Como consecuencia de los importantes flujos migratorios internacionales, la acepción moderna de la palabra diáspora define el surgimiento de comunidades de personas que comparten valores culturales e idiosincrásicos de su país de origen y del de destino.

En referencia a los grupos migratorios constituidos por dominicanos y haitianos, particularmente en Estados Unidos y en Europa, el uso se refiere fundamentalmente al liderato comunitario, los agentes económicos, las figuras intelectuales y los actores políticos, entre otros.

Se admite que la diáspora incluye a los inmigrantes, a los naturalizados en el país de adopción y sus vástagos nacidos en ese territorio gozando de la nacionalidad.

En ese marco, hoy día la figura de mayor trascendencia política de la diáspora dominicana es el ministro de trabajo de la administración Obama, Tomás Pérez. No obstante, no hay duda sobre la esencia y orientación de  sus obligaciones e intereses patrióticos, políticos y legales con Estados Unidos, donde nació. Su representatividad va más allá de lo dominicano por ser una figura hispana de trascendencia.

No es casual que el presidente Obama, para presentarlo en una conferencia de prensa en la casa blanca, haya resaltado la condición de inmigrantes de sus padres o que él nuevo funcionario haya expresado primero en español sus palabras de agradecimientos por haber sido escogido para tan elevado cargo en un país donde lo correctamente político, por lo menos en el gobierno, es demostrar interés en la integración social y política de los grupos étnicos y minoritarios.

Cabe señalar que el principal destino para dominicanos y haitianos es Estados Unidos.

Hay temas comunes políticos y migratorios a los tres países: Haití tuvo una presencia miltaro política en el territorio Oriental de la isla por 22 anos, mientras los Estados Unidos quebrantaron la soberanía y autodeterminación de los dos países de la isla, esto es, en 1915 en Haiti y en dos ocasiones en República Dominicana de 1916 al 1924 y de 1965 a 1966.

En el plano migratorio, Puerto Rico es el destino de los flujos migratorios irregulares marítimos desde las costas dominicanas, en tanto que Miami es el destino en el caso de los haitianos. Ambos países reciben al año a miles de deportados desde Estados Unidos:  5,131 dominicanos y alrededor de 700 haitianos para 2012.

Haiti y la República Dominicana tienen, aunque con sus grandes deficiencias, entidades de promoción de las relaciones con la diáspora. Los políticos de la isla, incluidos jefes de Estado, siempre han animado a nuestros emigrantes en Estados Unidos, particularmente, a hacerse  ciudadanos para poder votar y ganar espacios políticos.

De ambos lados, mantenemos bilateralmente con Estados Unidos,   relaciones sin resquemores por el pasado y sin grandes inconvenientes respecto a la agenda migratoria.  Sin embargo, hemos sido incapaces de ponernos a la altura de nuestros logros en ese país de adopción común para la mayoría de nuestros migrantes.

En tal sentido, la diáspora dominicana en Haití, de alrededor de 10,000 personas, pese a ser la más cercana con su país de origen, no tiene vínculos directos con el Consejo Nacional para las Comunidades Dominicanas  en el Exterior. Desde la creación del organismo estatal  el 2008 no ha recibido una visita formal de su incumbente.

No hay filiales formales en Haití de los partidos políticos dominicanos. Tampoco en República Dominicana de los partidos haitianos. Pero a diferencia de los dominicanos en Haití, los haitianos en República Dominicana han sido visitados por diversos candidatos a puestos electivos de su país, incluso para las elecciones del 2011, el actual presidente. Los dominicanos en Haití no están en el mapeo de la Junta Central Electoral de los puntos de votación en el exterior. Se quejan de la poca atención del Estado.

El caso de los haitianos en la República Dominicana es peor. Además de una ideología anti haitiana manifiesta desde Trujillo, sectores con influencia en esferas de poder han mantenido desde 1994 en República Dominicana una campaña sistemática de hostilidad contra la diáspora al rechazar su existencia y obrar en contra de su emancipación.

Dicha situación, ocasionalmente agravada por actos xenófobos, ha afectado seriamente la imagen internacional de la República Dominicana, ha traído dificultades diplomáticas al Estado en organismos internacionales y  episodios de crisis entre los dos gobiernos de la isla. Igualmente ha motivo a reacciones anti dominicanas en Haití.

Es oportuno, por  tanto, que dos de las conclusiones más importantes de la primera reunión cumbre de la diáspora haitiana en República Dominicana realizada el pasado fin de semana, a la cual asistieron miembros de la diáspora dominicana en Haití, hayan sido: primero, reanudar el diálogo bilateral; y segundo, iniciar una campaña por la paz y la amistad entre los dos pueblos.

Es así que la diáspora quisqueyana, por su convivencia armoniosa en países comunes de destino, por su experiencia vivencial en Haití o en República Dominicana, por los lazos y redes familiares a través de los matrimonios mixtos, tiene un rol importante que jugar en el fortalecimiento de las relaciones entre los dos pueblos.