Diferentes lingüistas han hecho aportes importantes a la reflexión en torno al lenguaje y su significado en los nuevos tiempos al punto de llegar a la afirmación que el problema de la humanidad es un problema de lenguaje.

La palabra ha jugado un papel trascendental en la historia de la humanidad pues nos permitió evolucionar en los modos de comunicarnos entre los seres humanos.

Esa palabra cargado de significado simbólico llegó a representar el estándar de la seriedad del hombre pues, quien respetaba la palabra dada, era digno de ser respetado. En términos sociológicos la palabra representaba la honestidad, sobretodo cuando se cumplía con ella.

Decir “soy un hombre de palabra” significaba que podías confiar ciegamente sobretodo porque esta expresión se utilizaba cuando la palabra era sinónimo de decir la verdad. El honrar la palabra era hablar con la verdad.

Pero hoy en día la palabra se ha degradado, se miente con mucha facilidad sin que ello signifique el más mínimo rubor de nuestra parte. Las redes sociales se prestan mucho para ello; casi nunca decimos en Facebook quienes somos realmente. Como existe facilidad de hacer amistad con personas que, posiblemente nunca lleguemos a conocer, presentamos un tipo de personalidad que quizás esté demasiado lejos de quienes somos en realidad.

Mentir se ha convertido en la estrategia fundamental de hacer política. Los candidatos mienten con facilidad para atraer al votante ofreciendo solucionar los mismos problemas que prometieron acabar cuando en alguna ocasión se postularon, o que han ofertado otros que se han postulado.

Se miente a los hijos e hijas ofreciendo regalos a cambio de un buen comportamiento o de buenas notas en el colegio o en la universidad. Mentimos a nuestra pareja con el mismo recurso de siempre “te llamé, pero me salía el buzón” “Estuve a la hora que acordamos, pero tú no llegabas y me fui” “se me dañó el carro mientras iba de camino” “se me dañó el celular y perdí los contactos” (aunque esto sí puede ser cierto porque los teléfonos inteligentes pueden provocar esa situación sobre todo para quienes no somos muy diestros en asuntos tecnología), y un amplio etc, para acortar la rehíla de excusas que nos inventamos.

En definitiva, mentir se ha convertido en norma y aquella palabra que nos hacía ganar credibilidad ha sido malversada. Existen decenas de programas radiales con personas pagadas por empresarios o políticos que han aprendido el eterno hábito de extorsionar la palabra.

Si no recuperamos el valor de la palabra seguiremos apostando a la mentira provocando esa fea actitud de dudar de todo y de todos. Apostemos por la verdad porque siempre dejará mejor sabor que la mentira y si quieren hagan la prueba.