Me permito asumir el desarrollo del presente tema partiendo de un esbozo que tiene su simiente desde la propia génesis en que la República Dominicana fue designada como nación ¨libre e independiente¨, por acción de los Trinitarios en 1844 de cuya visión se heredó políticamente el amor a la patria. Y por la tanto, a partir de ese sentimiento sembrado a todos los ciudadanos de apego patriótico, los gobernantes que estrenaron el solio presidencial asumieron como consigna y discursos políticos el cliché de todo por la patria, o si no, la consigna o promesa ¨un país mejor para todos¨

Por lo tanto, así se ha podido notar desde el germen de las luchas intestinas que desde el inicio del grito de separación se generaron dos grupos que se disputaron la dirección política y social (Hacienda Pública, 1844-2000, pag. 11), sin embargo, la tendencia conservadora vence a la del ideal libertario de Juan Pablo Duarte que propugnaba por las amplias libertades del pueblo dominicano y sus correspondientes bienestar, de forma franca y sincera. No obstante,  todas esas ideas quedaron aplastadas desde el primer gabinete del general Pedro Santana que, aun estando en un estado de guerra, promete sin condiciones organizar, en medio del caos, las finanzas que deberían afianzar la independencia recién ¨conquistada¨

Dicho desafío partía de una situación financiera completamente en bancarrota ya que las arcas estaban vacías, misma que a la sazón se componía escasamente de  $ 6,068.64 pesos fuertes y $ 5,093.77 en papel moneda, recursos que se deberían usar para pagar deudas del régimen de  ocupación haitiana y para los sueldos del personal debido a los acuerdos de retiro del régimen invasor. Al régimen de Santana se le endilga su baja limitación de hatero, con poca visión de Estado, causa por la que se ha establecido que su enfoque carecía de brújula para levantar la insolvente y devastada nación. (Ibídem, pag. 12). Incluso, se ha dicho que ante la carga de necesidades acuciantes pesó la falta de hombres capaces y con ingenios para resolver los problemas. Cuestión que no ha sido exclusivo del General Santana.

Desde la óptica de las consignas pro bienestar prometida por el referido presidente Santana, se recoge una ferviente manifestación de pose de patriotismo, que viene a connotarse a partir de la carta del 5 de diciembre de 1844, dirigida por este personaje, al presidente de los Estados Unidos, en la que le envía la constitución y le comunica que debido a la opresión que padecieron los dominicanos durante la subyugación haitiana, decidieron el 27 de febrero de ese año reivindicar sus imprescriptibles derechos para promover a su bienestar y felicidad futura (…), en la obra citada, pag. 20, el autor referenciado, connota  que en la Proclama al Pueblo y al Ejército de Pedro Santana del 14 de julio de 1844, habla de nuestra santa causa. Ya el 23 de julio de 1853, en otra proclama hecha en San Juan de la Maguana, dijo: nuestra causa es justa y el cielo la protege. Por igual, en 1854, pero ya en Azua, expresó, ¨nuestra causa es justa, pues es la causa de la libertad y la justicia (Fernando Pérez Memén, El Pensamiento Dominicano en la Primera República, pag. 21)

En fin, no fueron esas solas las expresiones de Santana como soporte ideológico de su demagogia patriótica. Por esa misma línea se expresaban muchos de sus acólitos. Entre otros, el comandante Eusebio Puello, atinó a decir en Samaná-Sobre Santana-, ¨que a su valor y patriotismo se debía la existencia de la Republica Dominicana (…). En los discursos secuenciales y proclamas del emblemático general, entre ellos; la del 28 de febrero del 1846, 28 del mismo mes del 1859, la palabra independencia tuvo una fuerte vitalidad expresiva y significativa. Ya en su discurso del 28 de febrero del 1846, se valió de los vítores; ¡viva la religión!, viva la independencia, viva la constitución, viva la libertad. En el del 28 de febrero del 1847, además de los anteriores vítores, agrega, ¡vivan los defensores de la patria-pero con casi todos los patriotas presos, deportados y fusilados- ¡Grosera demagogia patriótica!.

Ya en la última proclama de Santana, el 27 de febrero del 1861, la fuente citando a Emilio Rodríguez Demorizi, pag. 29, días antes ya no mencionaba ni la palabra Separación ni la de Independencia. Precisamente, el 16 de junio de 1861, luego de sacar del closet sus grandes poses, da una voltereta al decir, que expresaba con júbilo el logro de su aspiración y su clase social, al ver garantizado el orden colonial fundamento de su dominación social, en la incorporación del país a España. Y como colofón de entierro en el más recóndito del zafacón de la historia, cuando sentencia: ¨Dominicanos: ¡alcemos unidos nuestras voces para dar las más fervientes gracias a la Divina Providencia!. ¡Cesaron ya nuestras injusticias y zozobras!

