Que nuestros atletas compitan en eventos mundiales nos llena de orgullo, pero a la vez es un riesgo y explico por qué.

La República Dominicana se ha pavoneado por años de ser la economía de mayor crecimiento a nivel de América Latina en los últimos 50 años.

Hacemos alarde de la inversión extranjera que hacen países que entienden tenemos seguridad jurídica para invertir.

El país físicamente ha sido transformado con túneles, metros, teleférico y grandes plazas, solo lo mejor de lo mejor. Pero quizá no conviene que nuestros atletas ganen medallas y se conviertan en noticia porque entonces saldrá la verdad a flote.

Por ejemplo, en el caso de Marileidy Paulino su madre debía tomar dinero prestado para enviarla a la capital a practicar. Cuando no había dinero la madre le decía que hablara con el cobrador de la guagua y le dijera que se los pagaba luego.

En ocasiones lo que comía era un pan con refresco cuando todos sabemos lo delicado que es la alimentación de un atleta de alto rendimiento. Aún en medio de esa realidad esta joven conquistó una medalla de plata ¿Se imaginan qué podrían hacer nuestros atletas si estuvieran en mejores condiciones?

En un país donde se roba tanto quizá se debería tener mejores políticas sociales para que el crecimiento económico no se quede en algunas personas. Pero, el problema de la corrupción no es tan simple como que un político robe.

El dinero de los hospitales para mejor salud no llega, el que debe emplearse para mejorar las condiciones normales de los atletas no llega.

La educación de calidad no se fortalece, en fin las secuelas de la corrupción son terribles.

En la casa de una atleta de alto rendimiento no hay siquiera televisor algo común y se alimenta con un pan y un refresco.

Sin lugar a dudas los atletas son nuestro orgullo, pero su realidad no solo es una vergüenza, sino una denuncia grave. Marileidy en sí misma constituye una denuncia de la verdadera realidad en que vivimos: en una jaula de oro con de todo y sin amor.