El presidente Medina utilizó su obligada rendición anual de cuentas del 27 de febrero para enumerar sus éxitos pero lo hizo cubriendo sus dos períodos de gobierno, una forma elegante de despedirse del poder, canto de cisne, pero es útil recordar la enigmática frase: “El mundo es redondo y lo que puede parecer el final, bien puede ser el comienzo”.
Su discurso incluyó un impresionante listado de sus reconocidos éxitos en el área económica y también social. Refleja la parte muy positiva de sus dos mandatos, pero no quiso tratar los aspectos negativos, los vinculados a la prevalencia de una corrupción no castigada, así como la ausencia del reforzamiento de la institucionalidad.
Hace 19 años denominé a su gobierno como el “PLD, Inc.”, describiéndolo como una especie de corporación que buscaba sacar beneficios para sus accionistas y defenderlos de cualquier ataque. Su gran proyecto, las plantas de carbón de Catalina, ha terminado siendo la piedra atada al cuello de su gobierno. En vez de aprobar durante la transición del 2012 la licitación preparada por el entonces administrador de la CDEEE, Celso Marranzini, para plantas privadas de carbón (en esa época no había gas natural para la región) y que contaba con concursantes, decidió, asesorado por el gobierno de Lula, construir dos plantas estatales.
Ahora que después de muchos retrasos y sobrecostos las plantas ya están operando, el presidente anunció una rebaja en la tarifa eléctrica para el consumidor, alegando que los costos de generación del sistema eléctrico se van a reducir tanto con la entrada de las Catalinas, como con el aumento en la generación basada en gas natural, a expensas del fueloil. Sin embargo, en su primer discurso de toma de posesión en el 2012 prometió reducir las pérdidas de energía no cobradas a un 25%. En esta ocasión ni siquiera mencionó el tema, pues no ha logrado ese objetivo, por lo que una mayor producción de energía, con un 28% incobrable, generaría pérdidas difícilmente superadas por la reducción en el costo de generación y los beneficios que dejarían las dos plantas al Estado. Ausente del discurso del presidente también estuvieron el tema del concurso de la CDEEE para plantas de gas, así como la venta de las acciones de las Catalinas.
Tampoco mencionó, como lo han hecho los presidentes de casi todos los países, el tema del corona virus. Aunque en 1918 unos 1,700 dominicanos murieron a causa de otra pandemia (la influenza española) en esta ocasión el impacto negativo sobre los dominicanos no será tanto sobre sus vidas, sino sobre la disminución en los flujos turísticos. Tampoco se refirió al déficit fiscal y a los crecientes niveles de endeudamiento. Igualmente ausente estuvo el anuncio sobre cuándo se licitará el importante proyecto turístico de Bahía de Águilas. Debido al corona virus tal vez no sea ahora el mejor momento para esa licitación. Igualmente hizo mutis sobre sus planes para la Bahía de Manzanillo. Sin mencionar quedaron las relaciones con China y la evidente ausencia de proyectos de ese origen.
Finalmente, vale recordar la frase de Henry Watsworth “Grande es el arte de iniciar, pero mayor es el arte de poner fin”. El fin del gobierno del presidente Medina, tal como lo evidencian las encuestas (un mandato de la Junta Central Electoral no nos permite explayarnos sobre encuestas hasta después del 15 de marzo) ha quedado atrapado en el tema de la corrupción y su no persecución.
Medina cuenta con 69 años y recordando a Balaguer y a otros líderes políticos dominicanos, valdría citar que toda despedida va siempre acompañada de un nuevo punto de partida y que tal vez no se trata de un adiós, sino de un hasta luego.