Rafael Leónidas Trujillo Molina ascendió formalmente al poder el día 16 de agosto de 1930, hace exactamente 85 años y 9 días, el día de publicación de ésta columna. Esto significa que a menos que alguien tenga alrededor de 100 años, no tenemos testigos del cambio que sufrió la Iglesia debido a su alianza con Trujillo. Pero si tenemos los documentos históricos que lo evidencian.

En el imaginario popular, la poderosa Iglesia Católica que acompañó la segunda expedición colombina de 1493, siguió creciendo hasta nuestros días, por obra y gracia del espíritu santo. Pero el poder y la influencia de la iglesia colonial, identificada y financiada por la Corona Española, sufrió los embates de los cambios políticos del siglo XIX, con el traspaso de la colonia a Francia y luego con la ocupación haitiana (1822-1844).

El arzobispo Meriño escribió sobre el impacto de la ocupación haitiana en la iglesia: “desde que los haitianos fueron dueños de toda la isla puede considerarse que data verdaderamente la decadencia religiosa de Santo Domingo”. Pepén añade : “pero ya el daño inferido en años anteriores [la ocupación haitiana] estaba hecho y resultado de él fue […] la falta de clero y comunidades religiosas, la pérdida total de los bienes de la iglesia, la carencia de escuelas católicas y la baja de la moral y de la antigua fe de los habitantes, que si no volvieron al paganismo, o cayeron en el cisma [el protestantismo], ciertamente se debió a la intervención de la Providencia” (P. Rafael C. Castellanos. El clero en Santo Domingo, 1997).

Rafael Leónidas Trujillo se sirvió de la Iglesia Católica

Con la anexión a España el día 18 de marzo de 1861 quedaron restauradas las instituciones jurídicas hispánicas. La Iglesia pasó a ser una provincia eclesiástica de España y el arzobispo español Bienvenido Monzón, junto a un refuerzo de sacerdotes españoles asumieron el control de la Iglesia. Summer Welles (1973) relata cómo en 1861 el arzobispo Bienvenido Monzón provocó el rechazo del clero criollo:

En un principio, “el clero criollo apoyó con beneplácito el cambio de soberanía, pero eso se troncó en frustración, cuando no solo vieron que sacerdotes peninsulares sustituían a los dominicanos en todos los puestos importantes en la Iglesia, sino que el Prelado se metió a investigar y censurar la vida privada de ellos, que en algunos casos, era notoriamente laxa.. el descontento se convirtió en hostilidad franca cuando el arzobispo les prohibió continuar la práctica de aceptar emolumentos por sus servicios pastorales, obligándoles a conformarse con su mezquino estipendio mensual. Entonces se hizo sentir la poderosa influencia que desplegó el clero dominicano, no solo contra su jerarca, sino contra toda semblanza de jerarquía española”.

Una vez derrotado el ejército español y restaurada la soberanía nacional, los primeros 15 años de la segunda República se caracterizaron por la inestabilidad y fragmentación política. La causa, explica Moya Pons, fue el carácter de guerra de guerrillas de guerra de Restauración, “dominada por docenas de líderes militares con poca o ninguna instrucción que empezaron a disputarse el poder entre sí”.

Entre 1865 y 1879 la República tuvo más de 50 alzamientos y revueltas que resultaron en 21 gobiernos. La inestabilidad cambió con la instalación del Gobierno provisional de Gregorio Luperón el 6 de octubre de 1879 con el apoyo de la mayoría de la población dominicana, y con el derrocamiento final del Partido Rojo el 6 de diciembre de ese año.

El Gobierno liberal de Luperón nombró a Eugenio María de Hostos Director de la escuela Normal y lo encargó de la enseñanza dominicana. Hostos y Salomé sentaron las bases de la educación laicista, a pesar de los ataques de los tres clérigos más importantes de ese período, el arzobispo Arturo Meriño el p. Adolfo Alejandro Nouel y el padre diputado Rafael Castellanos, tema que tratamos en el artículo anterior.

Sacerdote Oscar Robles Toledano

La corriente laicista y la legislación de 1884 sobrevivieron la muerte de Hostos y Salomé, particularmente por las discípulas que se dedicaron al magisterio en todo el territorio nacional. Todavía en el Código de 1914 se declara la “absoluta neutralidad en lo referente a controversias políticas o religiosas” y el artículo 7, enuncia que la Educación General tiene el objetivo de suministrar “los conocimientos más indispensables para la vida, en tanto que mediante la Educación moral, se esforzará en formar el carácter de los educandos”.

En el siglo XX, la Ocupación Americana (1916-1924) trajo un nuevo desafío para la Iglesia. El Gobernador Militar, Capitán Harry S. Knapp, a un mes de iniciada la ocupación, modificó las leyes del matrimonio, instituyendo el matrimonio civil como una alternativa al religioso. Incurrió en un área reservada hasta entonces a la Iglesia, la cual, por su poca incidencia en la población, no generó una protesta significativa como puede hacerlo en el presente.

