El colapso de la República Dominicano en el Clásico Mundial de Béisbol 2017 guarda una similitud sorprendente con la derrota en 2006 en el Clásico del Caribe en 2006, según se desprende del análisis que acerca de aquel evento publiqué en el periódico El Siglo y que reproduje en mi libro Estudios lingüísticos, literarios, culturales y semióticos. (Santo Domingo: UNAPEC, 2011, pp. 441-443).
En efecto, en los primeros juegos del Clásico, nuestro país estuvo a punto de perder, pues se vio en desventaja de 5, 3 y 2 carreras frente a Estados Unidos, Canadá y Colombia y no fue hasta las entradas séptima, octava o novena cuando el equipo dominicano vino a despertar y esto se explica en razón de que los primeros abridores estuvieron muy por debajo de las expectativas de su luminosa carrera en Grandes Ligas. Me refiero a Edinson Vólquez, Carlos Martínez y Ervin Santana.
Al comienzo de las tres primeras entradas del primer juego me dije lo mismo que en mi análisis del Clásico del Caribe de 2006: «… si el bateo dominicano desde [Miguel]Tejada hasta [Moisés]Alou no respondía con un margen de carreras entre 7 a 11, propio de la primera ronda, estábamos perdidos…» ( op. cit., p. 441).
Lo mismo dije en el recién pasado Clásico Mundial: Si el bateo de Adrian Beltré, Robinson Canó, José Bautista, Nelson Cruz y Carlos Santana no nos coloca con una ventaja de 7 a 11 carreras desde las primeras cinco entradas, estamos perdidos. Y no era para menos, pues la falla del bateo de ese formidable trabuco se trancó en las primeras cinco entradas de todosx los juegos y fue por esta razón que me dije: Solo la tanda baja compuesta por Gregory Polanco, Wellington Castillo y Manny Machado puede colocarnos en ventaja en las entradas 7, 8 y 9. El pobre bateo de José Reyes (2.19 en el juego donde los Estados Unidos nos eliminaron, al igual que el de Adrian Beltré (2-22) en el mismo juego; y, el mediocre bateo de Canó y Nelson Cruz, en quienes descansaba la mayor esperanza, se esfumó como aguja de borrajas.
Y peor dirección no pudimos tener en Tony Peña, quien arrogantemente justificó los errores en el campo y el bateo al alegar que moriría hasta el final con la misma alineación y el mismo picheo. Repitió la hazaña desleída de Manuel Acta en 2006. Solo puedo alabar el esfuerzo inmenso de Dellin Betances, Jeurys Familia, Fernando Rodney y Fernando Abad. El resto del picheo abridor y medio fue un desastre: Héctor Neris, Jumbo Díaz y Colomé. Del resto ni me acuerdo. Y del bateo, solo tengo elogios para Polanco, Castillo, Batista y poco Cruz.
No fue hasta el último juego donde nos eliminaron que hombres de una lucidez deportiva única como Jancen Pujols y Santana Martínez comenzaron a ver por primera vez el derrumbe del equipo dominicano. Quizá fuera de cámara sostenían esta opinión, pero la la ideología negocio del béisbol y el marketing publicitario les impidió talvez reconocer esto públicamente.
En mi artículo de marras de 2006 dije lo siguiente sobre el pobre bateo, análisis que se aplica cabalmente a la actitud de 2017: «… un temor a posibles lesiones pudo haber influido en la inhibición del bateo no solo de los dominicanos, sino también de otros equipos poderosos (…) incluso si el millonario seguro que por cada jugador de Grandes Ligas pagó la Mayor League Baseball en caso de lesiones salvaguardaba a los equipos. Pero aun con esa póliza millonaria, sin un jugador se lesionaba, ¿qué perdía? ¿Qué perderá el lanzador mexicano Ayala?» (p.442).
En caso de lesión, se perdían la Serie Mundial en marcha con su juegos de la Toronja y una suma sustancial de unos 30 ó 40 millones de dólares por la que firmaron su contrato y obligados a pagar entre un 10 o un 15 % de impuestos estatales y federales.
De ahí miedo sicológico y el extremo cuidado que adoptaron Beltré, Cruz, Canó y Bautista (este último con dolores de espaldas, pero ya vieron ustedes sus declaraciones de prensa del jueves 23 de marzo de 2017 en el periódico Hoy (p. 5B), donde dice sentirse “fabuloso” sin la molestia del dolor en la espalda y dijo estar listo para dar lo mejor de sí a su equipo, Toronto. Debo reconocer que, sin estos dolores en la espalda, Bautista hubiese quizá rebasado su promedio de bateo de 563, dos jonrones y seis carreras empujadas en seis partidos del Clásico. Pero toda predicción es pura fantasía.
El derrumbe de Cuba en este Clásico 2017 no tuvo las motivaciones ideológicas de 2006. Sobre este aspecto escribí en el artículo que he citado, lo siguiente: «Otro aspecto de la derrota, con respecto a Cuba y a los equipos que venció, es que estos jugadores no tienen, al volver a su país, contratos millonarios como los de Grandes Ligas. Por lo tanto, una ideología nacionalista inculcada desde la niñez, les hace sentirse seres superiores a quienes juegan con la ideología de la empresa capitalista, donde no existe motivación cultural, histórica y política y no se plantea siquiera una oposición entre sistemas sociales enfrentados. El heroísmo es individual en las Grandes Ligas, mientras que en el equipo cubana es social, colectivo.» (P. 442).
Pero en este 2017, la situación en Cuba no es la misma que en 2006. Un profundo malestar y una nueva mentalidad están surgiendo en ese país y ya el colectivismo comienza a ser cuestionado, sobre todo cuando el Gobierno socialista se ha visto abocado a restablecer relaciones con los Estados Unidos para captar divisas e intentar romper el bloqueo económico que estrangula la economía cubana, aunque el gesto de Obama tardará años en materializarse ahora que ocupa la Casa Blanca un presidente que intenta gobernar a los Estados Unidos como gobierna sus empresas privadas y exhibe una postura militante ante gobiernos que no se pliegan a su ideología supremacista blanca y a su populismo de ultraderecha y a un proteccionismo contrario a la globalización y al neoliberalismo que encarnaron sus manes Reagan y los Bush.
Pienso, en conclusión, que las reglas de este Clásico Mundial deben ser revisadas. Se impone que este evento sea visto como una extensión más ardiente y económicamente bien pagada para los peloteros que participen, pues en el inconsciente de estos “la experiencia, prestigio y orgullo patrio” postulados por algunos secuaces del nacionalismo trujillista no es más que humo en el aire, sobre todo en un país como los Estados Unidos, organizadores de tales torneos, y para cuyos habitantes “el tiempo es dinero”, porque hay que pagar las cuentas y los impuestos.
El arbitraje en este Clásico 2017 dejó mucho que desear y los videos de los errores de los “ampallas” deben ser estudiados por la oficina del Comisionado del Béisbol de las Ligas Mayores para que estos yerros no queden sin consecuencia.
Y agradezco la lectura de los artículos de Luis Scheker Ortiz, Rafael Acevedo, José Manuel Guzmán Ibarra y Millizen Uribe acerca del Clásico 2017. Al menos, a Scheker Ortiz y Acevedo tuvo el placer de exponerle mi posición, que es esta que publico en Acento.com sobre la derrota dominicana en el Clásico 2017, aprovechando un “interludio de tolerancia” en el acto de celebración del trigésimo aniversario de Uno+Uno.