En su último artículo en este periódico, denominado “La desigualdad intelectual”, el profesor de la Universidad Autónoma de Santo Domingo, Roque Santos, ha comentado su experiencia docente relacionada con un escrito de Eric Alterman titulado: “El declive del pensamiento histórico”.

En el escrito señalado, Alterman señala que mientras algunas universidades de élite de la sociedad estadounidense muestran un auge en el cultivo de la Historia, en gran parte de la nación se ha reducido de modo significativo la oferta académica de la asignatura, reduciéndose, según el autor, en un tercio desde el 2011. (El artículo se publicó en el 2019).

Alterman, plantea que la nación norteamericana sufre así una “desigualdad intelectual” donde algunas personas “pueden darse el lujo” de asistir a universidades que les ayudan a disponer de recursos de interpretación para comprender su mundo, en contraposición a una mayoría, que no pueden accesar a esos recursos.

El problema no es nuevo. La sociedad estadounidense se ha fundado y desarrollado con base en la inequidad, especialmente, con respecto a quienes pertenecen a los grupos minoritarios.

Sin embargo, quiero darle una reorientación a la reflexión. Si todo estudiante universitario accesara a los estudios históricos de las universidades de la denominada “Ivy League”, ¿dispondría de un horizonte para “entender cómo hemos llegado aquí y por qué las cosas son de esta manera?”. ¿No existen en el cultivo de esos estudios una lagunas y silenciamientos que hacen inintelegibles las experiencias de los grupos tradicionalmente excluidos de los procesos históricos?

En este sentido, no solo se requiere de la enseñanza de la Historia como una disciplina de los “Estudios Clásicos”, sino, el cultivo de un saber de la urbanidad que interpele el pasado intentando comprender el sentido y el conflicto entre las tradiciones que nos han formado, dando voz a narrativas excluidas en la constitución de los acontecimientos.

Entonces, podremos decir que la enseñanza de la Historia contribuye a estrechar las brechas intelectuales señaladas por Alterman y, sobre todo, a hacer intelegibles los significados fundamentales de las experiencias sociales para millones de personas.