Del pueblo débil cuya libertad estaba aprisionada en la impotencia, de la nación exánime (que está sin vida) cuya independencia era una vana palabra que a cada paso volaba al soplo de la fuerza; hemos pasado a ser el robusto hijo del poderoso que puede en adelante, desarrollar su lozana vida al abrigo de toda violencia y desafuero… (Ob.Cit.  pag. 30)

Como se ve, el discurso de Santana, asumido como una pose, terminó en la más abyecta decisión patriótica.  Y no creamos que en los cinco gobiernos de Buenaventura Báez no se enfilaron  en esa corriente de demagogia patriótica. Nos basta con señalar que el 24 de septiembre de 1849, en su primer discurso de instalación a la Presidencia de la Republica, expresó la idea de la soberanía popular…respecto el querer augusto de la mayoría, y ahí donde esta esté, ahí será mi asiento… el pueblo es solo soberano. En esos discursos, como se aprecia se escondía la falsa promesa de soberanía, pero, además, era un estratagema para legitimar sus gobiernos. Tanto Báez como Santana, argumentaron ideas de progreso y desarrollo para el país. Por ejemplo, los gobiernos del primero se desbordaron los empréstitos y por igual el segundo. Báez como antítesis de Santana en materia intelectual, sin embargo, a ambos los unió la falta de fe en la Republica Dominicana. Uno la lleva a los brazos españoles, y el otro nunca cesó en sus intentos de entregarla al mejor postor.

Al darle un vistazo al solio presidencial, a partir de 1966 hasta nuestros días, empezando específicamente en los gobiernos del Dr. Joaquín Balaguer, fueron los periodos donde mayormente se hizo gala de discursos patrióticos, pero cargados de hipocresías y alto contenido de demagogia, a mi juicio, tuvieron gran enchape de simulacro de democracia. Sin olvidar la política de mano de hierro que se adoptó, con la cual, bajo métodos represivos cercenó las ideas revolucionarias encarnadas en la juventud del momento. Lo demás es historia. Pasando a Don Antonio, a partir del 1978 le da un giro a la apariencia demagógica. Sin embargo, las diatribas internas de su partido (PRD) socavaron la simiente de ese gobierno, que como quiera quedó frenado y atajado en los discursos del partido de las esperanzas nacionales, consigna que nunca se cristalizó en lo absoluto. Y la peor experiencia de frustración política, se vivió en el gobierno del Dr. Salvador Jorge Blanco, que al margen de la incertidumbre de las confrontaciones grupales de su partido, quedó detrás de las rejas, aunque su discurso fue sustentado en la exhibición de las manos limpias y que subliminalmente, se vendió bajo un componente mesiánico de ¨Salvador¨, pero, sin embargo, todo quedó como el gobierno de la poblada del 1984, y repito, preso.

En esa misma dirección se le abre la puerta coyuntural al presidente Leonel Fernández, quien lo primero que hizo en su discurso de juramentación fue referir lo que Salomón le pidió a Yahvé al llegar a rey, ¨ sabiduría y entendimiento para gobernar¨, ipso facto envuelve su línea de gobernar en el contexto místico, que aunque sus gobiernos se escudaron en la gran tendencia patriarcal y clientelar, con todo y todo su retórica, no cayó en excesos demagógicos en los extremos patrióticos. Sí que prometió convertir al país en un nueva york chiquito. Y sea como sea, lo dejó en gran avance y equilibrio macroeconómico, sin embargo, enlodado por la captura de la percepción de corrupción en sus gobiernos.

Sobre el Danilismo, aunque tuvo un primer gobierno de alta calificación, usó sin pose alguna demagogia electoral y de querer perpetuarse en el poder, y por demás, una de las tasas más altas de rechazo hasta el extremo de levantar la consigna del cambio en la oposición.   Finalmente, el gobierno de Luis Abinader ha querido ser coherente y pragmático. Sin embargo, respecto a desempeños eficientes en las diferentes áreas sensitivas de la economía del país, que ha querido mostrar en sus discursos como bonanzas tangibles, muy a pesar de su esfuerzo, de esa forma el pueblo no  las  percibe. Es decir, no las siente en la mejoría de su calidad de vida. Por lo tanto, el síndrome de la demagogia política-aquí no hablo de la patriótica, porque a todas luces, el presidente Abinader, en ningún momento ha hecho  gala de pasión patriótica-, por lo que, en su gobierno, aunque lo quiera tapar, se nota muy presente en su estilo de gobierno, un alto componente de demagogia y manipulación histriónica.  De lo que se desprende, que el fantasma de Santana ha pervivido en las características demagógicas de nuestros gobiernos. ¡Y aún nos queda pendiente un mejor país para todos!