La cultura del miedo nos arropa. ¿Cómo ha sido posible que el PLD tome galas de lo mismo que viene haciendo lo más oscuro y atrasado de la clase gobernante dizque para darle continuidad a un progreso que si fuera verde se lo hubiese comido un burro?
Vivimos con el miedo del precio de la gasolina todos los viernes porque ya sabemos que no baja ni a pedrá, con miedo de bala perdida, con turbación de huracanes, con aprensión de que no nos asignen el 4% tan solo porque el gobierno “opina” lo contrario al bien común, con terror de que nuestros hijos e hijas sean víctimas de bandas con mejor operatividad que la PN, con recelo de constatar que efectivamente los cuerpos castrenses responden mejor al narco que a quien paga su sueldo y su carrera, con desconfianza de rendirnos un mal día a la corrupción porque si no lo haces eres enemigo del gobierno.
Entonces lo menos que necesitamos es que los hombres y mujeres de la juerga política también nos aterren en medio de una contienda electoral que hace a un lado los preceptos de la constitución.
En la corrida por ganar la presidencia lo único que importa es salvaguardar el pellejo. Unos y otros disimulan lo mismo: el trabajo por preservar nuestros derechos.
Ante ese panorama no veo con júbilo que mis paradigmas del arte popular le pelen el diente a quien nunca peleó por el 1% para la cultura y solo es puente hacia el irrespeto moral y la lucha social.
El Ministerio de Cultura ante su total ausencia de acción ministerial para la que fue creada se satisface con pedir pensiones para darlas a dedo como se da una contrata de obras civiles, pensiones que se convierten en un abusivo privilegio de quien la da y de quien la recibe; Cultura, ese feudo de un poeta vanidoso y falaz, se arroga indicar homenajes y laudas cuando no puede exhibir el trabajo para el que le pagamos.
Y el principal culpable es el presidente de turno, elegido por consenso pero que toma decisiones sin consultar a Fuenteovejuna. Y lo es porque privilegia “gestores” de la cultura que trabaja por la segregación social, cuyo aislamiento inviabiliza la construcción de una semántica colectiva derivada de la experiencia democrática.
Solo me queda la satisfacción de que la vanidad de los imbéciles faculta el orgullo de la gente talentosa que admiramos como a Víctor Víctor, quien supongo orienta la propia vanidad hacia objetivos correctos, tan distantes de quienes le lisonjean pero siguen ausentes del cumpliendo del 1% y de los derechos culturales. De cantantes como él su música es su modo de vivir y lo demás es cultura.
Danilo, Papá y los demás están ausentes en la comprensión de la propia realidad, lo que se hace cada día más evidente en el ofrecimiento de soluciones, sabiendo nosotros que para cumplirlas necesitan de mayores impuestos. O quizás lo saben y en lugar de quitarnos el desasosiego nos aterrorizan más y más con la cultura del miedo.