Ni siquiera en el siglo VII antes de Cristo, a partir de las reflexiones de Tales de Mileto, según refiere la historia de la filosofía en el mundo griego; se había generado tanto pensamiento filosófico, como el que se ha producido desde que la pandemia irrumpió en el mundo. Son innumerables los pensadores que han escrito libros o hablado sobre la manera brutal como la pandemia del Covid-19 nos ha obligado a vivir en la contingencia, y precipitados hacia la instalación de una incertidumbre planetaria. Situados ante el dilema de la vida o la muerte, los filósofos suelen apostar a la seducción mediante la interpretación de lo que está ocurriendo, y a la predicción orwelliana (George Orwell) de lo que vendrá.
Es lo que han hecho autores como Marcus Gabriel, Giorgio Agamben, Martha Nusbaum, Slavoj Zizek, Daniel Innenariti, John Grey, Jurgen Habermas, Yuval Noah Harari, y Byung- Chul Han; para solo citar unos cuantos de los más de cien pensadores que han publicado libros sobre el tema. Los filósofos históricamente nunca han jugado un papel sensato en la política( Marx Lilla, “Pensadores temerarios”, 2017), y las ideas a través de las cuales se ha abordado el tema de la pandemia del Covid-19 y su correlato existencial, van de lo emocional a lo racional, de las posiciones extremas en el plano político(Agamben ), pasando por la descomposición analítica con el escalpelo del pensamiento filosófico, o de la filosofía de la historia, que intenta iluminar el costado oscuro de la existencia bajo la pandemia, y el derrotero probable de la humanidad(Habermas, Zizek, Nusbaum, Harari, etc). Una constante de la historia del pensamiento, que se mantiene aun cuando la filosofía encarne en el discurso de la ficción literaria, como ocurre en “La montaña mágica”, de Thomas Mann. Porque las discusiones interminables de Hans Castorp y Lodovico Settembrini, personajes centrales de “La montaña mágica”, no eran otra cosa más que la angustia y la incertidumbre desmesurada de la preguerra europea del 1939, que se percibió en la conciencia como “La ascensión de los peligros”.
De esa intrincada madeja de filósofos empeñados en darle una explicación y un sentido al presente, el surcoreano- alemán Byung-Chul Han se destaca como el más original e incisivo, particularmente en su libro “La desaparición de los rituales”. El tema central lo constituye el descubrimiento de que la pandemia, y el entramado de la posmodernidad, han originado la desaparición de los rituales, y ello erosiona los códigos simbólicos que mantiene unida la idea de comunidad. Byung-Chul Han define desde el principio su idea sobre los rituales: “Los ritos son acciones simbólicas. Transmiten y representan aquellos valores y órdenes que mantienen cohesionada una comunidad”. Es como afirmar que vivimos en la contingencia porque el símbolo ya no nos expresa. No es solo la presión del vivir que te empuja a producir, ni que el ritual del abrazo, los besos en la mejilla, el saludo efusivo, el duelo, hayan desaparecido de la vida de relación social. Es que “Los rituales se pueden definir como técnicas simbólicas de instalación en un hogar. Transforman el estar en el mundo en un estar en casa. Hacen del mundo un lugar fiable. Son en el tiempo lo que una vivienda es en el espacio. Hacen habitable el tiempo”.
Hay un cambio crucial en la idea de la percepción: “La percepción simbólica desaparece cada vez más a favor de la percepción serial, que no es capaz de experimentar la duración”. Pero la percepción serial es durativa, “En lugar de establecer relaciones, se limita a establecer conexiones”. Es el ejemplo de la comunicación digital. Y por ello, nos dice Byung-Chul Han : “Lo simbólico como un medio en el que se genera y por el que se transmite la comunidad está hoy desapareciendo. La pérdida de lo simbólico y la pérdida de lo ritual se fomentan mutuamente”.
Porque el símbolo y los rituales generaban una comunidad sin comunicación, dado que el símbolo se basta así mismo. Pero lo que hoy vivimos es una comunicación sin comunidad. El cúmulo de reflexiones profundas que transitan en este libro, se podrían resumir en lo que queda a la interpretación de los lectores en esta angustiosa interrogante: ¿Qué ocurrirá en una humanidad que ha perdido el cemento invisible que une su interactuación social, y desgastado el valor de los símbolos en que se identifica?
Vale la pena leer este pequeño libro de Byung-Chul Han, y comprender, desde el seno de su complejidad, el mundo que hoy nos toca vivir.