Consentir que la democracia es el mejor sistema político requiere de una reflexión objetiva en torno a algunos elementos que deben ser ponderados. Se necesita comprender a cual tipo de democracia se hace referencia y qué tanto bienestar social se puede lograr dentro del referido sistema de organización social.

A lo largo de la historia, diversos sociólogos, políticos, estadistas y pensadores han considerado la democracia en términos valorativos, aportando con ello sus propias ideas y la importancia que la misma adquiere para los países. Para Lenin, por ejemplo, “La democracia es la forma de gobierno en la que cada cuatro años se cambia de tirano,” pero para Abraham Lincoln, emblemático personaje en la historia de los EEUU, la democracia es “el gobierno del pueblo, para el pueblo y por el pueblo.”

Otros personajes de la historia, como es el caso del padre del Liberalismo-Conservadurismo británico, coinciden con estadistas como Tomas Jefferson, quien creía en la existencia de un elemento opresor de la minoría dentro del sistema democrático. Para Edmund Burke, dentro de la democracia, la mayoría de los ciudadanos está en capacidad de ejercer la más cruel opresión a la minoría, sesgando de ese modo el derecho que los grupos más reducidos tienen de ser tomados en cuenta. Pensamiento parecido es el de Jefferson, quien entendía a la democracia como el gobierno de las masas donde el 51% de la gente puede echar por la borda los derechos del otro 49%. Evidentemente, para éstos destacados personajes el derecho que le asiste a la minoría era un problema sin resolver dentro del sistema democrático, dando al traste con la idea de que la soberanía le corresponde al pueblo por derecho y que debe ser éste quien la ejerza a plenitud.

No obstante, el criterio de que la mayoría pudiera, eventualmente, reprimir los derechos de la minoría ha sido superado en las democracias modernas. Toda democracia, la cual se ejerce a pleno disfrute en nuestros días, debe cumplir con lo que teóricamente se ha denominado las 7 reglas de la democracia. Para su elaboración se ha tomado en cuenta el sector minoritario en la gran masa que está en condiciones de participar política y socialmente, siendo una de ellas la llamada “Regla de la Minoría.”

Aquella regla permite observar la importancia que guardan los grupos desfavorecidos en procesos electivos o en toma de decisiones colectivas. El hecho de que la mayoría se imponga no significa un aval para aplastar los criterios, percepciones o creencias del grupo menor; porque de ser así estaríamos en presencia de la “dictadura de las mayorías,” y la democracia además de libertad, es también respeto al criterio ajeno. Las dictaduras, además, son contrarias a toda posibilidad de libertad o soberanía compartida (democracia), por lo que no puede subsistir en los sistemas democráticos aun internamente.

El respeto a la Regla de la Minoría presupone que aquella participe con la posibilidad de convertirse en una nueva mayoría, como ocurre entre los partidos políticos dentro del sistema electoral. Gracias al respeto que debe ofrecerse a las minorías, el partido político desfavorecido en unas elecciones (grupo menor) tiene la posibilidad de convertirse en mayoritario a corto o mediano plazo y ganar de ese modo elecciones, lo que hace posible no solo que los grupos concursantes sean más fluctuantes, sino también que la alternabilidad sea una realidad.