«No más “Democratura” », leo en el cartel de un opositor a Maduro, en las noticias televisivas. “Democratura”. Mezcla de democracia y dictadura. Eso es el gobierno venezolano. Y a los opositores no les falta razón. El régimen de Maduro es dictatorial y por tanto ilegítimo, a pesar de haber sido elegido democráticamente. Pero, ¿Cómo explicar esta contradicción? La respuesta hay que buscarla en los textos fundadores de la democracia moderna.
En el Contrato Social, por ejemplo, Rousseau considere la democracia como un medio y no un fin. Es decir, como un mecanismo, como un instrumento para alcanzar el fin último de una sociedad, el bien común. Para ser efectivo, un instrumento debe utilizarse siguiendo las instrucciones del fabricante. En caso contrario, el mismo será ineficaz y se dañará al poco tiempo. Pero, ¿Cuáles fueron las instrucciones que dejó Rousseau? Que la democracia se ejerza en una sociedad que cumpla con dos condiciones: primero, que cuando el pueblo exprese su voluntad, lo haga racionalmente y no bajo la influencia de pasiones colectivas. Y segundo, que el pueblo no se limite a elegir entre candidatos, sino que decida concretamente sobre los problemas de la vida pública. Si estas condiciones se cumplen, la democracia funciona. Si no se cumplen, no.
Es evidente que no es el caso de Venezuela. En Venezuela, la política se practica con una emotividad que se expresa hasta entre dominicanos. Tanto los que apoyan el gobierno de Maduro como los que no están embriagados de una pasión que podría calificarse de fanatismo. Por otro lado, hay poca cabida para que se reflexione sobre los asuntos esenciales para la supervivencia de la nación venezolana. “Estoy con Maduro. “Estoy con la oposición”. A eso se limita el rol del pueblo venezolano.
El gobierno de Maduro ha sido uno de los más ineptos que he conocido. Creo que los venezolanos ameritan uno mejor. Pero el cambio debe darse dentro de un marco democrático, aun en el de la raquítica democracia venezolana. Rechazo los métodos “extra-democráticos” como los magnicidios y los golpes de estado, poco importa contra quien se dirijan. Me indigna la ambivalencia de muchos que se rasgaron las vestiduras ante los intentos de golpes de estado contra Chávez, pero que callaron y miraron a otro lado cuando este lo intentó primero contra Carlos Andrés Pérez.
Debemos ver el caso venezolano con mucho interés. Es un retrato de lo que sucede cuando la democracia se prostituye, cuando en lugar de ser un mecanismo de relojería suiza, resulta ser un reloj de a peso. Debemos estar atentos a ese retrato. Debemos vernos en ese retrato.