijo de un Papa, contado en el Príncipe de Nicolás Maquiavelo; Constantino no se resistió a tener vida política propia y recibió las aguas baustimales de Papa en su conversión al Cristianismo para sostenerse el Emperador. ¡ Cosas de la Vida!, en la canción del italiano Eros Ramazzotti.

Ahora muchos feligreses andan vociferando arcaicas "sentencias bondadosas" para privar a la ciencia y  a la libertad de su vuelo educativo, cuando sólo la conciencia hace libre al hombre inclusive de creer en lo que le plazca

Los sacerdotes, intelectuales, científicos y personajes que cuestionaron esa ortodoxia eran apartados del poder, de los templos y monasterios sancionados como herejes( a la manera de comunistas por las dictaduras americanas en los años 30 a 80 del siglo pasado).

Los textos que se alejaban de la filosofía teológica medieval se inscribían el el índex librorum Prohibitum, tal como sucediera con Nicolas Copernico, Giordano Bruno, Juan Huss, Juan Savonarola o Galileo Galilei; unos llevados a la horca en plazas públicas, otros obligados a retractarse de sus ideas astronómicas y filosóficas, negándoles la libertad de pensamiento y cultos.

La razón sucumbió ante la fe y el temor se apoderó de los creyentes y de los no creyentes; fue una larga noche de obscuridad en la ciencia hasta que emergió la Edad Moderna con sus vientos huracanados para imponer una nueva visión del mundo y la sociedad con sentido de apertura al pensamiento heterodoxo.

Entonces, los hombres de ciencia combatieron en batalla desigual y con gran intensidad los astrónomos de la subsiguiente época moderna, con ideas novedosas y al pasar unos siglos con la filosofía positivista que enarbolaba el imperio de la Razón, sin poner obstáculos a las Creencias, en la búsqueda del conocimiento y la verdad; tal como lo proscribió en sus trabajos Albert Einstein diferenciando taxativamente la Creencia y la Ciencia con claridad meridiana colocando el rol de cada una en la sociedad.

También en Ametica Latina con las ideas de Eugenio Ma. De Hostos, que nos hizo hostosianos a dominicanos, puertorriqueños y latinoamericanos con su obra positivista. Nos alecciono de que el aula, el salón educativo, es el ambiente de la Ciencia, de la Razón, y sus efectos: el conocimiento científico y la sistematización académica, donde las ideas fluyen libres.

Entonces, como andamos con desatino medieval en la polémica sobre el tema de incorporar la Biblia y su lectura en las aulas educativas, si la Constitución dominicana prescribe la libertad de cultos en expreso articulado; como se harían los creyentes de otras religiones. Se marcharían de la tertulia bíblica, o se pondrían dispuestos a la inminente discusión alborotada que posiblemente surgiera.

Enterraríamos nueva vez la filosofía educativa laica de Hostos, el Sembrador de Semillas, como le llamara Juan Bosch ( por cierto Hostosiano). Estoy identificado con las palabras del Papa Francisco:
"No es necesario creer en Dios para ser una buena persona……………algunas de las mejores personas de la historia no crían en Dios; eso lo proclamó el Papa.

Ahora muchos feligreses andan vociferando arcaicas "sentencias bondadosas" para privar a la ciencia y  a la libertad de su vuelo educativo, cuando sólo la conciencia hace libre al hombre inclusive de creer en lo que le plazca. El Congreso debe respetar la libertad de cultos y ponerse en el camino de la ciencia, no en el populismo de hacerse aparentar más cristiano que el propio Papa.