Esta es la tercera y última entrega de este análisis que he titulado la cultura del bigote en donde he abierto una discusión acerca del machismo en la relación de género.
Ya se ha establecido que, sobre la mujer se han tejido cantidades de estigmas que las van colocando como pecaminosas o malas y que esto ha provocado que las mujeres hayan decidido tratar de hacerse ver y no seguir perpetuando patrones machistas excluyentes que la reducen como persona.
A la mujer nada se le ha regalado, han tenido que luchar porque se les permita ir a la universidad, por el derecho a votar, por el derecho a la cesantía por maternidad, por la participación en la política y porque exista equidad en la valoración económica en los puestos de trabajo.
He querido dejar bien claro que las únicas diferencias entre el hombre y la mujer son biológicas y están relacionadas con el sexo, y eso que llaman género es una construcción social que va asignando roles culturales que pueden ser desaprendidos porque han sido aprendidos. El hombre y la mujer son diferentes porque están diseñados biológicamente diferentes, pero como personas somos iguales.
Pero en todo este tema hay algunos errores en los que me parece ha incurrido el feminismo: a) una visión que radicaliza la posición feminista reforzando la asimetría víctima-victimario, el hombre victimario, la mujer víctima. b) se ha sembrado la idea de que hablar de género es hablar de mujer, se ha invertido mucho tiempo en empoderar a la mujer sin tomar en cuenta a los hombres; c) muchas mujeres feministas han llegado a ver a los hombres casi como sus enemigos y sigo insistiendo que sin involucrar a los hombres jamás se logrará la tan ansiada equidad de género que no es lo mismo que igualdad de género.
En estos espacios han encontrado una sombrilla movimientos lésbicos y de gays que socialmente son rechazados por la sociedad por su preferencia sexual y estos grupos les acogen respetando su dignidad y sus derechos como personas, como seres humanos y eso está muy bien pues nadie debe ser excluido por una preferencia sexual y además atenta contra los derechos humanos. Ahora bien, esto también ha generado el que exista un ala del feminismo mucho más radical pues la integran mujeres que no van a desarrollar su vida al lado de un hombre y cuya posición suele hacer muy tensa las relaciones porque en una pareja tiene que existir la negociación, el reconocimiento mutuo, pero eso debe ser parte de un proceso de educación y sensibilización, no de una teoría que busca forzarlo.
Muchos cursos y talleres, en su mayoría impartidos por mujeres acerca del género, ponen demasiado énfasis en restregarle al hombre sus errores y el sentido patriarcal y machista en que han sido educados por eso creo que existe mayor resistencia de los hombres en participar de talleres y charlas sobre este tema.
Hace tiempo he planteado que el tema de género hay que verlo desde la mirada de los Derechos Humanos.
Los hombres tenemos que respetar a la mujer no porque sea madre ni esposa, porque esta visión también reafirma el discurso hegemónico de que las mujeres están para procrear y ser esposas. Tenemos que respetar a la mujer sencillamente porque es persona, es ser humano. Me gusta más la tendencia a abordar el tema desde esta lógica, los derechos humanos, que desde la confrontación.