Los reformistas sabemos que en la actualidad existen tres grupos dentro del Partido Reformista Social Cristiano, cada uno con características y proceder diferentes. El primero, aliado al partido de gobierno en el pasado reciente y del cual algunos miembros cometieron errores muy costosos; otro representado por los que están nombrados en el gobierno o por los que tienen deudas pendientes con este; y un tercero, del cual formo parte integral, que representa el honor reformista y cuyos dirigentes no hemos vendido, nunca, nuestra dignidad para ocupar posiciones públicas y mucho menos en los gobiernos del partido oficial, que no solo nos hieren de muerte como organización política sino que, peor aún, desvanece el futuro de todo un pueblo, con su condenable política de endeudamiento, su absurda administración de las finanzas nacionales, y sus irreflexivos y torpes manejos políticos.

Y la dirección de nuestro partido, la última y la anterior, entrampada en una maraña de negociaciones equivocadas de las cuales nuestra militancia no tenía idea, no levantó su voz para oponerse con firmeza a lo que estaba ocurriendo y que nos arrastra irremisiblemente a un abismo de insospechada profundidad. Debimos, como partido denunciar los manejos desatinados, tanto políticos como administrativos, de los gobiernos del partido en el poder.

Hoy, el enfrentamiento entre estos grupos es un tanto anti-político, pues no solo se hacen daño entre ellos, sino que realmente le hacen un daño inmenso y real al partido “per se”. Podríamos perder mil batallas o elecciones, pero nunca el honor y la fe en el futuro del partido; y precisamente la falta de estos atributos en algunos dirigentes, los llevaron a participar en actos incalificables de deslealtades a nuestras propias orientaciones políticas y recorrer los sinuosos caminos de la traición para con nuestra militancia.

Cuando la dirección de un partido político no logra concitar la simpatía de los electores, se supone que renuncie y de esta forma le ceda el espacio a dirigentes que puedan renovar sus órganos fundamentales y acercar más el partido a la población.  La esencia de la política es la necesidad. La necesidad de que se atienda con prontitud los requerimientos de la sociedad y de que al hombre se le coloque en el más importante lugar cuando se hayan de diseñar las políticas públicas.

Lo que aspiramos, los reformistas con principios muy arraigados y comprometidos con la Patria, la democracia y el partido, es que se escoja una nueva dirigencia que pueda re-orientar el rumbo de la organización para que la convierta en una visible herramienta de la Democracia y el Desarrollo y para que todos y cada uno de nosotros, con determinación y entereza nos constituyamos en celosos guardianes de ellas, ya sea como oposición firme y constructiva o ya sea  como gobierno y timonel de los destinos nacionales. Cuando se logre esto, habremos de re-conquistar el espacio que en el tiempo hemos perdido y lograr el respeto de nuestros conciudadanos.

Los desaciertos políticos incurridos, a partir de la desaparición del Dr. Joaquín Balaguer, son ostensibles y evidenciados con los resultados reducidos en las elecciones sucesivas en las que hemos participado, todo por las intransigentes posiciones de nuestra dirigencia. La militancia reformista luce fatigada y decepcionada por las luchas internas en la organización y por hacerle creer la falsa percepción de que muchos de nuestros partidarios tendrían la oportunidad real de optar, con posibilidades, a las posiciones electivas del Estado.

La crisis política actual ha logrado alcanzar proporciones muy preocupantes y ha puesto en pie de lucha la Conciencia Nacional indignada. Esta crisis se hubiera evitado si el país hubiera tenido los partidos de oposición en la oposición y no en el gobierno. Nada de lo que aquí ha sucedido hubiera sido posible si el liderazgo político opositor hubiera exhibido las condiciones o atributos de Balaguer, Peña y Bosch, quienes dejaron sus huellas indelebles y profundas de probidad, honor y honradez.

La cúpula del partido en el gobierno, en su pobreza de visión política, diseñó y ejecutó un plan maestro lleno de injusticia, cobardía y deshonor; donde sus principales líderes se beneficiaron ampliamente de la permanencia en el poder absoluto y para lo cual debían fragmentar a la oposición y usaron para esto el vehículo más indigno e indecoroso, tanto para quien lo ofrece como para quien lo recibe, que no es más que el dinero público, a través de canonjías con permisos sin límites en administraciones irresponsables de dependencias públicas, para de esta forma tener al incumbente “atado” para siempre.  ¿O el paso del PRSC por la Cancillería y su cuestionable dirección y toda aquella demencia administrativa, no le hizo un grave daño al Partido? ¿Y no fue ese grupo de beneficiados que, en la Asamblea de Enero del 2014, nos develo la realidad nuestra y nos hizo ver claramente que nuestros organismos de dirección no tienen ninguna independencia efectiva? ¿O no fue el resultado de esa Convención decidido en el Palacio Nacional? ¿Dónde está el honor y la dignidad?

Ciertamente, necesitamos un partido vigoroso que recorra por sí mismo su propio destino y que con urgencia y con una dirección renovada pueda volver a desplegar sus banderas y al redoble de tambores vuelva a ser lo que antes fue, un valiente ejercito de hombres y mujeres que protejan tanto los intereses de la Patria como la Democracia en el país.

El autor es miembro del Directorio Presidencial del PRSC