La delincuencia y la seguridad pública son temas que desde hace tiempo vienen ocupando un lugar destacado en la lista de preocupaciones de los dominicanos.
La pandemia, con los toques de queda y restricciones a la movilidad que se impusieron, habían obligado a los delincuentes a disminuir sus actividades; pero a partir de la flexibilización de las medidas de control, éstos retomaron su horario de 24/7, incrementándose de inmediato los robos y asaltos, que incluyen ahora una nueva modalidad de robos en bandas motorizadas, integradas por cuatro o cinco motores con dos tripulantes cada uno. Recientemente arrasaron con las pertenencias de los pacíficos habitantes de un barrio del Distrito Nacional, quienes temprano en la mañana se dirigían a sus trabajos. Esto tiene muy preocupada a la ciudadanía.
Todos los gobiernos, han anunciado planes para controlar la delincuencia que no han tenido éxito, éste no se ha quedado atrás y también tiene el suyo, que incluye "una profunda modificación de la Policía", que no acaba de arrancar.
Estamos completamente de acuerdo, en que es necesario contar con una mejor policía, confiable, dotada de un personal más idóneo y capacitado, bien pagado y bien equipado, que tenga las estructuras necesarias para poder enfrentarse con delincuentes cada vez más osados. No podemos dejar de mencionar que un factor a tomar en cuenta en la anunciada reforma policial es el del narcotráfico; éste ya ha echado raíces en el país, llegando sus tentáculos hasta la Policía, donde se siente su poder corruptor.
Explicar porqué la delincuencia, la criminalidad y la violencia han adquirido la categoría de epidemia en la República Dominicana no resulta tarea fácil, pero la postergación por largo tiempo del inicio de la solución de problemas vitales como el de la educación, la salud, la vivienda, entre otros, han tenido mucho que ver con la descomposición social que vivimos.
Además es necesario señalar, que la marginalidad, el hacinamiento, la exclusión, la desigualdad y la falta de oportunidades, han continuado creciendo, convirtiéndose en caldo de cultivo para la ocurrencia de situaciones generadoras de conflictos e insatisfacción.
La corrupción rampante y la impunidad imperantes dieron lugar a la existencia de un consumo de bienes y servicios de lujo, que se exhiben de manera descarada frente a los ojos de quienes apenas tienen para comer, con su consiguiente efecto negativo.
Si no se inician las acciones encaminadas a corregir las causas que originan el aumento de la delincuencia, podría ser que el país comience a írsenos de las manos; pero para lograr resultados exitosos y tangibles en el corto plazo, es necesario que todos los sectores se involucren en esta tarea, puesto que tratar de salvar a la nación del crimen y la delincuencia es un asunto demasiado importante para dejárselo exclusivamente en manos de los políticos