El mes de noviembre en el ámbito nacional es el mes de la familia, así como también de la no-violencia contra la mujer. La convergencia de ambas fechas no es casual, el escenario principal de ejercicio de violencia y legitimación de la misma es la familia sobre todo la llamada “familia modelo” o “familia tradicional” que es la familia nuclear, formada por padre-madre-hijos/as.
Muchas familias nucleares (consideradas como tradicionales) en distintos estratos sociales reproducen patrones culturales de desigualdad de género que provocan violencia como los siguientes:
1-“El hombre es el que manda”. El ejercicio de poder masculino hacia la mujer promoviendo su “sumisión” ante el hombre se impulsa desde la niñez en ambos sexos tanto en: familias, centros educativos como en muchas instituciones religiosas. El mismo toca distintos ámbitos, algunos son:
2-Proveedor económico. “El hombre es el que lleva el dinero a la casa”. La inserción laboral de la mujer tiende a ser sancionada socialmente, se entiende que la mujer “por el trabajo, descuida la familia”.
3-Control de las “salidas” y diversión de la mujer. Culturalmente se sanciona que la mujer “salga” sin su “marido”, sin embargo, el “marido” tiene permiso para salir y regresar sin barreras. La violencia de género tiende a justificarse en el entorno familiar y vecinal cuando está vinculada a que la mujer estaba “andando en vez de atender al marido”.
4-El hogar es de responsabilidad exclusiva de la mujer. El hombre es educado para la calle no para el hogar, esta segregación genera desigualdad al interior del mismo. La lógica machista supone que la mujer “debe esperar en el hogar al marido para atenderlo”. Si esta pauta se quiebra genera conflictos y violencia legitimada socialmente. Se excluye así al hombre de sus roles domésticos.
Definitivamente la desigualdad de género es el principal factor destructor de la familia porque genera violencia en su interior,siendo la principal víctima la mujer. Los patrones culturales que establecen desigualdad y expulsan al hombre del hogar están cambiando, pero necesitan ser impulsados y fortalecidos por todas las instituciones de la sociedad.
Se necesita la formación de redes masculinas en todos los grupos de edad y estratos sociales que promuevan una nueva masculinidad sostenida en cultura de paz y equidad de género. Hombres que asuman su rol al interior del hogar y de padres responsables, con relaciones de libertad (despojadas de celos-posesión) y respeto en igualdad de condiciones hacia las mujeres. La equidad de género y el respeto de los derechos sexuales y reproductivos es la acción que garantiza la no-destrucción de la familia y su armonía interna.
Este artículo fue publicado originalmente en el periódico HOY