Si le preguntarán a usted que concepto ha sido más manoseado y replicado por la lengua de las 202  naciones soberanas existentes en el planeta, muy seguramente respondería: la democracia.

Esa democracia que emergió de la sabiduría, la cultura y la filosofía de los griegos, de donde viene su etimología. Al pasar Grecia a ser una simple provincia romana, el Imperio Romano continuó dándole forma y contenido en leyes y códigos que hemos heredado.

La democracia romana adoleció en la práctica del poder omnímodo de los emperadores de imponerla con la esclavitud más cruel, desconociendo a sangre y espada los preceptos originarios de esa democracia, que suponía en dicha cultura greco-romana: gobierno del pueblo, para el pueblo y con el pueblo.

Sólo basta leer los discursos de Marcos Tulio Cicerón en las Catilinarias o las Filípicas para comprender en esos textos la lucha a muerte que libraron los emperadores, cayendo en su mayoría asesinados por las estocadas que les infringían los que apuraban sus ambiciones para ocupar su lugar en la silla imperial y que se iniciará una nueva Era. El mismo Cicerón fue decapitado y llevada su cabeza ante el Emperador Marcos Antonio, que temeroso de su talento retórico no quiso perder la ocasión de eliminar el escollo principal que se le interponía. En unos pocos años caían decenas de emperadores y la democracia se fundaba en sangre y orgías en la contienda por retener el poder. Era obvio que la ciudadanía se les negaba a los pueblos conquistados, tratados como esclavos.

Todavía en los siglos XVll y XVIII en Europa hubo escritores que usaron sus plumas en ahondar los criterios y argumentos jurídicos y políticos que debían contribuir con la democracia social a que se aspiraba; surgen los ilustrados o racionalistas diseñando una sociedad moderna y páginas gloriosas trabajaron los franceses con Denis Diderot, director de la Enciclopedia Francesa, que sirviera a modo de ilustración para que se gestara una sociedad de respeto a los derechos fundamentales de la humanidad. Y eso fue cristalizado en la cruenta Revolución Francesa que término sangrientamente con    la Monarquía de los Luises. De ahí, surgió la Declaración Universal de los Derechos Humanos que sirvió de programa libertario a los pueblos que pujaban por su independencia y libertad. Sin descartar la lucha por la descolonización de Estados Unidos por Inglaterra ( hoy Reino Unido), una década antes para unir sus trece colonias y lograr su independencia con la Carta de Filadelfia, un documento valioso que exhiben los museos históricas de los Estados Unidos de América.

En síntesis ese documento del 4 de julio de 1776 nos prescribe la imperiosa necesidad y el deber sacrosanto de consagrar la vida, la libertad y la felicidad, como los principales soportes de la independencia y la democracia de los pueblos; documento que traza la línea maestra de la libertad, al afirmar de que todos los hombres nacen libres por derecho natural, iguales y con las mismas prerrogativas. Ideas que fueron tomadas por la Revolución Francesa, bajo el lema de libertad, igualdad y fraternidad, que enarbolaron los ilustrados con ahínco y divulgación sostenida en textos, discursos y hojas sueltas a modo de ilustración como acicate para la rebelión.

Todavía hoy día la Democracia sufre los embates en su lucha por desafiar los desatinos que se le oponen a sus designios de principios libertarios, participativo y de equidad social en el camino de hacer felices a los pueblos.

En su nombre y declaración antojadiza de enclaves posicionados de poder en estas sociedades aparentemente modernas, se conspira por sabotearla y menguar su despliegue para que no se manifieste el verdadero espíritu de los padres fundadores y los continuadores del sentido común hacia la felicidad, sin distinción de ninguna trabas que impida la plenitud de su materialización.

Véase casos de sectores políticos en arrogarse los aparatos afines al tema y órganos judiciales en la intención de reducir la democracia a los intereses de una clase política o de un poder particular sobre las bases de haber ganado una mayoría, que siempre será coyuntural. Esta situación está vigente en el escenario político de Venezuela, Dominicana y otras naciones de nuestro mundo, mientras los pueblos claman por una democracia para todos, que es la auténtica esencia social del concepto que ella anida en su postulado. Justifican las desviaciones democráticas una vez que se " encaraman" en estamento de poder, porque no se puede perder, lo conquistado, pero quien pierde es la madurez de la democracia y por ende la felicidad que se busca.

Retornamos a los inicios y el avance queda truncado por arte de magia, a veces por los mismos personajes que en otrora proclamaron a viva voz esos principios.