Hay momentos en la vida en los que tenemos que escoger de qué lado nos situamos políticamente.
Del lado de la democracia, que respeta las libertades, permite la manifestación de los ciudadanos y se entiende dentro de un Estado democrático de derecho o del lado de quien la niega, de quien exalta la dictadura militar de 1964 y magnifica a sus torturadores, que, según él, no debían torturar, sino simplemente fusilar, empezando por el expresidente Fernando Henrique Cardoso –al que abomina–; de quien predica la represión a los homoafectivos y desmoraliza a los pobres, a los quilombolas, –que, según él, no sirven ni para reproducirse–; de quien desprecia a los indígenas, y se declara partidario de que haya un arma en la mano de cada brasileiro; de quien humilla públicamente a su propia hija, fruto de una «flojera», y confiesa que sería incapaz de amar a un hijo homoafectivo…
Ése, el presidente electo, un capitán retirado, sin experiencia de administración pública, que confiesa que no entiende nada de economía, de salud ni de educación, pues para eso están los ministros respectivos… no se da cuenta de que es misión del presidente definir las políticas públicas, marcar un rumbo para la nación y entregar las ejecuciones a ministros competentes. Este presidente electo muestra un claro corte nazifascista, tanto en el lenguaje, como en los gestos o en la brutalidad de sus expresiones.
Es una vergüenza para el país la inconsciencia de la mayoría de los partidos que, no habiendo vencido en la primera vuelta de las elecciones, lo apoyaron explícitamente o dejaron a sus seguidores en libertad para escoger a su candidato. Pensaron en la parte, que es el partido, y no en el todo, que es Brasil.
Esta neutralidad, en este momento histórico de gran peligro para la democracia, se reveló como una acción irresponsable. El resentimiento y el odio que se han apoderado de buena parte de la sociedad, son los peores consejeros para la convivencia de una sociedad mínimamente civilizada.
No vale culpar al pueblo diciendo que es ignorante, pero que, al fin y al cabo, ha sido su opción. La ignorancia y la falta de conciencia son fruto de la voluntad de las viejas oligarquías y del capitalismo salvaje que crece entre nosotros. Siempre quisieron un pueblo ignorante y sin conciencia de sus derechos, para manipularlo mejor y garantizar sus propios privilegios. No temen a un pobre, pero tienen pavor de un pobre concientizado de su ser ciudadano y que reclama sus derechos.
Las oligarquías, como mostró el gran historiador José Honorio Rodríguez estudiando las relaciones que guardaron con el pueblo, siempre conspiraron contra éste, lo humillaron, le negaron sus derechos y jamás tuvieron un proyecto político para él.
El ex capitán de cariz fascista se alinea con esta tradición. Hasta llegó copiar el lema de Hitler: Deutschland über alles, acomodándolo: Brasil por encima de todo. Con su estilo rudo, fuera del civismo democrático, promete combatir la violencia reinante con más violencia todavía, sin darse cuenta de que las primeras víctimas serán los pobres, los negros y negras, los que tienen otra orientación sexual. Ya sólo ante la perspectiva de su victoria, sus seguidores están anticipando la violencia, llegando incluso a asesinar a un famoso maestro de capoeira en Bahia, y a marcar una esvástica, con navaja, en la pierna de una joven en Rio Grande do Sul.
En este momento, lo más importante es que los partidos hagan un frente amplio de oposición para defender la democracia amenazada y los derechos fundamentales negados. Vivimos una hora de urgencia. Las diferencias deben relativizarse ante un peligro que puede amenazar el destino de nuestro país y afectar de forma negativa a los países vecinos, cuyas democracias son también de baja intensidad. El ascenso derechista en el mundo, tanto en Europa como en Estados Unidos, ha salido fortalecido con la elección de Bolsonaro y representará un regreso a tiempos sombríos vividos en Europa bajo la bota de Hitler y de Mussolini.
Hoy sabemos que ellos irrumpieron con un discurso semejante al del electo presidente fascistoide: prometiendo seguridad y represión a todos los que se les oponían, muchos de ellos asesinados o enviados a las cámaras de exterminio. Unos pocos consiguieron refugiarse en el exilio, como Einstein, Freud, Brecht, Arendt y otros y otras. No queremos que esta historia se repita en nuestro país.
No podemos pasar a los ojos de los extranjeros que se preocupan enormemente con nuestras elecciones, como una nación paria que retrocede a tiempos y a políticas malévolas ante las que todos queremos repetir: «Nunca más».