Otro desafío lo enfrentó en 1919, con la visita al país de del Rev. Samuel Guy Inman, Secretario del Comité Protestante para Cooperación en América Latina. Este visitó la Republica Dominicana y Haití, ambas bajo control estadounidense, para estimar el potencial de trabajo misionero. William Wipfler (1980) cita extractos de su reporte, que reflejan la debilidad institucional de la Iglesia:

“La iglesia había perdido el prestigio de los días de antaño y si no hubiese sido por la popularidad del Arzobispo [Adolfo Nouel] es difícil saber cuál sería su estado. Nadie parece tomarla en serio o consideraba que tuviera que ver con la vida y problemas de la actualidad. No que haya hostilidad –solo que ignoraban su existencia excepto en las ocasiones brindadas para llevar a cabo funciones sociales a través de ceremonias y festividades” (p. 74).

El Reverendo añade otros datos. Se refiere a los comentarios que escuchó sobre el comportamiento y el status social de los sacerdotes. Según estos, “el sacerdocio es por lo general de baja ralea e inmoral. El capitán de una embarcación que ha estado haciendo el servicio de cabotaje por veinticinco años dice que los curas están entre los pasajeros de más baja clase que él lleva” (p. 74).

El informe incluye los datos de La Enciclopedia Católica sobre la presencia numérica de la Iglesia: 12 curas párrocos, 32 hermanas de caridad, 68 iglesias, 103 capillas y 1 seminario.

Wipfler relata que el informe no estimó que la población no vería con buenos ojos a misioneros del mismo país que los ocupaba militarmente, razón por lo cual no cosecharon los fieles que esperaban; particularmente en el Cibao donde la población no estaba familiarizada con el protestantismo.

La situación que atravesaba la Iglesia no cambió hasta que fraudulentamente Rafael Trujillo asumiera el poder el 16 de agosto de 1930. La iglesia estuvo sumergida en una crisis desde 1929, debido a un litigio de propiedad en La Vega. La sentencia fue apelada a la Corte de Apelación de La Vega, la que no solo la halló culpable, sino que le negó la personería jurídica. El día 8 de agosto de 1930, una semana antes de asumir Trujillo la presidencia, la Suprema Corte de la Nación apoyó el fallo de la corte de La Vega (Wipfler, 1980, p. 83).

Te Deum en la Catedral. Era de Trujillo. Foto Luis Mañón

El historiador Vetilio Alfau Durán relata en su artículo en el Caribe, Trujillo, Auténtico Benefactor de la Iglesia Dominicana (25 de marzo de 1960), los acontecimientos que siguieron a la perdida de personería jurídica para funcionar en el país:

Desconocida, declarada inexistente por el más alto Tribunal de la Nación, se llegó al colmo de que apareciera en el Congreso nacional una moción cuyo fin era la liquidación total de todos los bienes, muebles e inmuebles, de la Iglesia Católica Apostólica y Romana en la República Dominicana, o sea, en todo el territorio nacional. Era la destrucción y la muerte, el exterminio.

El día 25 de agosto de 1930, 9 días después de Trujillo tomar el poder, el arzobispo Nouel le envió una carta sometiéndole un proyecto de ley para reconocer la personalidad jurídica de la Iglesia. Trujillo no respondió de inmediato, pero el 20 de febrero de 1931, con la llegada al país del primer nuncio papal, monseñor José Fietta:

Son verdaderamente imperecederos los nexos que unen a Republica Dominicana a la Santa Sede, y en la obra de consolidación de esos nexos, estaré personal y vivamente interesado mientras dure mi gestión […]. Creo en la fuerza espiritual de nuestra religión y considero que ella será siempre para el pueblo dominicano, a la vez que una inextinguible fuente de consuelo, un elemento moral de poderosa influencia en el afianzamiento de nuestro progreso, de nuestro bienestar, de nuestra independencia y de nuestra definitiva estabilidad constitucional. 

Dos semanas más tarde, el día 6 de marzo, Trujillo presentó al congreso la legislación que otorgaría personería jurídica a la Iglesia, proyecto que fue aprobado el 20 de abril de 1931. La ley No. 117 garantizó además los bienes muebles e inmuebles propiedad de la iglesia.

En nota a la edición de documentos inéditos del Arzobispo Monseñor Nouel, Tomo 11 (2008), José Luis Sáez ofrece la información sobre las condecoraciones que la Iglesia otorgó a Trujillo a principios de su régimen: el 16 de agosto de 1931, monseñor Nouel le impuso en la catedral a Trujillo la Gran Cruz de la Orden Jerosolimitana del Santo Sepulcro. El 8 de octubre de 1936 recibió la Orden de San Gregorio el Magno, la misma condecoración que la Iglesia otorgó a Benito Mussolini, primer ministro de Italia, el 6 de enero de 1931 la misma fue otorgada al presidente de Haití Stenio Vincent el 12 de marzo de 1931.

Para los que creen en el carácter absoluto de la moral religiosa, nuestra historia muestra que no existen absolutos. La iglesia cambia sus valores, arrastrada por los acontecimientos, no iluminada por seres de otros mundos. Su preocupación terrenal y política, la ha puesto al lado de los poderosos desde que dejó que el Emperador Constantino tomara las riendas.