Me ha preocupado mucho observar que los hechos de violencia registrados en la semana pasada que consternaron a la sociedad todos fueron cometidos por hombres por lo que entiendo urge en el país empezar a educar contra el machismo.
Definir las claves del machismo no es tan fácil pues tras la construcción social de lo que nos han enseñado que es ser hombre se anidan ideas destinadas a fortalecer el ego y la violencia.
En los tiempos de mi infancia, por ejemplo, algunos elementos del machismo eran relevantes: tener bigotes, usar sombrero, camisa semi abotonada dejando ver los pelos en el pecho, un puñal ceñido a la cintura, se le debía reservar el asiento principal de la mesa y el muslo largo del pollo.
Recorrer las calles con el sombrero y el puñal por fuera de la camisa era un signo de elegancia y mucho más si iba montando en un caballo elegante. Un hombre así era objeto del deseo de cualquier fémina. Lo que hoy ha sustituido esas banalidades han sido las armas de fuego y las yipetas.
En la cultura del bigote el hombre macho masculino ha sido criado para ser violento. Desde muy temprano les dicen que el hombre no llora y que parte de su hombría reside en no dejarse apocar por nadie.
El género es una construcción social que ha definido los roles del hombre y de la mujer, por tal razón son conductas aprendidas que se pueden desaprender.
¿Quién se inventó que el hombre no llora? ¿A quién carajo se le ha ocurrido que la violencia debe ser parte de nuestra naturaleza? Hemos asistido a una sociedad donde el contexto cultural forma a los hombres para no expresar sentimientos, para que calle sus problemas y fomente el machismo de que conversar lo que nos pasa es señal de debilidad o de afeminados.
El hombre puede llorar, puede conversar cuando tiene un problema sin que ello implique mostrar debilidad o ser homosexual.
Si no trabajamos las claves de la masculinidad, de la manera patriarcal y hegemónica en que somos educados lamentablemente los hechos de violencia se seguirán sucediendo en una sociedad que ha entrado en crisis y en donde las instituciones llamadas a administrar la justicia y la paz también están en crisis.
La justicia ha dejado de ser creíble porque se ha corrompido, la familia está dividida por múltiples factores tanto en el sentido económico como emocional, las Iglesias han dejado de representar lo que antes significaban por los tantos escándalos de pederastia y otras cosas, la escuela ha dejado de ser el espacio donde se enseñaban los valores y ahora se forma para competir en una economía de mercado. Si no nos replanteamos vamos a seguir mal.
Hay que educar para una cultura de paz, para que la justicia no sea injusta, las familias deben recobrar el sentido de la unidad y los valores porque del contrario la cultura del bigote, del hombre macho que aprendió a ser violento, que no puede llorar ni mostrar debilidad seguirá cobrando vidas.
Hablar de género no solo es mujer, también es hombre. Se ha educado a la mujer para no dejarse violentar, pero no se educa al hombre para dejar de ser violento. Los feminicidios no terminarán porque la educación familiar y social no es solo cosa de mujeres, también es cosa de hombres. Ojalá algún día los hombres terminemos de entender que la mujer es un ser humano con los mismos derechos que nosotros.