Occidente ha dado una muestra de enorme «creatividad», a tal punto que, hoy por hoy, ya son innumerables los estilos de Yoga. Tal es el avance que en 50 años han sido creados más estilos, tipos y sistemas de Yoga que en los 5000 años o más de su existencia.

Bikram Yoga, Iyengar Yoga, Vinyasa Yoga, Yoga Restaurativo, Yoga Acuático, Hot Yoga, Aéro Yoga, Ashtanga Yoga (no confundir este estilo, cuyo nombre ha sido plagiado del método presentado por Patanjali), Naked Yoga, Beat Yoga (con DJ iluminado… pero con luces de neón) y un largo etc. (Por cierto, no me sorprendería que el Naked Yoga, derivara en Hot Yoga)… Todas estas creaciones más bien han aumentado la confusión entre las grandes mayorías sobre qué es realmente el Yoga.

La cuestión ya raya en lo insano, en lo ridículo. Por ejemplo, tomemos el caso del Broga Yoga, es una nueva modalidad de Yoga para hombres, a la cual se le han eliminado todos los conceptos místicos, filosóficos y espirituales del Yoga que suele acompañar al «Yoga femenino» —así lo promocionan—. De este modo se presenta un “Yoga” más para hombres recios, acostumbrados a la rudeza del gimnasio más que al de un retiro espiritual…

Es decir, usted compra un tetrapak de leche desnatada, sin grasa, sin lactosa, sin proteína, desvitalizada, que parece leche porque le sabe a leche… o un jugo de naranja hecho sin naranjas que es puro «edulcorante natural»…

Definitivamente hay inteligencias que están orientadas… ¡hacia la idiotez!

Aquí es donde los Maestros advierten acerca del origen de este fenómeno, asunto el cual no tienen por qué oír los contables de esos emporios de Yoga; ellos miran números.

Y no es más que el fenómeno de la mente y su naturaleza fluctuante impulsada por el deseo que proyecta el pasado hacia el futuro. La mente se aburre, necesita “novedad”, estimulación, porque sencillamente le está vedado posarse en el presente, en el cual ocurre todo lo realmente vivo, lo real…

De igual forma, encontramos gente que asiste muy animada a sus primeras clases de  Hatha Yoga y que al poco andar se aburre, ya que su instructor es reiterativo en sus clases. No son pocos los que se acercan a su instructor para solicitar nuevas posturas, cuando lo que debieran hacer es profundizar cada vez más en una sola postura. ¿El asana es realmente siempre el mismo?, ¿son siempre las mismas sensaciones?, ¿son siempre las mismas distracciones?, ¿las mismas respiraciones? Hay un mar infinito por observar y profundizar en tan solo un asana. Vemos que en algo tan aparentemente trivial, a la mente se le escapa una y otra vez: lo verdaderamente novedoso…

Muchos argumentan que esta creación de sistemas y técnicas tiene un lado positivo, ya que ha acercado el Yoga a mucha gente.

Falso, esto solo ha alejado el Yoga de más gente y ha acercado estos engendros a las mayorías, lo cual, tarde o temprano, puede presentar algo positivo; como por ejemplo, después de un largo proceso, entender al menos lo que no es el Yoga…

Todas estas creaciones tiene un único objetivo: el mercantil, lo cual no es algo negativo per se. Lo negativo de este intento es que se quiera, de entrada, recurrir a un término que ya tiene renombre, que ya es una marca, un isotipo reconocible y pregnante: «Yoga». ¿Por qué no mejor a todos esos inventos, que debieran ser sometidos a la justicia por usar en su registro de marca un genérico (Yoga), no los bautizan con otro nombre? Si la idea es ser originales, pues seamos totalmente originales y honestos desde el principio creando un nuevo nombre inédito. Esto es simplemente vergonzoso y asqueante.

Para colmo de males, tampoco han aumentado los iluminados del punto 1 y sí los del punto 2. También han aumentado unas cuantas cuentas bancarias.

