Todas las partidas duelen. A unos le duelen más a otros menos, pero duelen. Aunque creas que es temporal o estés convenido de su permanencia, duelen igual las partidas de la(s) tierra(s) que amas. A donde quieras que irás, a ellas pertenecerás. Tu identidad se reforzará. Cuando nos vamos, dejamos lo amado, lo vivido, lo ansiado, los proyectos y sueños, el barrio y la cultura que extrañarás, quieras o no lo quieras.
La mayoría de las veces emigramos porque las circunstancias nos condicionan y a veces nos obligan. Y estás convencido de la necesidad de irte, porque será lo mejor para ti y tu familia. Vas en busca de una mejor calidad de vida para ellos –desde un pensamiento meramente económico- sin embargo, la vida misma te demuestra que lo esencial no son las cosas de marca, sino marcar con amor y entrega a los que amamos. Pasar trabajo juntos compartir un trozo de pan y uno que otro pez, pero juntos, vivir entre goteras en una casucha pero juntos llenos de amor y acompañamiento es insustituible. Pero si emigrar es una decisión empieza un complejo proceso de desarraigo.
El emigrar es desgarramiento existencial, de sentimientos, sistema de relaciones, modo de vida, de adaptación a nuevos valores, normas sociales y culturales, y de la pérdida de otros. Por eso quizás será que desayuné, en el Bronx, más queso frito con mangú y yuca encebollada con salami que todo el degustado en Santo Domingo. Los dominicanos de Manhattan, el Bronx y de todo New York, manifiestan más apego a los soportes de su identidad que los dominicanos en la República.
La culinaria y la música son de los soportes más simbólicos de afirmación de la identidad cultural dominicana en la diáspora newyorkina. Sin embargo, la culinaria dominicana más tradicional es la que puedes saborear en los sectores de mayor concentración de dominicanos. Es tan es así que no han reproducido los aportes recibidos de los árabes con sus platos a base de trigo y repollo, ni de los italianos, con sus pastas, ni de las fabadas españolas, noooo! Los platos de los dominicanos de New York son los heredados de la cultura taina y de la entremezcla cultural que hizo nacer una culinaria auténticamente dominicana, con sus insospechados embutidos fritos y su plátanos y guineos, el patacón pisao y pastelones, la yuca paradigmática que pare ella misma tantos platos distintos como diversa y contrapuesta es la cultura dominicana. Este fenómeno bien merece una investigación sociocultural. Exquisitez de tradición dominicana, asentada en el centro mismo de la ciudad más cosmopolita del universo: New York.
El emigrado hace un apego, casi obsesivo, a su cultura a través, de su música y su culinaria. Sonoridad que estremece, bailes que recuerdan, comidas que nos traen a la memoria el sabor y el olor de la Quisqueya amada. Asentamiento de sabores, de una identidad cultural que se afirma y afianza en la nostalgia del emigrado. Busca y encuentra miles de soportes para asirse a la patria a la que algún día se regresará, o por lo menos, con ese sueño andarás. Otros, los nihilistas, hacen la negación de la negación, que es decir rompen todo vínculo con la patria que les vio nacer. Esos son los más sentimentales que les cuesta taaanto el desarraigo de su barrio, de sus amigos, de sus familiares, de su cultura y de la patria que optan por negarlo todo y creer -falsamente- que rompieron los vínculos. Las ataduras de la identidad cultural nunca pueden romperse.
La cultura viaja contigo, es el único equipaje que nunca puedes ver, pero que pesa mucho más que las libras autorizadas por las líneas aéreas. No adviertes ese peso, pero estará más de veinte años sobre tu memoria hasta el día que de tanto acumularse, ya no lo puedes soportar, y se te hace necesario el reencuentro con tu familia, con tus amigos, con tu patria que es decir, con cultura materna-paterna. (Sin discriminación de género).
Cuando te vas, llevas contigo tus creencias, costumbres, tradiciones, modo de sentir, ser y actuar. No arribas al aeropuerto, arribas a otra sociedad, a otra cultura y en el choque cultural, en un complejo proceso de aculturación irás incorporando nuevos valores y normas socioculturales. Otros se perderán. Lo que importa son los rasgos que permanecen y a los que nos asimos como mástil en proa para continuar navegando por la vida.
Y parafraseando a Noel Estrada en la melodiosa voz de Danny Rivera, me voy cantando… Adiós, adiós, adiós, cubita, mi cuna bella; guías, cual estrella, el andar. Adiós, adiós, adiós Quisqueya del alma, tu cultura llevaré donde quiera que iré, pedacito de patria.
https://www.youtube.com/watch?v=NEPvLDMOH44&list=RDNEPvLDMOH44#t=18