A raíz del debate que suscitó mi artículo anterior acerca del machismo decidimos escribir nueva vez sobre el tema tomando en cuenta la sugerencia de algunos lectores que nos pidieron profundizar al respecto.

Es importante aclarar que el machismo, aunque se define como una actitud de arrogancia o prepotencia hacia la mujer, es una construcción social que se ha erigido sobre la base de un sistema patriarcal que invisibiliza a las mujeres y que ostenta la asimetría relacional de hombre más, mujer menos.

Siempre se ha tenido como los protagonistas de los principales acontecimientos socio-históricos a los hombres, por eso la historia está escrita en clave masculina. Miremos algunos conceptos claves en todo este análisis.

El patriarcado se concibe como el conjunto de estructuras e ideologías sociales que han permitido a los hombres dominar y explotar a las mujeres a lo largo de la historia conocida.

Se llama masculinidad patriarcal al conjunto de atributos, valores, funciones y conductas que se suponen esenciales al varón en una cultura determinada. Existe un modelo hegemónico de masculinidad visto como un esquema culturalmente construido en donde se presenta al varón como esencialmente dominante que sirve para subordinar y discriminar a la mujer y a otros hombres que no se adaptan a ese modelo.

La masculinidad patriarcal como estructura ideológica es un sistema construido por y para beneficiar a los del sexo masculino. Para se han creado modelos ideales o estereotipos

En donde más se ha observado esa lógica patriarcal ha sido en las religiones. El occidente ha sido marcado básicamente por el cristianismo y basta con leer en la Biblia el relato del génesis acerca del pecado de Adán y Eva  donde se  señala a la mujer como la causante de todos los males de la sociedad.

La literatura bíblica es esencialmente androcéntrica (el hombre como centro). En el judaísmo existe la Misná, que en hebreo significa enseñanza, repetición, memorización, que recoge la doctrina legal de los doctores judíos en un período que se extiende unos 400 años y que pretende explicar la revelación escrita en la Biblia.

Algunas de las ideas que se interpretan en la Misná son las siguientes: dentro de la casa el espacio femenino o las cosas que le correspondían a la mujer estaban limitadas a la cocina, el pozo (comunal), hilar, tejer, el horno, barrer la casa, etc., todo orientado hacia adentro. Los espacios orientados hacia afuera como el patio de la casa, el trabajo, etc. son espacios masculinos y las mujeres solo podían entrar en ellos cuando no hay hombres.

Siempre la situación de la mujer era de dependencia del varón, por ejemplo la hija no heredaba directamente los bienes del padre. A la edad de doce años y medio, al ser considerada mayor de edad, adquiría autonomía, pero solo estaba limitada, entre otras cosas, a que el padre no podía casarla o comprometerla sin su consentimiento absoluto.

Después de un parto la mujer quedaba impura y debía guardar cuarenta días si tenía un niño y ochenta días si era niña. Sólo después de ese tiempo podía entrar al templo.

También se conoce en el Talmud aquella oración en la que cada día había que dar gracias por tres cosas: “te doy gracias por no haberme hecho pagano, por no haberme hecho mujer y por no haberme hecho ignorante”.

Reitero que el término del bigote aquí es una metáfora que nos ayuda a contextualizar esta construcción social que llamamos género y en especial el machismo.

Concluiremos el tema en el próximo artículo donde hablaremos de los errores del feminismo.