El Hatha Yoga es parte, deriva o conduce al Raja Yoga; el Yoga Real. Su práctica o actividad inicia con aquello de nosotros con lo cual tenemos una gran identificación primaria (que no es lo mismo a conocer): el cuerpo.

Nuestra práctica a través del cuerpo y no para el cuerpo (aun cuando éste pueda presentar notables beneficios) nos lleva al proceso preparatorio necesario para comprender las verdades trascendentales, de modo que estás puedan madurar internamente a medida que nuestras referencias mentales ceden y dan paso a la realización de las mismas. Así, el entendimiento que buscamos no es el meramente intelectual, sino el trascendental. Hay una gran limitación mental pensar que el dedo gordo de nuestro pie no puede darnos un entendimiento trascendental de la realidad… La verdad sea dicha, en este sentido nuestro intelecto muchas veces puede ser un gran obstáculo en estos bretes de la introspección, auscultación interna o autoconocimiento. Esto nos confirma que el cuerpo es una vía y no el fin en sí mismo.

Aquí quiero recordar las palabras de Swami Muktibodhananda "La Filosofía es un ejercicio intelectual y nunca es posible alcanzar mayores estadios evolutivos a través de ésta. El intelecto se convierte en una barrera para el despertar de la Consciencia y es preciso encontrar un poderoso mecanismo para trascendenderlo. Es por esto que, llegado a este punto, resulta tan efectivo el Hatha Yoga debido a su aspecto energético (prana) el cual es capaz de sortear la mente y su intelecto".

Lamentablemente y en términos generales, Occidente ha transformado el Hatha Yoga en un fin en sí mismo… lo cual nos lleva derecho al primer gran riesgo del Hatha Yoga: el culto al cuerpo.

CUESTIÓN DE MERCADO

Transformado el Hatha Yoga en mera gimnasia, éste está ya totalmente enlatado y listo para ser vendido como producto de fitness. Esto conlleva otras implicaciones.

En la actualidad el mercado del Yoga es inmenso y en países desarrollados el número de supuestos practicantes se establece en millones, los cuales distan mucho de ser discípulos o aspirantes a discipulado. Son más bien consumidores de ese enorme y redituable mercado.

Es tal la degradación del Yoga actualmente, que podemos ver como personas que creen a pies juntillas haber practicado por años Hatha Yoga, cuando entablan contacto con un Yogui, son capaces de decirle: «tú en realidad no practicas Yoga»… Aquí es donde digo de manera irónica «tú no eres Yogui, tu eres Boo Boo»,  parafraseando aquel dibujo animado del Oso Yogui y su compañero Boo Boo.

Algunos sostienen que el Yoga es un estilo de vida, incluso una positiva moda para ser más felices.

No veo nada de malo —ya que es un derecho asistido por la estupidez universal—, en que nosotros, los seres humanos, queramos insistir en hacer más confortable nuestro ego para hacerlo más llevadero. Es lógico, ya que cargar la idiotez toda una vida no es tarea fácil y es digna de titanes.

Muchos practican diversas disciplinas de tipo psicofisiológicas no como medio de trascendencia o liberación, sino como herramientas para lograr bienestar físico, emocional y mental. Eso es perfectamente natural y plausible. Sin embargo, en ulterior análisis, no deja de ser contradictorio, al menos en el caso del Yoga.

Buscar el resultado en aquello que es un beneficio colateral no es encarar la cuestión en sus raíces, en su causalidad.

Buscar el bienestar del ego, que es la causa de toda nuestra miseria, es tan ilusorio, contradictorio e inútil como un cenicero en una motocicleta…

Por favor, no mezclemos cimarrones con marrones, no confundamos la leche magnesia con el magnesio, el “Yoga” no es otro sucedáneo para acomodar el ego (en el mejor de los casos, la mayoría de las veces hasta lo infla); el Yoga justamente apunta a la causa misma de nuestra miseria, la cual no queremos observar y ni siquiera advertimos… Como bella y contundentemente dijera Swami Ramakrishnananda: «No trates de ser una onda más larga o más grande; más alta, bonita o más hermosa, sino ser el océano…»