En días recientes escuché de militantes que rechazan la política de Convergencia la idea de que es preferible que el PLD siga en el gobierno, y mejor si es con Leonel Fernández, porque eso facilita la oposición y los sectores progresistas podrían crecer más.
Ser oposición y la posibilidad de crecer en el futuro inmediato son las coordenadas en la que esas mentes encuadran sus valoraciones y prácticas políticas, mientras la vida discurre difícil para el país, nación y mayorías populares.
Al escucharlas recordé las palabras de un comunista español que al no saber trabajar en las nuevas condiciones políticas de la transición postfranquista, concluyó en que “después de todo, contra Franco luchábamos mejor” y como nunca supo readecuar su trabajo a las mismas, terminó siendo un declamador de buenas intenciones, crítico a todo y rememorando sus glorias bien ganadas contra la dictadura.
La de aquellos militantes es la lógica del que no tiene el objetivo del poder como cuestión principal, que es la de cualquier partido; y por tanto no valoran circunstancias favorables como las de ahora en el país para aproximarse o alcanzarlo.
Uno de los pesos muertos que llevamos encima los de la Izquierda es el haber sido asimilados parcialmente de más en más por el pueblo desde la abstención del 14 de junio en 1962. Para la lucha social, aceptados; no así en la competencia por posiciones de poder; lo que significa que tenemos de entrada más del 50 por ciento de la partida perdida, en un momento histórico como el actual, en el que la dirección del Estado se juega en la competencia electoral y no en las realidades creadas por las mentes fantásticas.
El militante político hace oposición pensando en llegar al poder lo antes posible. Hace análisis de coyuntura no con un fin académico; sino para poner en relieve cómo, en el marco de una correlación de fuerzas, encuentra caminos, trillos, vericuetos o grietas por donde avanzar o colarse al poder.
En octubre de 1917 en Rusia, Lenin dio muestra de esa aptitud. Siendo su partido, el bolchevique, un partido pequeño, hizo una lectura política adecuada del momento, pactó con un partido liberal para derrocar al Zar, y a poco tiempo, con las masas de este mismo partido, saltó al poder tras la revolución de ese mes y año.
Aquí en nuestro país, en 1996, con una nómina de 14 mil militantes el PLD aprovechó unas circunstancias y pactó el Frente Patriótico con Balaguer para ganar el gobierno y luego obtener el poder que tiene hoy. Sin ese pacto, estuviera todavía luchando por sindicaturas, regidurías y diputaciones. Claro que al país y pueblo no le ha resultado ese pacto; pero la maniobra que hizo es un modelo de cómo en determinadas coyunturas se puede dar un salto de garrocha hacia el poder.
Ese salto puede ser para bien del país, nación y pueblo. El de Lenin, en la Rusia de febrero- octubre de 1917, estableció el socialismo en ese país.
Fijarse en el objetivo de ser oposición a la espera de que en el futuro se podrá crecer, es suponer además que la vida política es lineal y se pueden prefijar los acontecimientos y resultados.
Balaguer salió acosado del poder en 1978 y todos consideramos que era el fin de su carrera. Regresó en 1986 y se mantuvo diez años. En el 2000, Leonel Fernández salió del gobierno con una tasa elevadísima de rechazo, e igual creímos que jamás volvería a ser presidente de la República, y contra este vaticinio volvió en el 2004 y se mantuvo hasta el 2012. El presidente Hipólito Mejía salió del gobierno bastante estropeado en el 2004, y regresó como un candidato presidencial tan celebrado en el 2012 que el poder del Estado tuvo que emplearse a fondo para quitarle el triunfo.
La experiencia desdice la lógica de que es preferible mantenerse en la oposición con fines de posicionarse mejor en el futuro; y por el contrario, aconseja centrar la mirada en el poder y aprovechar circunstancias para avanzar hacia el mismo. Así es como el Frente Amplio y su candidato Fidel Santana conciben la política de Convergencia, con propuestas de programa y ética de gobierno.