Después de la desaparición del socialismo, la democracia se impuso como régimen político y de gobierno generalizado. Aún los regímenes que no lo son, tratan de aparecer como democráticos. Por otro lado, los organismos internacionales y los países hegemónicos imponen alguna forma de democracia a los demás.

En República Dominicana, como en el resto de América Latina, la democracia no sólo se ha impuesto, sino que goza de una amplia aceptación. Sin embargo, junto a esta aceptación recibe también un profundo cuestionamiento. La ciudadanía acepta y defiende la democracia, pero demanda que sea de mejor calidad. La defiende para la elección legítima de las autoridades; valora positivamente la garantía, aunque sea más formal que real, de los derechos de las personas; pero le critica porque no resuelve los problemas fundamentales padecidos por la población.

Hay cansancio y desilusión por que los gobiernos legítimos se suceden, pero los problemas sociales y económicos permanecen. La crítica y el cuestionamiento no son para que sea sustituida, sino para que mejore. Que sea de mejor calidad y más eficaz y eficiente en procura del bienestar de las personas. Se defiende la democracia, no el tipo de democracia que tenemos.

Hay el temor de que la crítica, que hoy es "en" democracia, termine siendo "contra" la democracia. Que en vez de mejorarla, se trate de sustituirla. El ascenso al poder de líderes carismáticos, con gran apoyo electoral, demandando una democracia que resuelva los problemas sociales y económicos de las mayorías, es una alerta respecto a la democracia que se necesita.

Frente a una democracia más eficiente en la búsqueda del bienestar de la ciudadanía, los electores están en disposición de elegir primero y apoyar después en la continuidad en el poder, a gobiernos con rasgos autoritarios y hasta una forma de "dictadura constitucional". Hay cansancio, que se manifiesta cada vez con mayor frecuencia, de que la democracia, además de político electoral, tiene que ser también social y económica.

Las victorias de Hugo Chávez, Rafael Correa y Evo Morales y su permanencia en el poder, ganado en todas las consultas electorales realizadas, incluyendo más de una reforma constitucional, es la respuesta popular a la ineficacia e ineficiencia de la democracia en relación a los problemas sociales y económicos. El triunfo reciente de Ollanta Humala apunta en la misma dirección.

Justo es reconocer que la democracia originalmente tuvo como centro la búsqueda de la igualdad política, que se logró con la sumisión de todos a la ley, votada por los representantes del pueblo libremente elegidos. Conforme a esta perspectiva, como sistema político, la democracia es la organización de las instituciones políticas y del poder político, preservando los derechos y libertades de los ciudadanos. Sin embargo, con el tiempo se llegó a la conclusión que la igualdad política con desigualdad social y económica era una farsa. Esto determinó que a la democracia se le exigiera también del bienestar social y económico de la ciudadanía.

Sin embargo, quizás convenga formularnos la siguiente pregunta ¿corresponde a la democracia o a los gobiernos, procurar el bienestar de los ciudadanos y ciudadanas? Las autoridades son electas por la ciudadanía para que ejerzan el poder con el mandado de hacerlo buscando el bien común o el bien general, que se materializa en el bienestar material y espiritual de las personas.

Si una vez en el poder no lo hacen ¿es culpa de la democracia o de los gobiernos? Es posible que los cuestionamientos a la democracia tengan que ser dirigidos a los gobiernos. Quienes no resuelven los problemas son los gobiernos.